ABRIL 2018

Sheinbaum contra Barrales: razón contra emoción

Guadalupe López García nos habla de la participación política de las mujeres, su deuda con el feminismo y la actual contienda en las campañas electorales, en un contexto donde razón y emoción son claves para alcanzar la jefatura de Gobierno de la CDMX.

Ya lo dijo la periodista Sara Lovera: ninguna de las candidatas aliancistas a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México (CDMX), Claudia Sheinbaum (Juntos haremos Historia) y Alejandra Barrales (Por la Ciudad de México al Frente) tiene el "chip feminista", [1] como tampoco seguramente lo incluyen muchas de las miles de mujeres que participarán en las elecciones del 1 de julio de 2018, cuando se elijan a más de 3,400 representantes populares a nivel federal, estatal y municipal, de acuerdo con el Instituto Nacional Electoral (INE) [2].

Las aspirantes, muchas de ellas con larga trayectoria en la política; otras, sin experiencia, tienen que reconocer que ese logro se debe al feminismo, no sin advertir que lo harán con desventaja, resistencia, trampas y violencia. Deben -incluidos los hombres- promover y garantizar el ejercicio de los derechos humanos de las mujeres, de acuerdo con el marco normativo internacional, federal y estatal en esa materia, pese a que no se asuman como feministas.

Por lo pronto, muchas se han apropiado, al menos en el discurso, de las demandas para erradicar la violencia y discriminación contra las mujeres y para disminuir las brechas de desigualdad. El tema de la violencia y el feminicidio es utilizado como propaganda política, pues su mención es frecuente.

Otras (y otros) refuerzan las ideas y creencias en cuanto a los papeles y estereotipos de género o se han mostrado abiertamente por "defender la vida" desde el "momento de la concepción". Unas (y unos) más, con la idea de que pueden espantar al electorado o ser vetadas por sus partidos, prefieren no meterse en problemas y mostrarse ambiguas/os en cuanto a los temas como el aborto y los matrimonios entre los mismos sexos.

La paridad también hizo que en las elecciones contendieran mujeres contra mujeres, incluso feministas contra feministas. En elecciones pasadas, la "cargada feminista" (utilizando el argot partidista) se inclinaba hacia las pocas candidatas con ese perfil que postulaban los partidos. Ahora, hasta se han generado confrontaciones por apoyar a uno u otro partido.

Desde los movimientos feministas se ha alertado de las posiciones conservadoras de la mayoría de las y los candidatos, incluidos a los cargos más relevantes: la presidencia de la república, las gubernaturas y la jefatura de la CDMX. En la elecciín local compiten cinco mujeres; además de Sheinbaum Pardo (Morena, PES y PT) y Barrales Magdaleno (PRD, PAN y MC), están Lorena Osornio Elizondo (independiente), Mariana Boy Tamborrell (PVEM) y Purificación Carpinteyro Calderón (Panal), así como dos hombres: Mikel Arriola Peñalosa (PRI) y Marcos Rascón Córdova (Partido Humanista).

Con independencia de sus propuestas de gobierno y plataformas electorales, las campañas de Sheinbaum y Barrales tienen una particularidad que llama la atención: la primera utiliza la razón y la segunda, la emoción, para llegar al electorado (aquí reproducimos parte de las imágenes que refuerzan este argumento).

No es una novedad, pues en las campañas lo que se busca no es convencer sino conmover. Como lo indicó la investigadora feminista Gloria Bonder en un foro [3]: el discurso de los derechos humanos no está (en la actualidad latinoamericana) sino el de la unión y la promesa de felicidad. El "voto racional" contra el "voto emocional" es un tema constantemente analizado, donde se advierte de la peligrosidad del segundo.

"Cuando las emociones dominan sobre la cabeza, las cosas se pueden poner muy complicadas", dice el analista político Luis Rubio [4]. El año pasado, Mauricio Mechulan indicó en un noticiario matutino sobre las elecciones presidenciales en Estados Unidos en 2016, que quien tiende a la emoción votaría por Trump y quien se fuera por lo racional, lo haría por Hilary Clinton.

Esos razonamientos responden a una visión psicologizada de las emociones, las cuales son consideradas como la parte instintiva, animal, de los seres humanos, contrapuesta a la razón. Premisa reproducida, inclusive, por el feminismo; no obstante que este hace una crítica de cómo la mujer es considerada el "sexo emocional", contrario al hombre, definido por el Diccionario de la Lengua Española como "ser animado racional".

Pese a ello, se considera que las mujeres somos las que perdemos fácilmente el control de las emociones; incluso, por causas biológicas: "Estás en tus días", nos dicen. Los "cambios emocionales" en ese periodo -por culpa de las hormonas- es un argumento para justificar la exclusión de las mujeres en la política. Sería peligroso que tomáramos decisiones durante la menstruación.

