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¿Otra vez? ¡¡Ya les dije que no soy feminista!!



Por Guadalupe López García
Periodista con Maestría en Estudios de la Mujer por la UAM y especialización en Estudios de la Mujer por el PIEM de El Colegio de México, se ha desempeñado como guionista y productora de radio; colaboradora, editora y coordinadora editorial en diversos medios como el IMER y la SEP, La Jornada, El Día, Uno más uno, Fem y Notimex. Trabajó en el Centro Integral de Apoyo a la Mujer "Esperanza Brito de Martí" en el DF y fue coordinadora de la Unidad Delegacional de Iztacalco del Inmujeres-DF. Ha recibido reconocimientos a su labor periodística y en defensa de los derechos de las mujeres por parte de la AMMPE, Conmujer, Cimac y la delegacion Iztacalco del DF.


Tenemos la homofobia, la lesbofobia, la transfobia y no sé qué tantas fobias más. Pero ¿cómo se llamará el odio o miedo al feminismo?: ¿feminisfobia?, ¿Pro-machismo? (por aquello de que según el feminismo es lo contrario al machismo), ¿o mujerofobia? (por pensar que sólo las mujeres podemos ser feministas) o sólo ¿antifeminismo?

Creí que había pocas opciones para nombrarnos, pero me quedé corta: "feminazis", lesbianas -como si la comparación con ellas fuera una ofensa-, "hembristas", "generocentristas", "ultras", "pro-abortistas" o algo así como que tenemos la vagina en el cerebro. Un manifiesto antifeminista que circula por internet es quizá uno de los mensajes más representativos de esa ola de odio que no tiene nombre, pero que ahí está.

No había visto, escuchado y leído los innumerables blogs, facebooks o los you tube que hay para "combatir" a las feministas que quieren acabar con la humanidad, incluidos los hombres. Ya debería acostumbrarme a esos ataques, pero me cuesta trabajo ignorar lo que muchos y muchas llamarían basura electrónica.

Se habla de las nuevas tecnologías y las redes sociales como poderosos instrumentos para poder confesarse y hacer penitencia sin ir a la iglesia, para promover revoluciones o dizque para generar pánico entre la población, pero parece que los y las "antifeministas" las utilizan como la Santa Inquisición del siglo XXI.

Me dieron ganas de responder de la misma manera: con insultos, descalificaciones, patadas y trancazos, crear un movimiento "anti-antifeminista", lanzar una proclama y convocar a un foro mundial, pero corro el riesgo de que me quemen en la hoguera virtual o de que me encarcelen en el mundo real como a los tuiteros de Veracruz.

Lo que más me inquieta son las manifestaciones de carne y hueso que me han tocado presenciar y escuchar, más allá de los recientes insultos que recibimos cuando la Suprema Corte de Justicia de la Nación -que más bien parece el Santo Oficio mexicano- avaló las reformas que penalizaban el aborto en Baja California y San Luis Potosí.

Hay mujeres que niegan ser feministas porque se dicen estar en contra de los "ismos" como el nazismo, el fascismo, el racismo, el fanatismo, el alcoholismo, o el humanismo y el pacifismo. O sea, todo lo que termina así es lo mismo y malo para la humanidad, como el feminismo.

Hay otras que aunque defienden los derechos de las mujeres, denuncian la discriminación, la violencia, el sexismo o dan talleres de perspectiva de género, les sigue dando miedo asumirse como feministas, con el argumento de que no son radicales.

El 18 de septiembre pasado apareció en la página web www.mileniosemanal.com el texto denominado "El feminismo según las mujeres"[1], en cuya entrada se menciona que esta teoría "ha incurrido en excesos poco productivos" y que hay "grupos radicales y otros integrados a la corrección política oficial" (sic). Rogelio Villarreal preguntó a 24 escritoras, periodistas, académicas y artistas si eran feministas.

Las que dijeron que no repitieron el mismo discurso: estoy a favor de los derechos de las mujeres, pero no soy feminista, mis enemigos no son los hombres, o que no les gusta el feminismo "extremista", "revanchista", "exacerbado" y otra vez: "radical".

Sería conveniente que investigaran lo que ha sido el llamado feminismo radical o las propuestas radicales del feminismo, pero para mí todo feminismo es radical al proponer cambios drásticos en sociedades y culturas que matan mujeres por el sólo hecho de serlo, que son vendidas como ganado o que son utilizadas como incubadoras.

Creo que en México no han habido feministas más radicales que las de principios del siglo XX que pelearon por la emancipación de la mujer a través de la planificación familiar, la educación y el derecho al voto -que por cierto este mes se cumplen 58 años de nuestra ciudadanía política-, aún y cuando muchas de sus ideas vistas ahora, puedan considerarse conservadoras.

Una compañera de trabajo me comentó que en un taller que dio a mujeres jóvenes les pidió que escribieran en una tarjeta la forma en que las etiquetaban. Varias pusieron gorda, fea y otras ideas; pero una anotó "feminista", y explicó que la llamaban así porque defendía a sus amigas, pero que ese calificativo no le gustaba.

De hecho cuando alguien quiere insultar a una mujer, exclaman: ¡Ah, es que es feminista! Y si la aludida reacciona molesta, confirman: "¡ya ves, te dije que era feminista!".

Mi misma compañera también me dijo que en un programa de televisión por cable, un comentarista que entrevistó a una deportista que hablaba sobre la participación de las mujeres en ese medio, le advirtió algo así como que ojalá y no se convirtiera en feminista.

Otro argumento para evitar ser identificadas como tales es cuando no les gusta la actitud de muchas feministas mala onda (¡claro que las hay!) o de aquellas que quizá distorsionan dicho pensamiento o de quienes lo utilizan para un beneficio propio.

Pero el feminismo no vuelve buenas a las mujeres y malos a los hombres, o no les quita prepotencia. Tampoco todas las mujeres y las feministas vamos a estar agarraditas de la mano y vamos a cantar y brincar. Las diferencias no se dan sólo entre mujeres y hombres, sino entre las mismas mujeres y entre las mismas feministas.

Siempre he pensado que con más información o con conocer la historia del feminismo se podrían combatir los prejuicios antifeministas, o se le perdería miedo o asco a la palabra, pero con la encuesta de Milenio Semanal, ya estoy dudando de eso.

Lo que intento decir en esta radicalísima columna es que quienes promueven las ideas feministas pero que se niegan a ser identificadas así, no necesariamente deben saludar: "hola, soy feminista"; o jurar lealtad ante la biblia feminista -podría ser el Segundo Sexo, de Simone de Beauvoir-, o ir a una marcha -con su debido pase de lista- o adherirse a una organización feminista.

Sólo pediría no deformar una filosofía-teoría y movimiento político que nos ha dado mucho a todas las mujeres, feministas o no. Ya me imagino a Hermila Galindo decirnos en esta época: "¡Vieran lo duro y cansado que es reclamar y negociar derechos!"

De plano, yo no sabría explicar lo que es ser feminista o cómo convencer a por lo menos trescientas mil mujeres y a 78 mil 347 hombres que necesito para convocar a mi foro mundial "anti-antifeminista", pues al feminismo sólo lo llevo en mi ser -retomando a Sartre- aun cuando siga con mis defectos y virtudes, retomando a Lupita D'alessio.

[1]http://www.msemanal.com/node/4644






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