SEPTIEMBRE 2016

XV años entre lunas. Crónica personal

Foto: Brenda Ayala/MujeresNet

Patricia Karina Vergara Sánchez narra a detalle las vicisitudes que en 15 años ha entrañado la construcción y mantenimiento de un espacio de reflexión y crítica lesbofeminista. La articulista explica que 'Lunas, Lesbianas Feministas' es ante todo, refugio y bastión.

Es una lucha, pero es por eso que existimos, para que una nueva generación de lesbianas de color
no tenga que inventarse a sí mismas, o su historia, una vez más.
Audre Lorde

I ¿Qué es Lunas, Lesbianas Feministas?

Somos tan sólo cuatro gatas que desde hace 15 años nos mantenemos en un tejido de afecto, confianza, acompañamiento, pensamiento y acción lesbofeminista y, eso, en esta realidad patriarcal y misógina, significa vivir un mundo que construimos distinto para nosotras y para otras que están alrededor.

Todo comenzó... en 2001 cuando nos encontramos en un grupo heterogéneo convocado para lesbianas en México. Era un espacio muy diverso, pero muy pronto comenzaron a surgir los problemas que implica privilegiar la diversidad sobre la propuesta política. En ese tiempo a mí me costaba darme cuenta de ello, pero había una compleja trama de poder inserta en clasismo y racismo. Propusimos y creamos espacios de teatro, de estudio, una revistita lésbica, nos organizamos para marchas y de info callejera contra la discriminación. Lo curioso aquí era que las más jóvenes, de piel morena y precarizadas éramos las que trabajábamos mucho, las que hacíamos todo y hacia afuera se decía o se veía que ese espacio era de blancas profesionistas (el peso de ciertas palabras). En fin, algo importante de recordar es que sobre la lucha por la "diversidad sexual" están los intereses de clase y pasaron cosas como que la mujeres de piel blanca y ciertas posibilidades económicas quisieron dictar el contenido de la revista, comenzaron a hacer apoyo al gobierno de Fox y al neoliberalismo, se opusieron a toda iniciativa política que les pareciera "radical" como que las que tuviéramos hijes les lleváramos a las marchas (ni ellas ni nosotras nos imaginábamos qué tan radicales llegaríamos a ser después), buscaron "apropiarse" del espacio y para ello magnificaron un conflicto económico con la creadora del espacio hasta expulsarla, registraron en derechos de autor el nombre del grupo y compraron dominios en internet con ese mismo nombre. Luego, usaron esos sitios para hacer una encuesta: " ¿Cuánto estarías dispuesta a pagar por pertenecer a un sitio lésbico VIP?" ¡Vaya política diversa!

Fue muy bueno todo eso que pasó porque fue un gran aprendizaje sobre cómo política de la diversidad está inserta en las lógicas clasistas y racistas. Hicimos un pronunciamiento donde dijimos que esa no era nuestra chamba. Nos fuimos y creamos Lunas... Desde esa época, Carmen, Yan, Fedia, Miriam y yo, somos las que seguimos andando por aquí.

En esos tiempos, Lunas tenía un apellido muy cursi. A alguien de la mesa se le ocurrió que hubiera un tributo a la diosa Cibeles, la madre tierra. Yo nunca he sido fan de lo griego, pero, en fin, a las demás les agradó. Para 2003, habíamos cambiado. Ya éramos las Lunas... de Cibeles.

Eso fue muy útil cuando en 2004 tuvimos un programa de radio que convertimos en Lunas y Decibeles. Un programa de radio lésbico en una radio comunitaria y que hablaba en femenina. Un día habrá que escribir todos los enfados de otros personajes de la radio que vivían por nuestra culpa.

De la época del radio Dianei también se quedó por aquí y luego Haza- (12 años ya lleva lunereando).

