MARZO 2018

Baños públicos: cuando las ganas nos alcanzan

Datos y casos concretos a propósito de los riesgos para las mujeres al hacer uso de los sanitarios, sirven como invitación a reconocer la necesidad de regular en torno del tema.

Quizá el primer vínculo de sororidad en la infancia es el de ir acompañadas al baño. Recuerdo que así le hacíamos en la primaria: mientras una atoraba la puerta por si no tenía seguro, otra "hacía casita" y una más vigilaba la entrada para que ningún chamaco se asomara o se metiera. Desde esa edad entendimos que esos espacios eran peligrosos para las mujeres.

Ir acompañadas a los baños no es una manía femenina, es una práctica segura (o menos riesgosa) que sigo viendo igualmente con adolescentes y jóvenes, aun en mujeres adultas. No tan fácil nos arriesgamos a entrar solas al "tocador"; sobre todo, los que están en zonas inseguras, solitarias o sin iluminación. Son los lugares propicios para cometer agresiones sexuales, incluso en contra de hombres.

Cubrir una necesidad fisiológica en la calle o en una zona abierta es un conflicto de género -poco estudiado- por varios motivos. El primero es que las mujeres no tenemos tantas alternativas como los hombres. Aunque orinar en la vía pública es una falta administrativa en la Ciudad de México, los hombres pueden hacerlo pegados a un poste o a las llantas de un auto sin tanto problema.

Para las mujeres, es -definitivamente- imposible; incluso, ni con la manguerita que se ofrece para expulsar la orina paradas. Es común que cuando andan en la calle, muchas no toman agua ni líquidos para evitar entrar a un sanitario de dudosa higiene, pero también con nula seguridad. Una mujer que se atrevió a orinar en una calle de la ciudad holandesa de Ámsterdam, fue multada con 90 euros.

Su caso llegó a los tribunales y el juez que lo asumió le dijo que debió haber usado el retrete de hombres más cercano y fácil de encontrar. Esto provocó una campaña en redes sociales con el hashtag #wildsplassen (miccionar en la calle) para pedir la instalación de más baños para mujeres. [1]

En la película Toilet, A Love Story, [2] se aborda la vida de las mujeres de la India que enfrentan la escasez de sanitarios públicos y en los hogares. Las que viven en el campo deben viajar en grupo para cubrir sus necesidades fisiológicas al aire libre, con el fin de evitar agresiones sexuales. Muchas lo hacen antes del amanecer o al anochecer, también para no exponerse a las miradas lascivas de los hombres. En el día, prefieren aguantarse, lo que les produce daños a la salud.

En los campamentos de refugiados en Grecia, la historia es similar. Las mujeres prefieren usar pañales para adultos, con el fin de no arriesgarse a una violación al ir al baño de noche. [3] En México, la situación se da de acuerdo con características como la edad, el territorio, la etnia o el nivel socioeconómico.

En la capital del país, los baños públicos exclusivos como negocio han aumentado en estaciones del metro o en calles con amplia actividad comercial (como el Centro Histórico). Unos están bien adaptados y limpios y cuentan con todos los servicios. En otros, difícilmente se puede entrar solo bajo propio riesgo.

Sin que se resuelvan las necesidades primarias de contar con baños limpios y seguros, existe un debate internacional sobre los sanitarios unisex, ante la discriminación de mujeres y hombres con distintas identidades genéricas (transexuales, transgénero o travestis, por ejemplo).

Las opiniones en contra de muchas mujeres han sido tomadas como discriminatorias. Aun así, ya se han abierto excusados neutros: en la Universidad Iberoamericana y en la Facultad de Estudios Superiores Iztacala, el primero de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Con todo, en México, los sanitarios no son una prioridad de política pública. La regulación de esos establecimientos es poco clara. Esto, a quién le puede interesar si no es que a las mujeres. Sin embargo, en la iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre ciudades y espacios públicos seguros para mujeres y niñas, [4] pese a que se ha convertido en un tema de relevancia en los últimos años, los baños no se toman en cuenta.

El Programa a mediano plazo CDMX, Ciudad segura y amigable para mujeres y niñas, dado a conocer el año pasado, solo menciona acciones para tener sanitarios seguros en instalaciones del transporte público. Pero más que una medida que beneficie a la población, son negocios privados sin seguridad ni personal.

El mes pasado se dio a conocer el caso de una estudiante que fue violada en el baño de una cafetería que está dentro del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH), plantel Vallejo. [5] Casos similares se pueden encontrar en los medios de comunicación, internet o en redes sociales, pero no pasa más allá del sensacionalismo o la nota roja.

Así, no nos queda más que seguir haciendo uso de las brigadas de seguridad más antiguas que hemos tenido: ir acompañadas al baño, de nuestras amigas, hermanas o hasta de desconocidas que, al igual que muchas, sienten temor -más que de pescar una infección o vomitar ante el olor insoportable a orines- a ser violadas o agredidas sexualmente.

Dejo aquí, una galería de mis viajes cotidianos por esta gran urbe llena de excusados...



Fuentes:
[1] https://www.elespanol.com/mundo/europa/20170921/248475982_0.html
[2] https://www.nytimes.com/es/2017/09/07/india-banos-salud/
[3] https://actualidad.rt.com/actualidad/257695-refugiadas-usan-panales-prevenir-violaciones
[4] http://mexico.unwomen.org/es/digiteca/publicaciones/2016/01/folleto-ciudades-seguras
[5] http://www.sinembargo.mx/21-02-2018/3388665