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¿Qué es la transfobia?



Por Oralia Gómez
Etnóloga, letra-hispanista y antropóloga social. Feminista anti-racista.


Con motivo de la celebración del Día Internacional en Contra de la Homofobia y la Transfobia el próximo 17 de mayo, vale la pena escribir algunas líneas que aporten a la comprensión de la transfobia.

Comencemos por mencionar que el término transfobia (proveniente del inglés transphobia ) es un vocablo de manufactura relativamente reciente, de lo que da cuenta su ausencia en versiones electrónicas de diccionarios de la lengua inglesa consagrados tales como el Oxford, Cambridge, American Heritage o el Collins. La entrada también está ausente del Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española (22ª ed., 2003) y del Diccionario de uso del español de María Moliner (1997).

La omisión de una locución en un diccionario, sin embargo, no significa su inexistencia; expresa quizás el lento ritmo con el que el léxico se consagra en un libro de referencia. Recurramos entonces a la etimología de "transfobia", que se compone de dos partes. La primera es la partícula "trans" que de acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española es un afijo de origen latino que significa "al otro lado" o "a través de"; significa también trasladar o traspaso. La palabra "fobia", por su parte, proviene del griego -φοβ ί α y significa temor o aversión; es el rechazo o repugnancia obsesiva, compulsiva o irracional hacia alguien o algo.

El origen de las palabras siempre es útil para comenzar a dilucidar el significado de las mismas. No obstante, el contexto, las experiencias y los usos que se agazapan detrás de los vocablos resultan desde el punto de vista sociológico aún más interesantes. Así que volvamos al significado y uso de la palabra que nos compete. Efectivamente, el término "transfobia" se refiere a un traslado y al temor asociado a ese desplazamiento, tal como la etimología lo indica. El traslado, sin embargo, no es cambio de posición cualquiera. Por el contrario, se refiere a un cambio de una identidad de género asignada a una identidad elegida y, al temor, repudio y rechazo que esta elección (con sus transformaciones corporales temporales y/o permanentes) muchas veces genera. El miedo, a su vez, tampoco es un temor cualquiera. El término surgió precisamente para llamar la atención sobre lo infundado y peligroso que puede llegar a ser este temor irracional y prejuicioso. Irrumpe para advertirnos del clima de odio en el que está enraizado y para señalar las consecuencias nefastas que la gente receptora de ese miedo, temor, repudio u odio experimenta sistemáticamente.

Todo pareciera sugerir que el vocablo como tal surgió hacia finales de los años 90s, cuando el término hermano "transgénero" también estaba siendo horneado. Emergieron en el contexto de la lucha reivindicadora de la disidencia primero sexual y más tarde también genérica de los Estados Unidos de esa época. A lo largo de la última década han sido popularizados por diversos medios (ej. escritos, conferencias, presentaciones, páginas de internet, foros de discusión, etc.). En la actualidad, ambos comienzan a posicionarse como parte fundamental del repertorio léxico-político del activista de la diversidad genérica y sexual contemporánea tanto en los países del norte como del sur global. Más recientemente lo que inicialmente fuera una primera partícula de un vocablo se ha convertido en una palabra completa en sí misma. "Trans" ha comenzado a usarse como término genérico que sirve para referirse a las diversas formas que puede tomar la experiencia, expresión y/o identidad de género de las personas. A veces también es usado para expresar la manera en que cualquier traslado en el campo del género difiere, cuestiona y dialoga con las expectativas establecidas en la sociedad en la que vivimos.

Si bien el término "transfobia" surgió no hace mucho, las actitudes y experiencias que éste intenta capturar tienen una historia más longeva. No podemos proclamar que el odio o aversión profunda hacia las personas que, de diversa manera, ejercen una identidad de género diferente a la asignada socialmente haya existido en todas las culturas a través de todos los tiempos. Pensar de esa manera equivaldría a sugerir que la transfobia ha sido una práctica transhistórica y pancultural y eso simplemente no es cierto. Sin embargo, las prácticas y sentimientos transfóbicos están presentes en nuestra sociedad hoy y entonces tenemos que analizar sus características y efectos.

El temor hacia lo "trans" deriva de la existencia de una norma considerada como "normal", "correcta". La ruptura de dicha convención -supuestamente inamovible, esencial, sólida, eterna- genera esa reacción negativa. Y precisamente el término "transfobia" busca cuestionar esa naturalización de la aversión y del repudio a lo diferente. La transfobia se manifiesta de manera brutal y abierta, por ejemplo, a través de la violencia física o de la negación sistemática de beneficios y derechos de los que sí gozan otros segmentos de la población no-trans. Pero la transfobia también se expresa de manera más velada y sutil cuando por ejemplo la transgeneridad es considerada una patología médica y social o cuando la gente se resiste a nombrar a una persona trans con su nombre elegido. Entonces "transfobia" sirve para visibilizar y tratar de eliminar las formas abiertas y veladas de discriminación, odio, violencia, repudio, temor, rechazo, exclusión, inequidad cometidas en contra de las personas que transgreden o desdibujan las categorías genéricas (y sexuales) dominantes.

El significado exacto en que el término está siendo empleado dista de ser unánime. No obstante, su sentido político y militante contemporáneo sobrepasa las barreras semánticas contextuales. La primera vez que oí el término fue apenas a principios de agosto del 2008, cuando se llevó a cabo la XVII Conferencia Internacional del Sida en la ciudad de México. En aquel entonces escuché atenta a las chicas trans latinoamericanas que tomaban el micrófono y relataban las múltiples formas en las que la transfobia había afectado sus vidas. Muchas de ellas además afirmaban que las categorías epidemiológicas -como la de "HSH" u "Hombres que tienen sexo con hombres"- en las que se les había encasillado no hacían mucho por promover la prevención de la epidemia del VIH/SIDA, puesto que ellas no se reconocían como hombres gay u homosexuales, sino como mujeres trans. Sostenían acertadamente que la transfobia se expresa en la incapacidad y rechazo para reconocer las diferencias entre identidad de género y orientación sexual a las que aluden sus propias precisiones terminológicas y testimonios de vida.

En lo personal, cada que escucho "transfobia" se me viene a la mente la sabia y famosa frase de Simone de Beauvoir que dice que las mujeres no nacen, se hacen. Su postulado no puede más que recordarnos que ser mujer no reside en tener o nacer con una vagina o sin ella. (¡Qué absurdo sería que las mujeres que han tenido una histerectomía de pronto se enteraran que han dejado de ostentar el estatus de mujeres!) De la misma manera su frase nos alerta también en torno a los esencialismos falsos que pueden llevarnos a pensar que tener un pene o testículos hace de esa persona inevitable e invariablemente un hombre. La lucha contra la "transfobia" puede quizás percibirse como una batalla ajena a la feminista. Pero, si a pesar de las diferencias entre las distintas corrientes del pensamiento feminista identificamos que las personas feministas han luchado contra la naturalización de las características corporales y las capacidades reproductoras y la manera en que esta naturalización se traduce en exclusión e inequidad, no nos queda más que reconocer las semejanzas existentes entre luchas hermanas: la lucha contra el sexismo y la lucha contra la transfobia. Reparemos pues en el significado político de ambas luchas en contra de las discriminaciones, ciudadanías-de-segunda-clase, exclusiones que se sustentan aludiendo al género y levantemos la voz contra la transfobia.






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