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El amor de pareja como forma de opresión y violencia contra las mujeres (parte 2)
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Por Raquel Ramírez Salgado
Feminista y maestrante en Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM
* Cuando de experiencias de violencia en la pareja se trata, dice la autora, leer, comprender y reflexionar no es fácil, es doloroso, pero también esclarecedor y alentador.
Parte 2. La crítica feminista frente al amor patriarcal. Simone de Beauvoir, la enamorada.
La maternidad y la conyugalidad de las mujeres, afirma Marcela Lagarde, no involucran directamente la procreación ni el erotismo porque las mujeres podemos ser madres temporales o permanentes, además de nuestras hijas o hijos, de amigos, hermanos, novios, esposos, nueras, yernos, allegados, compañeros de trabajo o de la escuela, y de muchas otras personas; y el rol de la maternidad con todos ellos se cumple al relacionarnos y cuidarlos maternalmente (Lagarde, 2005: 364).
¿Qué significa cuidar a alguien maternalmente según el mandato patriarcal? "Renunciar" al bienestar propio con tal de satisfacer necesidades y deseos de los otros, aunque se ponga en peligro la integridad física y mental.
Para las mujeres, ser madres y esposas consiste en realizar actividades de reproducción y tener relaciones de servidumbre con los demás, es decir, expresar nuestro ser a partir del mandato del ser para los otros (Lagarde, 2005: 363). El papel de las mujeres como proveedoras de afectos se ha naturalizado y esto obstaculiza la visibilización de las consecuencias nocivas de este mandato en la calidad de vida de las mujeres.
La servidumbre de las mujeres se aprende e internaliza en lo más profundo de nuestras subjetividades, producto del confinamiento en el espacio doméstico; sin embargo, la servidumbre aparece también en la subjetividad de mujeres que poseen recursos económicos, sociales y culturales que les permitirían vivir en mejores condiciones, insertas incluso en sociedades avanzadas, con tendencias genéricas democráticas (Lagarde, 2005: 165), llámese Islandia, Noruega o Finlandia
¿Dónde encontrar la explicación a esto?
La explicación, afirma Marcela Lagarde, debe buscarse en la dependencia, en sus más variadas formas y manifestaciones, que presiona a las mujeres a vivir en cautiverio, bajo condiciones de opresión, renunciando a su libertad económica, social, subjetiva o política. La dependencia es la metodología operativa de la opresión patriarcal (Lagarde, 2005: 165).
¿A qué se refiere la crítica feminista con la dependencia de las mujeres?
A continuación, presentaré brevemente los argumentos de la filósofa francesa Simone de Beauvoir sobre la opresión de las mujeres a través del amor.
Cuando el amor no significa lo mismo para las mujeres y para los hombres
En el capítulo La enamorada de su célebre ensayo El segundo sexo, la gran Simone de Beauvoir afirma que el amor no tiene el mismo sentido para las mujeres que para los hombres, ya que para las primeras, el amor es una dimisión total en beneficio de un amo (De Beauvoir, 1999: 636).
Encerrada en la esfera de lo relativo, destinada al hombre desde su infancia y habituada a ver en él un soberano con el que no tiene permitido igualarse, lo que soñará la mujer será, unirse y confundirse con este ser soberano como única salida para trascender su ser, perderse en el cuerpo y el alma de este ser que le es designado como lo absoluto y esencial (De Beauvoir, 1999: 637).
La dedicación absoluta al ser soberano, dice De Beauvoir, resulta la única salida para las mujeres que aceptaron el destino femenino tradicional, o bien han conocido una dura soledad, o han apostado a alguna empresa que ha fracasado, entonces entrevén la oportunidad de salvar su vida decepcionante dedicándosela a un ser excepcional (De Beauvoir, 1999: 637).
"Mi pequeña, mi querida niña" son halagos dichos por el ser excepcional que provocan gozo en toda enamorada, las hace resucitar el amparo que de niñas tuvieron en el hogar familiar y así ocultar su desamparo en el mundo, el sufrimiento que muchas han experimentado para volverse adultas: volver a ser niña en los brazos de un hombre que las colma de felicidad (De Beauvoir, 1999: 639).
