MARZO 2018

8 de marzo

A propósito de las felicitaciones que circularon en las redes por el Día Internacional de la Mujer, Lucía Rivadeneyra invita a no olvidar las razones detrás de la conmemoración anual del 8 de marzo, y aprovechar para 'depurar Facebook'.

Amar es combatir.
Octavio Paz


Siempre hay sorpresas el 8 de marzo. Cada vez es mayor la participación de cientos de miles de mujeres. Cada vez, quiero creer, hay más conciencia de la opresión y de la necesidad por apostar al respeto entre los seres humanos. Las redes sociales, como siempre, son un arma de dos filos. Por un lado, muchas personas saben y entienden perfectamente qué se conmemora este día; otras quizá no lo tengan muy claro, pero llevan décadas en la trinchera cotidiana de la vida tratando de ejercer sus derechos como mujeres o enfrentando una realidad adversa.

Este 8 de marzo recibí varias felicitaciones, más de hombres que de mujeres, por WhatsApp y Messenger, ya no por teléfono fijo porque ese sólo suena cuando llama cualquier banco. Pero hubo un video (que me llegó como tres veces y que apareció en Facebook otras tantas) de una mujer con sombrero, joven y maquilladísima, que portaba una rosa y a ésta le caían pétalos encima; claro que estaba musicalizado. Pudo más mi curiosidad que lo que veía venir y lo leí. Palabras más, palabras menos, dice cosas como que a las mujeres hay que felicitarlas todo el año porque dan lo mejor de sí mismas, porque se esfuerzan en mantener unida a su familia, porque soportan dolores que ningún otro ser puede soportar, sangran, usan tacones, cocinan, limpian, cuidan a los hijos, pasan por cambios hormonales, partos, "mas sin embargo" como soportan tanto, son seres extraordinarios y necesarias para todo.

También, dice el video, gracias a las benditas mujeres se conoce el verdadero amor de amiga, de madre, de hermana, de tía, de abuela, de esposa, de hija, de prima. Por tanto, ¡felicidades, mujeres! Al final decía algo así como "si estás de acuerdo con todo esto, comparte para que ninguna mujer se quede sin felicitar". Como no estaba de acuerdo con nada, no se lo envié a nadie.

Llamó mi atención saber que aún hay gente que se la cree tal cual. Todavía hay mujeres del "Club de la rodilla sangrante", como dice la gran comunicadora Patricia Kelly. No obstante, cientos de miles sabemos que Sara García, Prudencia Grifell, Libertad Lamarque, Amparo Rivelles y -en algunos papeles- Marga López-, entre otras, ya murieron y no nos creemos el cuento de la abnegación, el dolor, el sacrificio, en esos términos.

No obstante, no deja de llamar la atención que gente de diversos sectores económicos, profesionales, socioculturales y de edades diferentes todavía no entienda que el 8 de marzo no es el famoso día de las "cabecitas blancas", es decir, de las madres a la vieja usanza.

Los logros conseguidos década tras década se han ido sumando. La batalla es cotidiana, día a día. Poco a poco se ha ido creando una cultura de la denuncia, de la conciencia y de la necesidad del respeto y la libertad. Supongo que poco a poco irá quedando claro que la conmemoración de un hecho trágico en contra de más de 140 mujeres explotadas laboralmente, ha sido la pauta mundial para unir inquietudes, para exigir equidad, para continuar una lucha de siglos por la igualdad de derechos de hombres y mujeres. Las manifestaciones en muchos países no sólo del mundo occidental, fueron sorprendentes. Se convocó a un paro internacional de mujeres con buena participación. En España, la respuesta fue contundente: más de 60 ciudades tuvieron marchas con un número inédito de asistentes. Las fotografías de las avenidas son impresionantes. En México también se salió a las calles.

Sí, ante la masacre de más de 140 obreras en una fábrica textil de Nueva York, ante la ablación, ante el ócido en el cuerpo, ante los 7 asesinatos diarios de mujeres en México (en los cuales previamente violan, torturan y dejan los cuerpos desmembrados), ante el acoso laboral de décadas, ante la violencia obstétrica, ante los ilegales despidos laborales por embarazo, ante la diferencia salarial por desempeñar el mismo trabajo, según el género; ante la alerta de la ONU y la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) por violencia extrema contra mujeres en México, entre otros muchos ejemplos, no entiendo la cerrazón de quienes siguen atacando a las mujeres.

En Facebook, reflejo de millones, hay quienes confunden el civismo más elemental e incluso el sentido común, con la equidad. No dejan de impactar e indignar los comentarios de mujeres y hombres misóginos que subieron memes, "frases célebres", chistes o afirmaciones que lo único que revelan es "la superioridá" de los que se creen autoridad en el lenguaje o que piensan en algunas mujeres que quieren "privilegios", aunque nunca aclaran de qué tipo.

Estos "personajes" -lo pienso de buena fe- revelan su infinita ignorancia respecto a la violencia ancestral que todas la mujeres, de una u otra forma, hemos vivido. Algunas con el paso de los años han podido superar diversos actos de infamia y de desigualdad. Otras, están muertas. Mientras escribo este texto, Nefertiti y Grecia, dos adolescentes en Veracruz, fueron asesinadas por policías. Y no falta quien dice que hablar de las muertas es dramatizar.

Los refranes tienen algo de sabiduría; los que dicen que no hay más ciego que el que no quiere ver ni más sordo que el que no quiere oír, bien se pueden utilizar para quienes se enojan e insultan a una mujer que denuncia porque le dijeron guapa. Toda una vida se han creído con derecho de decirnos lo que se les da la gana. No conozco a una sola mujer que no le haya ocurrido algo en la calle o en el transporte público o en espacios laborales o...

Buen momento para reflexionar sobre actitudes machistas de mujeres y hombres. Buen momento para meditar sobre la palabra sororidad; hay quien la pronuncia todos los días y traiciona todos los días. Buen momento para continuar la vida y combatir desde la trinchera que nos corresponda, con participación y trabajo. Buen momento para no parar en la exigencia de derechos. Buen momento, también, para depurar Facebook.