ABRIL 2017

Naturalización de la infidelidad masculina en narrativas audiovisuales

Foto: Brenda Ayala/MujeresNet

Espectáculo, delito, pecado, naturaleza masculina o logro patriarcal, la autora se pregunta desde qué lado esta práctica es una transgresión, y hace un llamado a deconstruir los imaginarios tóxicos que nos bombardean cotidianamente.

La infidelidad, como argumento telenovelero, es quizás uno de los factores que determina el rumbo de cualquier dramático, pues a partir de allí, los personajes se delinean, las acciones toman fuerza y se ve el rumbo que la historia va a tomar. La infidelidad también, a nivel de rating, es uno de los ganchos para atrapar espectadores, porque existe un morbo colectivo que induce a ver la infidelidad como un espectáculo. Eso por un lado, por el otro, esta clase de argumentos también toca la sensibilidad del espectador cuando éste, o es víctima de una situación de adulterio o cuando lo comete, así que la telenovela con ese tipo de dramas genera múltiples subjetividades.

Pero las cosas no son tan simples. El adulterio desde tiempos inmemoriales es considerado una falta y prácticamente un delito para las sociedades occidentales judeocristianas, burguesas, entre otras categorías. El problema es, desde qué lado la infidelidad es una transgresión a la norma, desde dónde traspasa el canon.

La iglesia católica en su afán por mantener el estatus quo y el control bajo el sometimiento patriarcal, se aferra a la Biblia para imponer la fidelidad como un mandato divino, esta exigencia prácticamente se hace bajo amenaza velada con la imagen del infierno o la furia de Dios que alcanzará a la familia del transgresor(a) e incluso puede ir mucho más allá. Sin embargo, tal parece que esos mandatos divinos en la práctica, son efectivos sólo para las mujeres, ya lo decía San Pablo alegóricamente en su carta a los colosenses 3:18: "Mujeres, someteos a vuestros maridos así como la iglesia se somete a Cristo", porque para los hombres, la infidelidad es absolutamente normal y natural, según los textos bíblicos.

Los hombres, en el antiguo testamento, que es la base de esta religión, tienen varios hijos de diferentes esposas al mismo tiempo, sin que esto se vea como una transgresión a la norma ni una falta ante Dios ni ante los hombres. Abraham, el patriarca fundacional de los judeocristianos tuvo un hijo con Sara, su esposa, y otro con Agar, quien era esclava de su esposa, Gen: 21:2, 9: "...y Sara quedó encinta y entonces le dio un hijo a Abraham... y Sara observaba de continuo que el hijo de Agar, la egipcia, que esta le había dado a luz a Abraham, se burlaba..." Más adelante, en Gén: 25: 5,6 dice: "Más tarde Abraham dio todo cuanto tenía a Isaac, pero a los hijos de las concubinas que Abraham tuvo, Abraham dio dádivas". Pero hay más, Jacob desposó a dos primas: Lía y Raquel, pero también sostenía relaciones con las esclavas de ambas esposas: Zilpá y Bilhá, quienes le dieron 12 hijos que luego fueron los patriarcas de las 12 tribus de Israel.

Obviamente, la iglesia moderna no menciona estos pasajes de la Biblia cuando hace alusión al modelo patriarcal basado en la imagen de la sagrada familia: pues en esta construcción, la fidelidad de María y José como pareja, debe ser el modelo a seguir por la familia cristiana y que es al mismo tiempo el soporte ideológico del matrimonio y el amor burgués. Sin embargo, en la realidad real, se siguieron los mismos modelos del patriarcado fundacional, el hombre: proveedor, la mujer: criadora. El hombre con libertades sexuales. La mujer reprimida y prácticamente castrada en su sexualidad, a menos que fuera con fines reproductivos.

Uno de los argumentos que mejor calaba en los primeros años de las telenovelas era el de los hijos perdidos o "bastardos", producto de infidelidades o relaciones no autorizadas socialmente. El derecho de nacer, radionovela de los años 50 y transmitida luego en formato de telenovela en 1965, es un caso típico de ese tipo de drama. En esta telenovela los personajes protagonistas presentan conductas naturalizadas y normalizadas en relación con el género, los hijos, la familia y su posición en la esfera pública. Era natural que un hombre casado fuera un seductor y que por esta razón cautivara a niñas inocentes y las embarazara, quien tenía que estar alerta era la mujer y su familia para que eso no ocurriera, pues se asumía que el hombre en su naturaleza era infiel, y eso se constituía como una conducta normal.

