Comunicóloga, escritora, poeta y catedrática de la UNAM.
Lucía Rivadeneyra reseña este libro del periodista José Luis Martínez S., quien a través de 26 crónicas y 27 fotografías nos trae la vida de la Ciudad de México antes del terremoto del 19 de septiembre de 1985.
Se habla de la Ciudad de México, en muchas ocasiones, como si fuera una mujer. Se piensa en su Centro, sus arterias, sus inundaciones, sus puntos neurálgicos. Algunas personas la viven sin advertirla; otras, en cambio, la gozan y se comprometen con ella día a día o noche a noche, como lo ha hecho el periodista José Luis Martínez S., quien nació en ella en 1955 y quien ha obsequiado sus memorias de noctámbulo, acompañado por "la luz de la música", entre luces artificiales, cafés, cantinas, la sala de redacción, los rincones, la noche y la madrugada.
Veintiséis crónicas y una "Elegía del retorno" conforman el libro El día que cambió la noche, cuyo común denominador es la irrepetible Ciudad de México en los años setenta y la primera mitad de los ochenta, para mayor precisión, hasta el 18 de septiembre de 1985. La mañana del 19 fue el terremoto.
Lectura ineludible para cualquier persona que tenga memoria de esos años y para quien ya no tuvo la experiencia de vivirla como era: exuberante, lúdica, inquietante, sugerente, versátil, intensa. Texto escrito con la tinta de la nostalgia por algo que se amó, sin tener mucha conciencia porque o se vive o se analiza. Martínez S. rememora una charla con la cantante Lupita Palomera y luego confiesa que "a veces, en las noches, pongo alguno de sus discos de vinil en el tornamesa, que conservo como un tesoro, y al oírla vuelvo a mis treinta años, cuando todo parecía para siempre".
Para todos los individuos que asistimos a la Taberna del Greco, al cine Regis (Portero de noche o Saco y Vanzetti, entre otras decenas de filmes), a la cafetería del Regis o compramos aspirinas en la Farmacia del mismo nombre; o fuimos al bar del Hotel del Prado ("Jamás volvería a ver sus marquesinas encendidas y durante mucho tiempo su edificio fue un fantasma en una calle poblada de ausencias", dice el autor), a Catacumbas, al Capri, a El Patio o a cualquier cabaret de esos años es obligado "levantar imagen". Cualquiera que haya admirado o literalmente babeado por Olga Breeskin, la Princesa Lea, Mora Escudero u otra vedette de esos años o que haya ido a cantinas restaurantes, salones de baile del llamado Centro Histórico, es indispensable leer este trabajo de crónicas urbanas.
El autor no se conforma con ofrecer un panorama de la noche en el Distrito Federal hasta 1985, brinda también algunas de las lecciones de periodismo y de la responsabilidad de éste; lecciones dadas por su maestro don Vicente Ortega Colunga. Su primer encuentro es memorable:
"La primera vez que lo vi, don Vicente estaba en su escritorio, leyendo un libro; tenía la corbata desanudada, el gesto hosco y el cabello alborotado. Andrés de Luna, jefe de redacción de Su Otro Yo, me propuso como corrector y él quiso entrevistarme. Ya le había propuesto otros y habían resultado un fiasco.
"Cuando entré a su oficina, mirándome por encima de los lentes me preguntó si tenía experiencia. De pie, le respondí que no.
"-¿Entonces?- dijo volviendo a la lectura.
"-Tengo una excelente ortografía -le contesté a botepronto, con insolencia.
"Dejó su libro a un lado y se me quedó viendo, con una sonrisa indescifrable; después de un breve, incómodo silencio, me dijo que estaría a prueba un mes.
"Así obtuve el puesto que en realidad no deseaba. Mis ambiciones profesionales estaban en la academia: quería dar clases y dedicarme a la investigación. No pretendía nada más. Pero ese encuentro me cambió la vida".
Gracias a la ortografía y "a la insolencia" los lectores tenemos a un gran reportero, cronista, columnista, ensayista, reseñista y espléndido director del suplemento cultural Laberinto del periódico Milenio Diario. José Luis Martínez S. descubrió sobre la marcha su pasión por una ciudad que se le revelaba. Se dejó seducir y dejó testimonio.
La edición de El día que cambió la noche está aderezada con 27 fotografías de esos años, alguna de la ciudad, otras de carteleras de centros nocturnos y de vedettes como Gioconda, Lyn May, Mara Maru (la última estrella del Capri; también de Amparo Montes, Lupita D'Alessio, José José, entre otros. Relata en este libro, crónica a crónica, la noche de la Ciudad de México cuando era reportero de Su Otro Yo, donde aprendió, entre muchas otras cosas, que eran menos importantes sus gustos y prejuicios que la información.
Así, los lectores recuperamos una historia y aprehendemos esta metrópoli, la cual se nos metió poco a poco entre el corazón y los ojos y nos invadió todas las vísceras, pero que se nos fue de golpe la mañana del jueves 19 de septiembre, a las 07:19. Quien tenga memoria de esos años sentirá siempre una descarga de adrenalina.
De igual forma, obsequia la desolación posterior al sismo: "Esa noche, la del 19 de septiembre, por primera vez, caminé en una ciudad sin luces ni música. No quería ir a casa, sentía miedo de lo que pudiera encontrar en el trayecto, de los fantasmas que acechaban por doquier. Tenía los ojos húmedos y el pensamiento en otra parte...
"Los imagino (a unos amigos) burlándose de mi seriedad, de mi cursilería, de todo. Descifrando conmigo el mapa de un pasado que nos hace ver el presente de otra manera, lamentando las constantes pérdidas en el patrimonio urbano, sólo a salvo de la incuria en las páginas de sus cronistas.
"Quizá se estremecerían como yo al leer estos versos de José Emilio Pacheco:
Era tan bella (nos parece ahora)
esa ciudad que odiábamos y nunca
volverá a su lugar.
"Ignoro si los veré. Si volveremos a emborracharnos juntos, a recorrer tugurios y a brindar por cualquier cosa.
"Si tendremos la oportunidad de recordar las horas en las que la ciudad fue nuestra, de nadie más, y el aciago amanecer que cambió la noche".
Martínez S. José Luis. El día que cambió la noche. Grijalbo. México, 2016, 191 pp.