La trata de personas es denominada por el Protocolo para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas, especialmente mujeres y niños, que complementa la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional, como: la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, el rapto, el fraude, el engaño, el abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación. Esa explotación incluirá, como mínimo, la explotación de la prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos; y como tal es un delito que se persigue internacionalmente porque atenta no sólo contra los derechos humanos del hombre, sino confiere repercusiones inimaginables para la sociedad en general. Tan sólo, según cifras de la Organización Internacional del Trabajo, la trata de personas es la tercera actividad ilegal más lucrativa a nivel mundial con ingresos anuales cerca de los 32 mil millones de dólares, de los cuales el 85% se origina del comercio sexual; la OIT estima que entre 980 mil y 1.250.000 niños se encuentran en una situación de trabajo forzoso debido a la trata de personas.

En este sentido, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a través de su secretario general Ban Ki-moon, solicitó la cooperación internacional para la implementación del Plan de Acción Global contra el Tráfico de Personas, donde una de las principales acciones es coordinar las acciones a todo nivel para hacer frente a este cáncer social que no conoce de fronteras. Hoy por hoy, la trata de personas es un delito que difícilmente se denuncia, por ende, la diferencia entre los datos conocidos y proporcionados por las autoridades varía mucho, y no reflejan la realidad existente en cada país. Lo verdaderamente importante es actuar para prevenir y combatir la trata de personas, prestando especial atención a las mujeres y los niños quienes son generalmente el punto focal de este delito. Además se debe trabajar para lograr unificar las acciones internas de cada país en este respecto y la unión de los países de origen, tránsito y destino de trata, a través de leyes y convenios internacionales que castiguen severamente a los traficantes y a todos los integrantes de estos crímenes, ya que la trata de personas es reconocido como un problema transnacional que afecta a la sociedad de distintas formas, que no distingue de clases sociales, de razas, de género y que provoca demasiado dolor y pérdida de vidas cada día; ya es tiempo de alzar la voz, de reconocer este problema y de sembrar la cooperación entre las naciones para lograr eficazmente disminuir este problema y de ser posible luchar para que sea erradicado.

"A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota".

Madre Teresa de Calcuta (1910-1997) Misionera de origen Albanés.

En la antigüedad dicho delito era denominado trata de blancas, debido a que se originó en un período de esclavitud donde la trata de negro(a)s era una situación aceptada por la población y representaba buena parte de los ingresos del gobierno, en contraste con la esclavitud de mujeres de raza blanca (quienes eran sustraídas de su hogar para ser explotadas como prostitutas o concubinas), siendo éste considerado delito y perseguido de oficio. En la actualidad se denomina a este delito trata de personas, porque constituye cualquier tipo de trata de personas sin importar la edad, género o raza, debido a que el término trata de blancas se originó por distinción racial y no por ser un delito.