En 2004 también fuimos parte de la organización del encuentro lésbico feminista que hubo en México y vimos la utilización y el manejo que hacen tanto las que están en partidos políticos como las que los critican, pero sonríen para llevar financiamientos a sus ACs

Por esa época pasó que en Lunas hacíamos un ciclo de cine lésbico y Miriam no llegó con los boletos que le tocaba llevar para control de la entraba al cine. Cuando la contactamos explicó que no tenía dinero para el transporte. Eso fue un punto importante, porque ahí nos vimos preguntándonos qué hacer con el tema del dinero. Ya ahí habíamos visto las hipocresías de algunas ACs y también tantas horas que se les van cumpliendo con informes y compitiendo entre ellas por unos pesos. Tampoco íbamos a unirnos a la sección LGBT de un partido que nos invitaba a ello. Era preciso plantearnos qué hacer para el futuro económico y fue ahí en donde decidimos que conseguiríamos trabajos que nos permitieran vivir y que en horas libres o los fines de semana o vacaciones haríamos el trabajo político lesbofeminista que nos era demasiado querido como para negociarlo o permitir que de fuera nos pusieran directrices. No teníamos tanta construcción teórica, pero sí instinto y sabíamos que el que paga manda y decidimos que nadie iba a decirnos cómo hacer feminismo ni cómo encontrarnos con otras. Después, encontramos textos sobre autonomía feminista y nos refrendamos en nuestra posición autónoma.

Desde entonces ha sido bien interesante para nosotras crear estrategias para poder llevar a cabo lo nuestro. Para talleres nos apropiamos de materiales de las escuelas u otros sitios donde trabajamos, buscamos dinámicas sin costos o ahorramos para transportes, hacemos actividades en nuestras casas, en parques o en espacios prestados.

Hay mujeres que cuando asisten a nuestros eventos se sienten incómodas o curiosas del por qué organizamos algo y no lo hacemos en salones o en espacios más ad hoc. Es decir, en instituciones que tienen salas grandes y equipos de audio o por qué no conseguimos financiamiento para más "infraestructura", como nos han sugerido. Por ello, les recordamos siempre que, si la institucionalidad y/o las formas esperadas fueran nuestra apuesta, no estaríamos construyendo desde el lesbofeminismo radical, sino estaríamos en espacios de tecnocracia de género.

También pasa que nos preguntan: "¿Por qué no cobran para financiarse entonces? (porque seguramente sin instalaciones de lujo la información, las dinámicas, el debate es menos válido o algo así) ¿Es por qué ustedes tienen mucho dinero? ¿Quién paga las galletas?"

No cobramos porque eso significa para algunas una barrera más para acercarse al espacio. De por sí, muchas mujeres sabemos lo complejo que es crear el tiempo, la logística necesaria para quienes tienen hijes o familiares a cargo o trabajos demandantes para poder encontrarnos, y además pagar el metro -por ejemplo-, para poder llegar. No cobramos porque lo que hacemos no es un trabajo -no produce plusvalía-, porque esto no es un producto, porque no es un negocio. Para nosotras, el crear espacios de encuentro y reflexión feminista y lesbofeminista es una apuesta política, un proyecto de encuentro con otras, de apuesta a un futuro no patriarcal, no capitalista y, por ello, el inventar formas de ese acercarnos unas a otras, que traten de desafiar esas lógicas en que todo es vendible o todo es remunerable, es vital para nuestros sueños.

Por otro lado, siempre hemos buscado estar vinculadas a las luchas políticas que nos parecen justas, nacionales e internacionales, a veces de forma individual, a veces colectiva. Para 2005, respondimos a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona del EZLN y fuimos ahí a sumarnos, pero también a reivindicar nuestra lucha lesbofeminista en donde se hablaba de otros mundos, pero poco en femenina en esa época.

Públicamente se nos dijo: sí qué bonito, también "incluiremos" los "otros amores" (cosa linda lo de la inclusión y lo de ser lo otro, ¿no?)

Sin embargo, en lo cortito se nos llamó pequeñoburguesas. "Las mujeres de comunidades no sabe-hacen esas cosas". "Si aquí lo que importa es el pan de cada día, la subsistencia, cómo se atreven a hablar de cosas como el placer".

Sin embargo, también, hubo alguna mujer de comunidad, como nos dijeron, que se acercó a nosotras y nos compartió un montón de historias de mujeres desobedientes a la heterosexualidad obligatoria en ese lugar.

Muchas cosas pasaron ahí...

