ENERO 2017

Nombres masculinos para los hijos

Tanto en Europa como en Latinoamérica existe aún la tradición patriarcal en las familias de asignarle a los hijos -incluso a las hijas- el nombre del padre. El autor reflexiona sobre el tema e invita a romper esta manifestación de la hegemonía masculina.

Hay comunidades (tanto en Europa como en Latinoamérica) que en el proceso de asignación del nombre de hijas e hijos tienen como característica asignarles, en orden de nacimiento, primero el nombre del padre, después el del abuelo paterno, luego el del abuelo materno; para por último recurrir a los nombres de la madre, de la abuela paterna y materna. En total, hay seis opciones de nombres y seis oportunidades de construir un linaje. Los controles demográficos de muchos países han reducido la cantidad de hijos que procrea una familia pero no ha impedido la reproducción de esta tradición que podemos identificar como expresión de la hegemonía masculina.

Ha habido casos en que una niña es la primera integrante de una familia con esta costumbre. Lo que hacen es nombrar a la recién nacida, de quien se esperaba fuera un varón, con el nombre del padre modificándole el morfema. Si el padre se llama Roberto la niña será Roberta; si es Andrés, Andrea; Antonio, Antonia o Antonieta, etc. De ahí que existan mujeres con nombre originariamente masculino como: Alejandra, Fernanda, Julia, Octavia, Patricia, Tomasa entre otros. Aunque también existen hombres que por esa misma tradición les toca el nombre de la madre o las abuelas (hay Margaritos, Adelfos, Marios y Guadalupes) son menos frecuentes.

Enfoques teóricos de la psicología sostienen que a una persona a quien le asignan un nombre cuyo significado o raíz etimológica es del género opuesto, tendrá dificultades para construir una identidad acorde al sistema de género al que pertenezca. Por ejemplo, Andrés es un nombre de origen griego (andros) que significa viril y fuerte. Andrea por lo tanto significa "la viril, la fuerte". Una mujer con este nombre, según dicha teoría, manifestaría rasgos masculinos que la harían competir con los varones.

Lo anterior es totalmente discutible y requiere de investigaciones más profundas para su corroboración. Esto porque hay diversas formas culturales de nombrar a los hijos. Como los religiosos que eligen un nombre del santoral o bíblico; los que eligen el nombre por la admiración de un personaje histórico o artístico; los que lo extraen de personajes de la ficción literaria o fílmica. Así, se tendría que seguirle el rastro a quien nombraron Disneylandia, a Rocky y a Rambo. A todos los Brandon, Brenda, y Kevin que llamaron así por una famosa serie televisiva de los noventa.

Desde la perspectiva de género, lo destacable es este proceso mencionado al principio y que se mantiene en muchas familias latinoamericanas, el de priorizar el nombre masculino del padre sobre los nuevos integrantes de la familia. Tampoco se está pidiendo una segregación de nombres exclusivos para mujeres, prohibidos para hombres y viceversa. El cambio está en romper con esa hegemonía masculina característica de un sistema patriarcal. Creando nuevos nombres de pila bigénero que puedan ser utilizados tanto para mujeres como para hombres y cuyo significado fortalezca su identidad.