DICIEMBRE 2016

Digo que dicen

Lucía Rivadeneyra reflexiona sobre la misoginia y la violencia de género en internet a través de las redes sociales, y cómo los insultos, agresiones y amenazas que se vierten en los comentarios se esconden en el anonimato. La columnista destaca que éstos son un termómetro de lo que aún se piensa, y llama a dar el primer paso denunciando.

"... y nunca olvida nada el inconsciente, dicen que dijo Freud, digo que dicen".
Luis Rius


Casi todas las personas hacen propósitos de año nuevo que van de "ahora sí acabo la tesis" a "este año bajaré de peso". Es difícil escuchar que alguien manifieste: dejaré de golpear a mis hijos, no insultaré al peatón ni a otro automovilista, no volveré a agredir a una mujer en la calle ni en ningún lado, no tiraré basura en la calle, ya no mentiré ni hablaré mal de nadie, abandonaré el anonimato...

Sí, el anonimato que es per se un acto de violencia. En redes sociales se ha vuelto un ejercicio cotidiano. Insultar de la forma más vulgar a alguien que ni se conoce es lo "normal". Hace años, de vez en cuando (subrayo, de vez en cuando) leía algunos comentarios respecto a ciertas notas de revistas y periódicos y me sorprendía. Con el paso del tiempo, de manera más que esporádica, leía unos cuantos para calibrar las reacciones ante determinada información. Sin embargo, aunque lo intentara, hoy no puedo pasar del primero.

No es exagerar si se afirma que el 90% es de un anónimo, que se puede llamar "Cucaracha móvil", "XXBryanXXXshit", "Yonni locochón", "Pedro Navajas" o "Terudeath" o nombres peores que lo único que revelan es la infinita capacidad que tienen cientos de ¿ciudadanos? de aventar la piedra y esconder la mano. Si a eso se agrega la ortografía, el asunto rebasa la lógica. He leído cosas que me hacen pensar que escriben en polaco, ruso o arameo antiguo, pero jamás en español: megor, meresia, chizmoza, voca, adeaver cido, tkierokrnal, oie we y otros ejemplos peores.

El nivel de discusión entre los que "opinan" tiene un grado altísimo de furia, de arrebato. Invariablemente, luego de un juicio por demás absurdo no falta un "lector" que conteste y entonces como el otro no tiene argumento acude a la grosería en automático. Basta leer cualquier nota del periódico en redes, para constatar esta situación.

Grave asunto, pero más grave aún es la misoginia que brota a la menor provocación en los seres humanos. Es, por decir lo menos, vomitivo advertir el odio filtrado y transformado en agresión por escrito. Si se atreven a "escribir" lo que piensan, no es posible imaginarse lo que hacen en la cotidianidad, es decir, en la calle, en el metro, en la oficina, en el gimnasio, en su casa, en cualquier lado.

Cuando leemos o vemos escenas en internet de algún acto de violencia hacia las mujeres que puede ir de la agresión verbal a la muerte, brotan -cual hongos venenosos en época de lluvias- comentarios como: se lo merecía, algo ha de haber hecho, pinche vieja seguro fue infiel, ojalá la haya dejado sin dientes, bien que le gustó, quería igualdad, que se aguante, y mil horrores más. Si se hiciera una investigación de un solo día, en un solo periódico o en un solo video, el resultado daría pavor al verificar el nivel de misoginia existente. No se citarán aquí frases textuales porque dan náuseas.

En facebook y sobre todo en twitter las personas emiten sus juicios en aras de la "libertad de expresión" y, de pronto, aparecen como de la nada amenazas hasta de muerte, bajo el escudo del anonimato; nadie se atreve a hacerlo mostrando una identificación. Han aparecido decenas con imágenes de armas, con un lenguaje brutal por su alto contenido de inquina.

Estas son referencias de las redes sociales; pero, toda proporción guardada, en la vida diaria ocurre que la gente se molesta y no tiene el valor para aclarar las cosas o habla mal del otro hasta que le escurre hiel de la boca. No obstante, si uno enfrenta a esa gente y la mira a los ojos, no sólo se descontrola sino que niega todo, contesta vaguedades como: no, no ha pasado nada; es que he estado muy tenso; es que el trabajo; no, cómo crees, no pasa nada; no es que no te hable, es que el doctorado me trae loca y mil casos más... pero no se sinceran, no confiesan el origen de su malestar.

Hay personajes expertos en poner en boca de otros lo que ellos piensan. Recuerdo a una mujer que hacía de esto su día a día y sobre la que alguien comentó: "Su actitud la rebasa, es un poco perversa, no va a cambiar nunca" y así fue, continúa haciendo lo mismo. A varias personas, cuando han modificado su actitud hacia mí, les he preguntado: ¿qué te molestó, qué te dije o qué te dijeron que dijeron que dije. Y no contestan. Aquí no importa si los individuos que acostumbran realizar estas acciones estudiaron secundaria, un posgrado o no estudiaron nada. Y aunque son casos de un día cualquiera, aun así generan situaciones que ponen en riesgo la convivencia, la estabilidad laboral o emocional.

Empero, las agresiones vía internet -bajo el anonimato- que se han popularizado son, quizá, más preocupantes. Son un termómetro sobre qué piensan cientos de miles de mexicanos. Muestran la frustración, el racismo, la ignorancia, el desparpajo, el clasismo, los complejos, la envidia; el desconocimiento de la eufónica palabra solidaridad y, por sobre todo, reflejan una palabra, cobardía. Denunciar es un primer paso.