Lo que decía el pronunciamiento se puede encontrar en este el link al texto y otro a una nota de CIMAC de aquellos tiempos...

http://lunaslesbianasfeministas.blogspot.mx/2016/09/recordando-nuestra-historia.html

http://cimacnoticias.com.mx/node/34753

II

Para el 2004-2005-2006 hasta 2007, paralelamente a los procesos participativos con movimientos sociales, seguíamos trabajando en espacios de hacer político LGBT y de la diversidad sexual.  

Eran procesos muy complejos pues la misoginia de algunos gays causaba muchos conflictos hacia dentro y hacia afuera de Lunas, pero en esa época creíamos todavía en la importancia de articularnos con ellos. Poco a poco, iba siendo más desgastante esta dinámica. Fuimos encontrando demasiados personajes derrochando sexismo y misoginia para quienes las lesbianas éramos aptas para servir el café o pegar los carteles para la marcha, pero ellos querían tomar el micrófono y las decisiones. Hasta que un día, debió ser a mediados del 2006 en una reunión en donde se pretendía organizar un frente más politizado, de "disidencia sexo genérica", se le llamaba entonces, un hombre gay, de los "fundadores del movimiento" enunció en la mesa, luego de la participación de una compañera de otro grupo lésbico: -¡Ay, siempre las lesbianas tienen que venir a complicarlo todo con sus demandas, las lesbianas siempre lo echan todo a perder!-. Una compañera, que ya no participa en Lunas pero que fue muy activa en su momento, se levantó de la mesa y se retiró. Otra compañera y yo salimos tras ella un poco aturdidas. Creo que, tras esa gota de derrame, se sucedieron discusiones muy intensas que fueron construyendo los argumentos que nos alejaron del todo de las políticas gays. Me permito aquí comentar que lo que desde la lejanía política alcanzo a observar es que esta relación política en México gay-lesbiana no ha cambiado demasiado en 10 años.

Por esos mismos años, algunas compañeras trans comenzaron a participar en Lunas. Fue un momento de mucho impacto interior. El 50% de las lesbianas que participaban en el espacio virtual se retiraron y, por consiguiente, de los espacios físicos. Querían un espacio exclusivamente lésbico. Yo fui de las que argumentó que el hecho de que participaran compañeras trans no hacía que dejara de ser un espacio lésbico y no dejaríamos de discutir temas lésbicos. Alguna de esas compañeras trans y yo fuimos muy amigas, muy cercanas.

El saldo de esa experiencia aún me es difícil escribirlo porque implicó muchas heridas para amigas que estimo. Fue una época en donde hablar de nuestras cuerpas era censurado porque no "incluía" la experiencia de ellas. Pero, cuando se ponían a discusión terapias de reemplazo hormonal se nos pedía no opinar sobre aquello que no estábamos lo suficientemente informadas; en varias ocasiones, alguna de nosotras decidió no salir con una trans y fue acusada de transfobia. Parecía que en esos casos un "no", no era válido. Numerosos desencuentros, algunos obedecían a modos distintos de ser y estar y otros a francos lugares políticos antagónicos. Fue una etapa muy dura y no sé bien cómo sobrevivió Lunas a ello. Al final, se tensaron tantos las cosas, nos sentimos tan exigidas de trabajar creando un espacio para que estuvieran cómodas y atendidas las necesidades de ellas más allá de nuestros deseos y de nuestras fuerzas, que terminamos cortando vínculos y reagrupándonos de nuevo las que quedamos. Nos lamimos unas a otras las heridas y... continuamos.

Hay algo que he contado alguna vez en un taller, pero quiero dejarlo nombrado, en la espera de retomarlo en otro tiempo para un análisis con cuidado. Con esa mujer trans que fue muy amiga cercana no tuve un "rompimiento", simplemente al no estar en espacios conjuntos poco a poco dejamos de vernos. A principios de este 2016, mientras esperaba yo en el andén del metro, un hombre me abrazó, me dijo que estaba contento de verme, que ya había decidido vivir como * su nombre masculino, que seguía trabajando en lo de siempre (un muy buen sueldo) y con la familia de siempre y me dejó su teléfono. Nos despedimos prometiéndonos un café. Tomé todavía un poco de tiempo en reconocer que se trataba de esa que fue amiga.

