MAYO 2017

Masculinidades y violencia de género en instituciones educativas

Foto: Brenda Ayala/MujeresNet

Josefina Hernández Téllez nos detalla el contenido de este libro que aborda el fenómeno de la violencia entre géneros, y que considera una pandemia social del siglo XXI, ya que es un problema estructural, por una cultura patriarcal que valida la masculinidad basada en el dominio, fuerza y control.

Masculinidades y violencia de género en instituciones educativas, recopila el trabajo de 19 investigadoras, de 11 universidades representativas del país, sobre el tema de violencia entre géneros, que en un esfuerzo por desmantelar este fenómeno de todos los siglos, pero especialmente de los últimos 50 años, trata de contribuir al avance de la humanidad a través de visibilizar, analizar y denunciar esta fina y subrepticia conducta instalada en todos los ámbitos, en diversos momentos y experiencias de los hombres hacia las mujeres.

La violencia, como una conducta y reducto de un orden de cosas, es el primero o último recurso de los poderosos. En la sociedad mundial, nacional y regional, el mandato patriarcal de dominio sobre las mujeres ha generado este fenómeno complejo y común, que se naturaliza y se calla pero que desde hace por lo menos tres décadas, las mujeres, primero desde el feminismo y luego desde la academia, denuncian, evidencian y estudian.

El presente libro, motivo de esta disertación, plantea dos partes para acercarnos a esta pandemia social del siglo XXI.

En los primeros 6 textos, el recorrido va de la violencia de pareja hasta la violencia estructural que favorece el embarazo adolescente en la sociedad juarense, pasando por la revisión del caso Guanajuato en tres capítulos intermedios sobre la cultura patriarcal, las masculinidades y su relación con la violencia. El caso Hidalgo antecede el sexto y último capítulo al revisar las nuevas masculinidades entre estudiantes de la Universidad de Hidalgo.

La segunda parte es la que da título a esta obra. Son 8 investigaciones que repasan el tema desde las siguientes situaciones: el acoso escolar hacia la homosexualidad; la violencia entre géneros en escuelas primarias; la violencia psicológica entre el alumnado de secundaria; la violencia como factor de desigualdad en la Universidad de Zacatecas; la revisión de la violencia entre géneros en universidades públicas, privadas, confesionales e interculturales en San Luis Potosí; la violencia de género en la Universidad de la Ciénega en Michoacán; la violencia psicológica entre parejas en la Universidad de Aguascalientes, y la violencia en instituciones de educación superior con certificación en Modelo de Equidad de Género, casos Nezahualcoyotl, Estado de México y Puebla.

De la gama de estos 14 estudios, quiero entresacar algunos puntos cruciales que explican y comparten la génesis de esta conducta social, naturalizada aún hoy bajo muchas prácticas, mensajes y acciones, aunque pública y políticamente se "avance" en el discurso y de forma real en la plataforma legal para prevenir, sancionar y erradicar la violencia.

En el primer capítulo, de Brigitte Lamy sobre "La prevención de la violencia conyugal", concluye que la intervención en el tema, entre parejas, tiene pocas probabilidades de éxito si sigue centrándose sólo en la mujer y no en su entorno familiar, comunitario y social. La afirmación deviene de su objeto de estudio: mujeres víctimas de violencia conyugal de tres casas de alojamiento para estos casos.

De los siguientes tres capítulos sobre Guanajuato, Ma. Aidé Hernández García, quien es también coordinadora de este libro, cuestiona ¿qué debe cambiar de nuestra sociedad para revertir la violencia? Y por ello preguntó a 25 hombres guanajuatenses en entrevista de profundidad sobre el tema. Encontró y reafirmó que violencia deviene de una cultura patriarcal que ofrece, posibilita, mandata a los hombres el dominio, la fuerza y el control y en esta tríada se valida la masculinidad. Sin embargo, Aidé enfatiza y aclara que no obstante debemos saber y entender que las masculinidades no son estáticas sino dinámicas y he ahí también la complejidad para desmontar y revertir la violencia.

Una aportación importante de su trabajo, a partir de su revisión cualitativa y cuantitativa fue una tipología de masculinidades: 1. La hegemónica 2. La ideal 3. El explotador 4. La hegemónica proveedor compartido 5. La hegemónica pacífica 6. Masculinidad dominada 7. Masculinidad en busca de placer y 8. Masculinidad frustrada.

Claudia Susana Gómez López y Rocío Rosas Vargas, por su parte, revisaron y analizaron, desde un punto de vista cuantitativo, los resultados de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares, 2011, para Guanajuato, en el objetivo de estudiar los antecedentes de las mujeres para determinar si éstos determinan la prevalencia o no de la violencia.

