ENERO 2018

Los grilletes de la libertad

Foto: Dulce Miranda/MujeresNet

Por convicción errada o por la fuerza de la costumbre y las tradiciones, permitimos y legitimamos la discriminación y la intolerancia, 'jaulas invisibles pero eficaces'. La autora nos exhorta a fortalecer y reconocer los derechos humanos y de los animales.

La discriminación y la intolerancia son los grilletes de la libertad; aíslan y marginan. Han ido fragmentando a la sociedad y al mundo, son los vendajes que cubren nuestros ojos e impiden advertir la violencia que efectuamos; negación de mirar con respeto y brindar el trato digno a los miembros de la sociedad y del planeta. Con ello limitamos la libertad de los otros y en ocasiones de nosotros mismos, son jaulas invisibles pero eficaces.

La discriminación y la intolerancia son los compañeros de la persona social construidos por la cultura del poder. Para Max Weber, en su obra Economía y sociedad, el poder "es la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aun contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad" (Weber, 1983:43). Estos dos conceptos, discriminación e intolerancia, conllevan un carácter estructural remitido a un contexto social e histórico. A los que se suma un ingrediente adicional: la violencia que en su expresión más simple, es definida como el ejercicio de la fuerza, del poder, del fuerte sobre el débil, fundamentado en la desigualdad. Si bien, la resistencia estará presente, siempre latente en la búsqueda de nuevos espacios de libertad.

La discriminación es excluyente, y por tanto atenta contra la libertad. La discriminación es más frecuente de lo que muchos quisieran reconocer, es la manifestación plena de la intolerancia y rechazo a lo que no es como la mayoría, o bien al concepto de lo común y cotidiano que se sustenta en un momento histórico y por una sociedad determinada. La discriminación fragmenta a la sociedad, por tanto a la libertad.

Las diferentes formas de expresión de la discriminación y la intolerancia suelen ser tan arraigadas y legitimizadas que en muchas de las ocasiones no son visibles, ni para la víctima misma. Ello no lo exime de ser una característica reprobable del comportamiento humano. Si bien se debe reconocer que en este tema se han dado logros importantes, principalmente con la acción decidida de organismos internacionales que impactan en las políticas públicas de los diferentes países, el trabajo no concluye. Ya que la discriminación y la intolerancia son prácticas cotidianas de nuevo rostro, pero vigentes, por lo que deben de ser reconocidas, combatidas y rechazadas. El hablar de lo inclusivo es el reconocimiento tácito de que se limita a un grupo de personas del desarrollo humano previsto para el resto de la sociedad.

La discriminación y la intolerancia, no son hechos aislados. Son limitantes de la libertad y va aparejado de violencia, de repudio y en casos extremos de muerte. En muchas de las manifestaciones radicales, generalmente derivadas por el fanatismo, el poderío de las naciones por el establecimiento de imperios. El actuar humano desde diferentes ámbitos ha significado el exterminio y la agresión no sólo a personas sino a poblaciones enteras. El genocidio, ha ido de la mano de los grupos sociales, desde la eliminación de los Neandertales por el Homo Sapiens la erradicación de grupos de personas ha sido una práctica frecuente y aberrante. Es la muestra más grave a la intolerancia y expresión de la ignorancia.

"La discriminación niega el ejercicio igualitario de libertades, derechos y oportunidades a cualquier persona; la excluye y la pone en desventaja para desarrollar de forma plena su vida; la coloca, además en una situación de alta vulnerabilidad. Esa desventaja sistemática, injusta e inmerecida, provoca que quienes la padecen sean cada vez más susceptibles a ser violados en sus derechos en el futuro." (Encuesta Nacional sobre Discriminación en México, ENADIS, 2010:7)

Hagamos visible las distintas formas de limitar espacios de libertad. Aun aquellas que son prácticas rutinarias. El acto de señalar o mirar a una persona discapacitada, o de raza diferente a la nuestra, el trato a la población indígena, a los de menor rango ocupacional al que sustentamos, o bien por su nivel educativo o económico a las personas que realizan labores de limpieza, de trabajo duro o la exclusión de hombres y mujeres por sus preferencias sexuales, y entre sus peores manifestaciones está el trato a las personas adultas mayores, a los enfermos, a los menores de edad, a las mujeres, ya que todos fuimos, seremos o somos parte de dichos grupos de población y finalmente a nuestros infortunados compañeros de existencia, los animales no racionales, a los que hemos aprisionado, arrebatado su hábitat, su alimento y el derecho de una vida digna o de la vida misma.

Es necesario reconocer que todos hemos practicado un acto de discriminación, ya sea por convicción errada, pero consciente, o bien por la fuerza de la costumbre, del impulso de las tradiciones culturales y sociales que no lo justifica pero lo permite, lo legitima en la acción. Esto es lo que ha mantenido vigentes y justificadas las formas más sutiles de la intolerancia, discriminación y limitante del ejercicio de la libertad en donde las desigualdades, como es el hecho de no poder acceder a los diferentes ámbitos del desarrollo humano (la educación, la diversión, la cultura y el trabajo), limitan, excluyen y marginan. Se encierra en la cárcel del aislamiento privando de la libertad de poseer sueños.

El combate a la discriminación, el fortalecimiento y reconocimiento de los derechos humanos como garantes de la libertad es trabajo de todos, seamos tolerantes y respetuosos a las diferencias, demostremos nuestra educación y capacidad de vivir en sana convivencia y gozar de la libertad del derecho de anhelar por igual; las aspiraciones de la persona no precisan de fronteras marcadas por las diferencias.

Muchas de las organizaciones civiles dan muestra, una vez más, de su actividad decidida que abre espacios. Son personas que se organizan y participan con un solo propósito, un interés común, como el caso del reconocimiento al derecho a una existencia digna de las especies animales merecedoras de respeto y un buen trato; si bien es un gran reto y la ruptura de paradigmas, idiosincrasias y prejuicios, es una lucha a la que todos debemos de sumar. Es la búsqueda de un mundo en que todos sus seres vivos sean respetados y tratados con dignidad. Intentemos al menos signar este compromiso con los animales no racionales más cercanos a nosotros, los perros y gatos y demás mal llamados mascotas que tienen el infortunio de ser nuestros compañeros de vida, y que al ser definidos como mascotas se cosifican, al verlos como objetos, se les resta valor, se les da un trato sin dignidad. Esperemos que con el cambio de mentalidad un día sea posible un trato respetuoso con las otras especies del planeta y con nuestros semejantes. Realicemos este esfuerzo, que cada año que inicia sea el propósito de atajar el camino a la intolerancia y la discriminación en cualquiera de sus manifestaciones. Que este sea nuestro único propósito para 2018.