En esos mismos años, grupos lésbicos del Distrito Federal organizaban talleres y actividades en antros de la Zona Rosa. Muy apto para los intereses del más poderoso empresario de la diversidad sexual, en ese entonces (por cierto, un pedófilo al que nadie toca). Al principio se organizaban los talleres para lesbianas y luego se les invitaba a quedarse a beber algunas cervezas, luego se inventó que destinarían un día del antro dedicado exclusivamente a las lesbianas. Qué amables, ocupándose de la convivencia lésbica. No iban a dedicar el viernes o el sábado a ello porque eran los días en que los gays consumidores, con el poder adquisitivo de varones, ocupaban el antro. Entonces, dejaron los jueves lésbicos, para que las lesbianas consumieran, quise decir... para que convivieran. El negocio era redondo: un día que antes era malo en venta de alcohol, ahora atraía mujeres a espacios para ellas y las emborrachaba. ¡Cuánta inteligencia de les empresarios para crear nichos de mercado!

Eran tan listos les empresaries que, cuando en medio de la lógica de antro, alcohol y otras sustancias se dieron escenas como de conflictos muy serios, heridas emocionales y físicas y lesbianas rompiendo a otras botellas en la cabeza, lo que hicieron fue pedir financiamientos internacionales para hacer una campaña de prevención de violencia entre lesbianas... Negocio del todo redondo.

Por ahí parece que la brillante iniciativa se repite ahora que se ha construido el mercado violeta en México, no cabe duda que la historia una y otra vez vuelve.

En alguna ocasión, un hombre que puso un antro gay que pretendía competir con el poderoso principal empresario de antros gay, llamó para saber si estaríamos interesadas en realizar los talleres y eventos de Lunas en el espacio que abriría, "podemos hacer la competencia", dijo. Ahí nos dimos cuenta del nivel en que esa creación de nicho de mercado lésbico había abaratado nuestros activismos, tanto, que se confundían con relaciones públicas o estrategia de mercadotecnia.

Sabíamos que eso no era lo lésbico y que ese no era el feminismo que queríamos. Un 8 de marzo, en un evento para mujeres en el Zócalo había una serie de stands de grupos lésbicos. Por supuesto, se repartía un montón de propaganda del antro de su preferencia y vales de descuentos en el consumo de cervezas. No recuerdo quién fue, pienso que Miriam o una compañera que se llamaba Tania, tomaron un papelógrafo y escribieron con letra fea: "Si eres lesbiana y únicamente te interesa el antro, ligar y chupar, Lunas no es el espacio que buscas".

Lo colocamos en el centro más visible del stand. Por supuesto que ese papelito arrugado y sin el colorido que los plotters colocados por los antros, significó mucho enojo en los otros stands, pero también significó un lugar o un NO LUGAR político donde nos reconocíamos y también implicó curiosidad en la gente y comenzamos a platicar con las mujeres que se acercaban de cómo concebíamos el mundo.

Por mucho tiempo, años tal vez, usamos como firma esa consigna. Además, dio lugar a muchas, muchas discusiones sobre lo que significa la cultura de encontrarnos en espacios empresariales como los antros, qué es divertirse como el sistema dicta, cómo al sistema le conviene tenernos aturdidas y en realidades alteradas alrededor de las discusiones y acuerdo políticos.

Hemos tenido sesiones de charla en donde ubicamos el tejido estrecho entre estas lógicas y la violencia directa contra las mujeres, pero también con la venta de alcohol ligada a los bares y antros donde el comercio de los cuerpos de las mujeres es de muchas maneras y no podemos dejar de verlo. Además de la publicidad sexista ligada a esos mercados.

También reflexionamos sobre la forma en que se ha dominado a los pueblos originarios a partir del fomento al alcoholismo y a otras adicciones, fenómeno que se repite en las luchas ecológicas, sindicalistas y en general en los movimientos sociales en sentidos muy similares. Ahora mismo en México, qué significa que tantas lesbianas y feministas estén enganchadas a diversas sustancias como los ácidos y a la cocaína. No es casual. Es político.