Hillary Clinton, una de las mujeres más poderosas de Estados Unidos, comentó que para sobrevivir en el mundo machista de la política aprendió a controlar sus emociones, aunque no creía que fuera "fría" ni poco "emotiva",[5] como la mostraban los analistas durante el proceso electoral en aquel país. Es decir, se nos obliga -y nos obligamos- a ser "racionales", pero se nos critica por serlo. Un ser "racional" es más valorado que un ser "emotivo", siempre y cuando sea hombre; ese es el mensaje.

Sara Ahmed indica que al igual que lo personal es político (una máxima feminista), lo emocional también es político: "Las emociones son públicas y se organizan socialmente".[6] La psicóloga y antropóloga Oliva López Sánchez refiere -retomando a Rocío Enríquez- que las emociones son "individualmente vividas, socialmente construidas, culturalmente trasmitidas" y agrega que están "históricamente situadas".[7] Una acotación más: son sexualmente diferenciadas.

Es por eso que llama la atención los contenidos de las campañas de las dos mujeres que buscan gobernar la capital del país. El estereotipo que le han asignado a Sheimbaum es el de intelectual, científica, académica y especialista en medio ambiente. De hecho, es parte de su perfil y ella así se presenta. Entre sus propuestas para las mujeres, además de programas sociales, convertiría en secretaría al Instituto de las Mujeres de la CDMX y promovería que se declare la Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres.

En tanto, Barrales se presenta como más jovial; utiliza a su hija en sus actos y propaganda y tiene una cumbia que habla del amor por la ciudad. Una de sus promesas es la de crear más guarderías para madres trabajadoras, ayuda económica a jefas de familia y escuela para padres (supongo que igual para madres).

Desde esta perspectiva, podemos decir que son posiciones contradictorias, pero son más parecidas de lo que se piensa: cada una responde al discurso naturalizado "emoción contra razón", con el componente de género.

Quizá con el afán de borrar los escándalos de corrupción en los que ha sido involucrada, a Barrales se le construyó una imagen maternal y jocosa, en tanto que Sheinbaum recalca su perfil de científica y se promociona con el estilo característico con el que siempre se ha conducido como funcionaria.

Ya lo dijo Lovera: en la CDMX gobernará una mujer. Será un hecho histórico; sin embargo, una podría ganar por el efecto AMLO y la otra porque proviene del partido que ha manejado a la capital del país desde 1997. Si acaso, Arriola -cuyo eje de campaña ha sido el de defender el matrimonio solo entre mujer y hombre- pudiera romper esa tendencia, pero sería a través de un fraude, porque el voto duro ahora es perredista y el candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador encabeza las encuestas.

Oliva López, especialista en el estudio sociocultural de las emociones, comenta para MujeresNet que, en este caso, no se trata de ver quién "tiene la razón" sino de entender cómo las emociones tienen un papel fundamental en las relaciones sociales, en la cultura y -en este caso- en la política, y que forman parte de las decisiones tanto individuales como colectivas y públicas. Se cuestiona que se siga viendo a las emociones como un aspecto peligroso e irreconciliable con la razón, cuando se debería de partir de que los seres humanos son sujetos pensantes y sintientes, dos dimensiones inseparables, agrega.

Retomando a Javier Salas, a veces, la verdad no siempre importa: "En ocasiones se ignoran los hechos porque no se adaptan a lo que pensamos",[8] pero también -añado- a lo que sentimos. Eso lo deben tomar en cuenta quienes están participando en este proceso electoral.


Fuentes:
[1] "El Debate sobre la Ciudad de M%eacute;xico: ¿Y las mujeres qué?", Columna "Palabra de Antígona". Disponible en: http://www.mujeresnet.info/2018/04/el-debate-sobre-la-ciudad-de-mexico-y-las-mujeres-que.html
[2] Consultado en: http://www.ine.mx/wp-content/uploads/2018/02/Mapa-electoral-2018.pdf
[3] Foro Internacional sobre Derechos Humanos de las Mujeres, 11 de abril de 2018, Senado de la República.
[4] Consultado en: http://www.unotv.com/videoblogs/opinion/luis-rubio/detalle/luis-rubio-29junio16-251238/
[5] Siede, Caroline (2016), "Para entender a Hillary Clinton", en Letras Libres, noviembre 2016.
[6] "Lo emocional como político: reseña del libro La política cultural de las emociones (2015), de Sara Ahmed. Ciudad de México: Programa Universitario de Estudios de Género de la UNAM". Disponible en: http://www.debatefeminista.cieg.unam.mx/wp-content/uploads/2016/03/articulos/051_07.pdf
[7] López Sánchez, Oliva (2011), "Reflexiones iniciales sobre una historia cultural de la construcción emocional de las mujeres en el siglo XIX mexicano", en Oliva López (coord.) La pérdida del paraíso. El lugar de las emociones en la sociedad mexicana entre los siglos XIX y XX, Fes Iztacala-UNAM, México, p. 35.
[8] Consultado en: https://elpais.com/elpais/2018/01/26/ciencia/1516965692_948158.html?id_externo_rsoc=FB_CM