Dulce María Torres Cornejo y Angélica Valeria Salazar Argüelles se centraron en el aspecto de la Masculinidad y su relación con la violencia de género, en León, Guanajuato, durante 2014-2015, bajo el presupuesto de la poca participación de los hombres en temas de igualdad y la violencia entre géneros. Su trabajo fue cualitativo y comprendió la entrevista a 21 hombres entre los 21 y 60 años de edad que están en proceso de rehabilitación por violencia. Encontraron que la mayoría de los entrevistados tuvieron una educación machista y tienen o tuvieron una relación con el consumo de alcohol o drogas; el 90 por ciento vivió situaciones de violencia en la infancia; la mayoría de los padres de los entrevistados fueron alcohólicos; la infidelidad es común, pues de los 21, 15 reportaron esta conducta; el 80 por ciento de los entrevistados está en rehabilitación o concluyeron. Finalmente, parte de la conclusión es que la socialización y educación son factores determinantes en la violencia masculina contra las mujeres.

Carlos Tello Muñoz realizó un "Ánálisis sobre nuevas masculinidades entre estudiantes de la Universidad de Hidalgo". Su muestra fue de 16 entrevistas estructuradas, 8 a mujeres y 8 a hombres, realizadas durante 2014. Su conclusión es que los roles de uno y otro género tienen una relación directa con los estereotipos familiares y éstos se "ajustan" en los tiempos de modernidad que vivimos.

Sergio Pacheco González, quien revisó "Masculinidad y embarazo en Ciudad Juárez", concluyó que es parte de la violencia estructural existente contra jóvenes, mujeres y hombres, quienes se enfrentan a la desinformación y desatención familiar y social. Sin embargo, en la revisión de los testimonios de mujeres y hombres en esta situación, encontró diferencia entre responsabilidad social entre unas y otros, pero en el caso en que asumen la vida en pareja hay más probabilidades de corresponsabilidad por su edad y necesidad de enfrentar y superar la maternidad/paternidad. El autor concluye que debe atenderse este problema desde la profundización y seguimiento de los casos de mujeres y hombres con embarazo adolescente para implementar acciones públicas y de salud efectivas, en tanto reales.

La segunda parte, consta de 8 títulos sobre violencia de género en el ámbito educativo. Enrique Bautista Rojas, con el "Acoso escolar hacia la homosexualidad", reseña el trabajo y la plataforma legal en relación al reconocimiento y aceptación de la diversidad, que debe incluir la sexual. Refiere el bullyng en las escuelas como manifestación de la intolerancia y reflexiona sobre la urgencia de hacer real el reconocimiento y respeto a la diversidad sexual y la identidad genérica, acción que nos acercará a una sociedad verdaderamente equitativa y no sólo desde el discurso.

"Previniendo la violencia de género en escuelas primarias", de José María Duarte Cruz y José Baltazar García-Horta, analiza las relaciones entre géneros en cuatro escuelas primarias públicas, dos de Nuevo León y dos de Panamá. El hallazgo-confirmación es que en las instituciones educativas se promueve la equidad discursivamente pero en las prácticas de socialización y en la dinámica escolar imperan la inequidad y el sexismo. El currículo oculto se evidencia entre docentes, estudiantes (en la relación horizontal y vertical) y en los mismos textos escolares. Situación que requiere una intervención primaria, con talleres a madres y padres; focalizada, dirigida a estudiantes y a docentes, para promover la equidad entre géneros y erradicar la discriminación en razón de la pertenencia a uno u otro género.

"De la Violencia psicológica y funcionamiento familiar en alumnos de secundaria", María del Carmen Orrante Reyes, de la Universidad Juárez de Durango, propone relacionar la funcionalidad de las familias con la violencia psicológica en adolescentes. La muestra estratificada fue de 97 alumnos de 6 grupos. Entre los principales resultados se encontró que las dimensiones del manejo de conflicto y liderazgo aparecen como las de mayor grado de disfuncionalidad. La violencia psicológica dentro de las familias se da en un 70% ya sea leve, moderada o severa. Lo que lleva a la conclusión de que no existen las familias 100 por ciento funcionales. El reto es prevenir que la violencia no escale y se transforme en un problema que engrose las cifras ya de sí alarmantes en los hogares mexicanos. Las estrategias pueden provenir de las instituciones educativas a través de talleres vivenciales para madres, padres e hijos, así como fomentar la convivencia familiar y fortalecer el rol formativo-educativo de las madres y padres.

Martha Guerrero Ortiz analizó factores asociados a la discriminación del personal que labora y estudia en la Universidad de Zacatecas, en su capítulo sobre la "Violencia de género como factor de desigualdad en la Universidad Autónoma de Zacatecas". En este estudio revisó la relación de oportunidades y posibilidades para vivir una vida libre de violencia de mujeres y hombres en este espacio educativo. Tomó como punto de referencia la base de datos de la Encuesta Violencia en la UAZ de 2014. Los resultados de esta revisión son que la violencia entre el alumnado se da por éste mismo; que las autoridades universitarias aparecen como responsables del ejercicio de la violencia física hacia alumnos y de violencia psicológica hacia alumnas; que la violencia física que han sufrido las docentes de la institución proviene de funcionarios, docentes y alumnos, en igual proporción; y la violencia física es ejercida sólo por hombres ya sean trabajadores, docentes, funcionarios, dirigentes sindicales o alumnos.