Otra reflexión al respecto tiene que ver con análisis a nuestras historias de vida personales en donde nos preguntamos qué significados en la construcción de género se dan a la primera copa de alcohol que se le da a una mujer, qué significa, qué implica. Las sociedades patriarcales para qué le dan de beber a una mujer. A quién y para qué le sirve una mujer con los sentidos alterados en espacios inseguros como lo son los antros, las fiestas, las calles...

Así como se fomentan cuerpos cada vez más débiles, ropa menos cómoda, zapatos con tacones que son cadenas... a quién le conviene nuestros cuerpos entorpecidos y nuestras mentes confundidas. A quién le conviene tenernos físicamente dominadas.
En fin, que, por ser crónica, que ya no está resultando tan breve, necesito remitirme a qué fue en esos años que decidimos desairar al sistema, decidimos que podíamos divertirnos también fuera de los mandatos del sistema y desde entonces no hay alcohol ni drogas en los espacios de trabajo de Lunas ni en sus fiestas y tampoco nos "invitamos" después del taller o el evento a un bar o un antro. Así, hemos construido nuestra forma de estar alegres, que es otra forma.

En 2006, éramos parte del sector de las mujeres organizadas adherentes a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y al sector de la disidencia sexo genérica de la otra campaña.

La reorganización y respuesta a la represión que vivimos en Atenco a manos del gobierno mexicano y el año posterior de lucha por la libertad a las presas políticas demandó prácticamente todos nuestros esfuerzos. Aquí me gustaría mencionar que resultó muy interesante como una parte importante de la "comunidad LGBT" que demanda inclusión y derechos civiles y respeto y bla, bla, bla... condenaba a los campesinos por defender su tierra y a las organizaciones civiles por solidarizarse, hubo "activistas" que incluso festejaron la represión. En todo caso en su gran mayoría guardaban silencio.

Ese año, otra vez fuimos, entre otras, a la marcha del orgullo gay... junto con otras organizaciones de disidencia sexo genérica a hablar de la represión, a visibilizar la represión.

La comunidad LGBT bien pensante, quería reconocimiento legal a sus familias y la posibilidad de heredar sus propiedades o de pasar a su pareja su seguro médico, no, por ejemplo, atención médica para todos y todas -tengan o no pareja-. En fin, para lo que no había empatía era para les campesines y un grupo de insubordinades andrajoses se atrevía a decir que la tierra era para sembrar comida y no para construir aeropuertos que servirían para que los ricos viajen con mayor comodidad...

"Esta es una marcha gay, no una marcha por los pueblos, gay, entiendan".
Nosotras... seguimos haciendo lo nuestro...

III

Para 2008 teníamos encima el saldo que resultó de haber recibido a mujeres trans en el espacio, lo que había alejado a compañeras combativas y muy visionarias políticamente del espacio y dejado heridas y rispideces. Al mismo tiempo, teníamos el saldo de nuestra visibilidad política en movimientos sociales, que a las lesbianas de un feminismo liberal incomodaban bastante y, como, además, significaba tratos despectivos desde la política LGBT clasemediera, también se alejaron de nosotras las lesbianas de pensamiento liberal, neo-liberal, a buscar su huesito institucional. Todavía las miro entre ellas peleando por un puesto temporal en espacios así de la tecnocracia de género o de cualquier lugarcito en los gobiernos locales de donde viven y en gobiernos federales (que para mí el tema no es el lugar en donde trabajas, sino lo que haces con ello). Total, que, al final, nos quedamos de nuevo las mismas poquitas locas de siempre, haciendo lo nuestro.  

Como casi todas vivíamos en el Estado de México, pero en puntos bien distantes, nos empezamos a idear que los talleres y círculos de trabajo fueran hacia nuestras zonas. Pensados para compañeras que eran estudiantes o las que trabajan, por ejemplo, en la gasolinera o son meseras en un lugar de nuestras zonas para quienes a veces nos es difícil pagar el transporte y por lo tanto es difícil acceder a información o actividades, ya que todo se centralizaba en la Ciudad de México. Así, nos inventamos 10 sesiones de saberes lésbicos, círculos de trabajo. Tenían que ver con reflexiones sobre lo lésbico, salud, estrategias legales por la represión lesbofóbica en las calles en esos momentos y dependiendo de la zona, autodefensa y feminismo. La idea era colaborar con otras en los entornos lésbicos donde vivíamos y ayudar a que las lesbianas de nuestras zonas nos conociéramos y articuláramos. Y así fuimos, primero a Cuautitlán Izcalli, luego a Ecatepec y a Ciudad Nezahualcóyotl. En esa época se sumó Kitzia a nosotras.