Al entregar su vida al ser excepcional, la enamorada se somete a los caprichos masculinos y puede jugar el papel de mujer, esclava, reina, flor, sirvienta, cortesana, musa, compañera, madre, hermana o hija, según los sueños fugaces o las órdenes imperiosas de los amantes. Si la enamorada fracasa en saciar los deseos del amante, se encarnizará en reprochárselo, ya sea durante una corta o larga temporada, y tal vez a lo largo de su vida (De Beauvoir, 1999: 646-647).
La dicha suprema de la enamorada consiste en que el hombre amado la reconozca como parte de él y así ella comienza a ver el mundo con los ojos de éste: lee los mismos libros, prefiere los cuadros y la música que él prefiere, no le interesan sino los paisajes que ve con él, las ideas que proceden de él, adopta sus amistades y enemistades, sus opiniones; el centro del mundo ya no es el lugar donde ella está, sino aquel en donde se halla su amado, todos los caminos parten de su casa y allí la llevan (De Beauvoir, 1999: 647).
La enamorada depende de su amado, se ha enajenado en otro, quien a su vez no depende de ella, está seguro de que le pertenece y en todo caso, otra podría ocupar su lugar (De Beauvoir, 1999: 655). Con esto se cumple la regla patriarcal que nos ubica a las mujeres en el espacio de las idénticas, de aquellas estructuradas para cumplir las mismas funciones proveedoras de afectos, por lo que otra puede sustituir a la otra sin problema.
Durante la ausencia del ser amado, la enamorada se siente en peligro, "no hay mucha distancia entre la traición, la ausencia y la infidelidad", y ésta se vuelve celosa y cómo no si en cada mirada que el hombre amado dirige a otra mujer pone en juego su destino y supervivencia, puesto que ha enajenado en él todo su ser. Imprecisos o definidos, sin fundamento o justificados, los celos son para la enamorada una tortura enloquecedora porque si la traición es cierta, habrá que renunciar a ese amor (De Beauvoir, 1999: 658).
Simone de Beauvoir concluye este capítulo afirmando que el amor auténtico debería basarse en el reconocimiento recíproco de dos libertades, y así ninguno de los amantes abdicaría su trascendencia ni se mutilaría. Cuando las mujeres seamos capaces de amar con nuestra fuerza y no con nuestra debilidad, el amor será para nosotras, como para los hombres, fuente de vida y no de mortal peligro.
Tal vez Simone de Beauvoir reflejó todas estas ideas, miedos y preocupaciones sobre la opresión de las mujeres a través del amor en su obra... el sufrimiento que le provocó la relación con Jean Paul Sartre está presente en La invitada, en La fuerza de las cosas y en La ceremonia del adiós.
Después de todo, el amor entre Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre no era el reconocimiento recíproco de dos libertades porque ella no era libre, estaba ahí para satisfacer las necesidades afectivas e intelectuales del ser amado, era la enamorada . Una vez más, la experiencia personal nutre a la crítica feminista.
Simone de Beauvoir escribió El segundo sexo en 1949, pero pareciera que sus reflexiones están vigentes en el 2012...¿por qué? ¿Cómo se desarrolló la crítica feminista al amor patriarcal en las décadas subsecuentes a la publicación del ensayo de Simone de Beauvoir? En la próxima entrega, la crítica feminista al amor patriarcal durante la tercera ola del feminismo.
LEE TODA LA SERIE:
>>> El amor de pareja como forma de opresión y violencia contra las mujeres (parte 4 y última). Y después de todo, cómo se conecta la crítica feminista con mi vida? Los costos del amor patriarcal en mi propia experiencia.
>>> El amor de pareja como forma de opresión y violencia contra las mujeres (parte 3). La crítica del feminismo de la tercera ola al amor patriarcal: Por qué el amor es aún una experiencia insatisfactoria y frustrante para las mujeres?
>>> El amor de pareja como forma de opresión y violencia contra las mujeres (parte 2). La crítica feminista frente al amor patriarcal. Simone de Beauvoir, la enamorada.
>>> El amor de pareja como forma de opresión y violencia contra las mujeres (parte 1). De cómo retomé la experiencia propia para encontrar respuestas.