En este escenario la autora puntualiza la urgencia del compromiso real de las universidades para promover la equidad de género desde la perspectiva de que la violencia entre géneros es social y no natural, a través de acciones, programas y políticas institucionales diseñadas para generar cambios positivos en las relaciones de género.

Consuelo Patricia Martínez Lozano, en su texto sobre "Propuesta y avances de Investigación sobre la violencia de género en universidades públicas, privadas, confesionales e interculturales de San Luis Potosí", ofrece una semblanza general y avances en materia de violencia de género en los espacios antes mencionados, dentro de lo que destaca que las Instituciones de Educación Superior no cuentan con un área de atención a la violencia de género; no diseñan, ni incentivan, ni institucionalizan prácticas de identificación y denuncia tendientes a señalar o visibilizar las violencias en las relaciones entre géneros; estas instituciones, a través de la selección de estudiantes para las carreras, fomentan y reafirman estereotipos de género; la violencia hacia las mujeres en las IES se normaliza y desconocen protocolos de actuación en casos de acoso sexual-escolar-académico; y en general, estos espacios educativos desarrollan o configuran las relaciones de género pero en todas ellas se presentan situaciones de desventaja para las mujeres, lo cual es una manera de ejercer la violencia de género al interior de las universidades.

De Michoacán, Iliana Muñoz García y Mario Alberto Reyes Téllez presentan el capítulo de la "Violencia de género en la Universidad de la Ciénega", que enfrentan las y los estudiantes en los contextos escolar, familiar, amistoso, de pareja y comunitario. La metodología utilizada fue la sistematización de experiencia a través de 40 diarios de género durante un semestre de 2014. El hallazgo principal es que la violencia es endémica a la forma cotidiana de vida del estudiantado de esta Universidad y se presenta como un fenómeno relacional entre estructura, cultura y sexo. Realidad que lleva a los autores a señalar que su institución debe iniciar un trabajo pronto y serio de debate y puesta en marcha de programas y políticas institucionales para visibilizar, disminuir y hasta erradicar la violencia de género.

En el caso de la Universidad de Aguascalientes, Irma Carrillo Flores abordó las "Manifestaciones de la violencia psicológica en parejas amorosas". La información comprende 700 estudiantes de uno de los semestres de 2013 y se encontró que las principales expresiones de violencia son psicológicas y refieren tres: insultos, rechazo e interrupción en la manifestación de ideas. Concluye de este estudio la autora, que su Universidad debe tomar acción en el conocimiento y sensibilización sobre la violencia con acciones como la información sobre el tema e instancias de atención a la violencia, además de difusión a través de los medios de comunicación, actividades académicas y elaboración de materiales informativos.

El último y no por ello menos importante trabajo sobre violencia en las universidades es de María de la Luz Macías Vázquez y Luz Dolores González Patiño, de la Universidad Tecnológica de Nezahualcóyotl, Estado de México, y de la Universidad Tecnológica de Xicotepec de Juárez, Puebla, quienes denuncian y reflexionan "Entre despidos y la certificación del Modelo de Equidad de Género (MEG)". En el primer caso retoma el caso de 8 docentes despedidos en 2013 pero desde la inequidad entre géneros y la violencia institucional. En el caso de la Universidad de Puebla, a través del análisis del tabulador salarial, comprueba la discriminación salarial para mujeres. Los puestos de mayores salarios están masculinizados, en tanto que los puestos de menores salarios corresponden a las mujeres.

Finalmente uno y otro caso llevan a plantear cómo la violencia institucional genérica se ejerce de diversas formas y se naturaliza, al grado que la niegan sus autoridades e incluso ambas instituciones se certificaron en el Modelo de Equidad de Género en 2012. La autoras concluyen y alertan que no basta la normatividad en el tema de la equidad de género, sino que es necesario visibilizar y denunciar prácticas violentas y discriminatorias: "Solo así puede vislumbrarse un escenario de equidad de género sin violencia en las instituciones", rematan.

Masculinidades y violencia de género en instituciones educativas, coordinado por Ma. Aidé Hernández García y Claudia Susana Gómez López, es un texto de consulta y reflexión. Una pauta para profundizar en el estudio de la violencia, las masculinidades y la equidad entre géneros. Sin duda, este libro recopila diferentes enfoques y situaciones bajo una misma perspectiva: la violencia de género es un problema estructural y de cultura.