Ese año la única financiadora de mujeres en México nos buscó y nos ofreció financiarnos alguna propuesta. El acercamiento fue muy cordial y se presentaron como solidarias compañeras feministas, nos propusieron apoyarnos en lo que estábamos haciendo en ese momento y ayudarnos a registrarnos legalmente como una A.C. haciéndonos ver que el estar constituidas como A.C. significaba protección legal para nosotras y las que se acercaran a nosotras y... aceptamos.

No dudo de la buena intención de algunas de las que trabajaban ahí al hacernos esa invitación y sé que en su momento creímos que era una buena opción, por ello, al paso del tiempo, hacer un balance justo de lo que sucedió tras haber recibido ese dinero, es complicado. Del dinero que recibimos, la mitad se gastó en los trámites y cosas que tenían que ver en la constitución de AC y en el pago de impuestos (que ahora sé que fue mucho, pero no sabíamos que se hacen triquiñuelas para no pagar esos altos costos). Compramos dos escritorios, una computadora y material de papelería. Tanto material que 8 años después seguimos teniendo -en 2016- hojas blancas, tachuelas, cartulinas y algunos otros materiales que se vienen usando en los talleres, círculos de trabajo y eventos que se hacen cada 15 días y, a pesar del uso continuo, no se ha terminado.  

También, es cierto que pudimos difundir por diversos medios pagados en esas zonas nuestro trabajo y para los círculos de trabajo en el Estado de México el apoyo nos permitió menos peso en el gasto de transporte de unas y otras y hasta comidas. Así mismo, pudimos ofrecer a las asistentes trípticos y el regalo de lo que llamamos una "biblioteca solidaria" que consistía en 10 tomos de fotocopias de textos feministas, desde el Segundo Sexo de Simone de Beauvoir hasta el Triunfo de la Masculinidad de Margarita Pisano, y poesía de Rosamaría Roffiel y Gioconda Belli y otros que nos parecían indispensables.

Otra cosa cierta es que el estar constituidas legalmente (por supuesto que no escribiré aquí cuál es el nombre legal) nos ha permitido extender cartas de recomendación, cartas de experiencia laboral y de aceptación para compañeras que solicitan empleo u otras formas de apoyo con esa documentación, así como acompañar a otras en situaciones muy puntuales de enfrentarse al sistema legaloide nacional.

Sin embargo, también significó un trabajo extra que no le deseo a nadie, mientras en todo el trabajo anterior y posterior bastaba con ponernos de acuerdo sobre lo que había que hacer y hacerlo, aquí hubo que entregar informes sobre lo que se hacía, porqué y para qué y en qué se gastaba cada centavo de productos que tenían que ser comprados en sitios que emiten comprobantes fiscales -los cuales generalmente son sitios de lujo o con prácticas de explotación laboral que normalmente no serían en donde obtendríamos materiales-. Informes agotadores y con indicadores construidos para una satisfacción de exigencias administrativas, muy lejanos de la subjetividad y a aquello que no son números, pero sí el brillo en los ojos de las mujeres cuando encontramos entre todas, lo que permite entender para nosotras si tiene o no sentido lo que estamos llevando a cabo. En fin, trabajo extra, mil horas sentadas, desgastadas. Sé que hay quienes lo asumen como modus vivendi, pero no es algo que, al menos yo, desee de nuevo.

Otro costo de ese proceso fue que al ser dadas de alta ante el fisco tendríamos que entregar informes fiscales cada mes. Cosa que no hemos hecho desde entonces porque no hemos vuelto a tener un financiamiento de nada, porque ya aprendimos la lección y por falta de recursos para pagar asesoría fiscal y por falta de ganas y una resistencia... en fin, que gracias a ese apoyo y a nuestra negligencia estamos en líos fiscales. Más allá, ¿a quién le sirve y para qué el que las organizaciones de mujeres se constituyan fiscalmente? ¿Para qué el incentivo a someterse a esas formas de control?