En esta narrativa audiovisual, el padre de María Elena, la muchacha engañada, no enfrenta al autor del embarazo, lo cual legitima al hombre como irresponsablemente natural. Antes bien, esconde a la embarazada para que nadie lo note, lo cual, reafirma una complicidad masculina en el hecho de no hacerlo público, pues era normal y natural que un hombre casado se permitiera libertades sexuales, pero clandestinamente, no en cambio, para la mujer. La maternidad también estaba normada, era natural y normal que una mujer casada tuviera un hijo, pero no era normal ni natural que una mujer soltera tuviera un hijo.

Otálora, C. y Mora, L. (2004) en un trabajo titulado: La familia popular venezolana: el significado de la infidelidad en el contexto de la pobreza dice lo siguiente:

La infidelidad se vive de manera diferente en hombres y mujeres, siendo más tolerada en ellos que en ellas... la mayoría de las mujeres entrevistadas de todos los ámbitos -con y sin experiencia de infidelidad por parte de sus parejas-, tenía la explicación arraigada de que el hombre es infiel por instinto, que la infidelidad es parte constitutiva de su naturaleza y sólo necesita el elemento apropiado que la estimule. En las mujeres de los sectores populares que participaron en dicho estudio, se evidenció una autoculpabilización respecto de la infidelidad masculina, afirmando que la gran promotora de la infidelidad del hombre es la mujer.

A lo anterior podemos decir, que uno de los problemas más graves en relación con la infidelidad masculina, es la justificación que las propias mujeres hacen de ese comportamiento aduciendo una naturalización del mismo y esto ocurre, porque ellas han sido construidas para aceptarlo, así que aunque se sientan heridas en lo más íntimo, la aceptación se encuentra enraizada en ellas y comienza una culpabilización, que se desprende de la banalización de las culpas: "Me fue infiel porque me puse gorda" o "me fue infiel porque no le servía la cena como a él le gustaba", entre otras frases. Esto, lo único que demuestra es que la mujer continúa en un estado de sumisión ante el hombre, lo cual es un logro del patriarcado.

El cine, la literatura, los medios, y las telenovelas, que es el tema que nos ocupa, conspiran para que la mujer acepte la infidelidad masculina y la vea como algo normal y natural pero al mismo tiempo, se victimice y consiga además una excusa para ese comportamiento, porque como dice Marcela Lagarde (2006), en la sociedad moderna "las mujeres son sincréticas", lo cual significa que: "A pesar de su formación moderna están imbuidas en ideologías tradicionales, románticas y de ruptura e innovación progresista o transgresora, de manera simultánea" (Lagarde 2006, p.27).

Existen infinidad de muestras en las telenovelas acerca de este tema y el cine, obviamente, no se queda atrás. Prácticamente todas las narrativas giran en torno a una historia de amor, y la infidelidad es parte de la trama, pero ésta es perdonada casi siempre por la mujer y la historia puede terminar felizmente en: y vivieron felices para siempre, pero en el caso de infidelidad femenina, el hombre no perdona porque ha sido manchado su honor, así que la mujer es sencillamente desplazada y la historia finaliza.

En el peor de los casos se presentan asesinatos tanto de un lado como del otro, pero especialmente, feminicidios "por amor" o lo que la prensa amarillista llama "crimen pasional", ya que se presenta otro ingrediente que no podemos obviar en cualquier historia de amor: los celos, al punto de que la construcción social tanto para hombres como para mujeres tiene sus pilares en las frases: quien te cela te ama, quien te hace llorar es quien te ama o quien te quiere te aporrea y en esto, la literatura desde Shakespeare con Otelo, ha puesto su granito de arena.

En fin, estamos rodeadas por un constante bombardeo audiovisual; cine, radio, televisión, internet, entre otras cosas, que nos construyen como sujetas subordinadas al patriarcado, por amor. Falta ver cómo deconstruiremos esos imaginarios tóxicos y luego crear una vida y un mundo más equitativo para la mujer con otras formas más sanas, de ser y estar y de vivir una sexualidad sin subordinaciones.

Bibliografía:

Lagarde, M. (2006): Claves feministas para mis socias de la vida. Edit. Horas y Horas.

Otálora, Cristina  y  Mora, Leonor (2004): La familia popular venezolana: el significado de la infidelidad en el contexto de la pobreza. CDC [online]. vol.21, n.55 [citado  2017-03-07], pp. 77-102. Disponible en: http://www.scielo.org.ve/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1012-25082004000100005&lng=es&nrm=iso. ISSN 2443-468X.

Whatchtower Bible and Tract Society of New York INC. (1985): Traducción del nuevo mundo de las Santas Escrituras . New York: USA.