Entre los cobros que se nos hicieron por haber aceptado ese financiamiento es que a partir de él pretenden deslegitimarnos cuando hablamos de la necesidad de organizarse autónomamente en el feminismo y lesbofeminismo. Sobre todo, las que se sienten aludidas, funcionarias públicas u otras que ni lo son pero sueñan serlo, cuando cuestionamos las prácticas que implican alojarse en hoteles de cinco estrellas y comer salmón para debatir sobre muerte materna en zonas de pobreza extrema o cuando dicen: "Mejor me lo como yo a que se lo coma un funcionario de gobierno". Cuando expresamos propuestas de organización autónoma o trabajo para autogestionar los modos de organizarnos, nos pretenden decir: "No pueden hablar porque hace seis años tuvieron un financiamiento". Como si "acusándonos" se anulara la importancia de cuestionar cómo estamos construyendo la política que hacemos; la importancia de trabajar para liberarnos colectivamente en las organizaciones sociales de todo tipo de la injerencia de estados, del Estado, del Fondo Monetario Internacional y de fundaciones como Ford y Rockefeller que, con prestanombres, son las que general y finalmente ponen el dinero por el que las ONGs compiten entre sí y las que deciden a quién se les da, a quién no y por qué y para qué... dictando así en lo que ocupamos nuestros tiempos y nuestras rebeldías.

Hay otro costo que merece mejor reflexión que una breve narración y que no es un costo único para Lunas, pero que es importante mencionar, en espera de un mejor abordaje en otro momento y estoy hablando de lo que pagamos en 2010, como movimiento lésbico ante la total falta de ética de las financiadoras. Si el decidir a quién y qué se financia, ya es una toma en sí de postura política, el pretender decidir cómo deben organizarse los movimientos sociales es ya vergonzoso. Las vi hacerlo muy claramente en el 2010. Ellas (los fondos de mujeres, incluida la financiadora mexicana) decidieron de alguna manera que las mujeres trans deberían ser incluidas en los encuentros lésbicos. Tal vez, porque es como esas funcionarias entendían la "diversidad". Tal vez, porque para ellas era lo conveniente o, tal vez, porque alguien les mandó que así sucediera, sin importarles los procesos de las organizaciones y colectividades. Para ello, cuando se llevó a cabo el Encuentro Lésbico de América Latina y el Caribe en Guatemala, con un despliegue de recursos económicos que implicó pagar pasajes de avión, hospedaje, comida, traductoras, decidieron hacer cinco días antes del encuentro unas jornadas con los grupos lésbicos que ellas financiaban en América Latina y con grupos de mujeres trans en toda la región, de "sensibilización" sobre "el tema trans". Es decir, antes de que se llevara a cabo el encuentro estaban dictando qué política querían implementar. No se conformaron con ello, algunas integrantes del staff de las financiadoras/fondos de mujeres participaron en el encuentro como si su palabra y presencia no tuviera un peso específico de poder por ser las que otorgaban dinero a quienes participaban ahí. Incluso tenían el atrevimiento de decir lo que se debería o no hacer. Falta de ética total.

Eso se tradujo en un conflicto interno terrible dentro del Encuentro donde había quienes por reflexión propia y otras por la presión de las financiadoras tomaban una postura y había quienes resistíamos a la imposición. Ese encuentro significó un quiebre político importante en el movimiento lésbico de la región. De tal manera que para 2012 se llevó a cabo un encuentro, casualmente muy financiado, de "diversidad sexual" y en Bolivia se llevó a cabo un encuentro Lesbofeminista. Fue un quiebre histórico importante del que todavía se arrastran muchos conflictos.

IV

Volver a México después de ese des-encuentro, significó cuestionarnos un montón de cosas sobre el lugar y la forma que queríamos hacer las cosas y con quién vincularnos políticamente y para qué. Por ello, a partir de 2011 Lunas fue desechando poco a poco prácticas que en otras colectividades son frecuentes, pero que no siempre nos hacían sentido:

1.- Dejamos de saltar a la "urgente coyuntura política", porque siempre hay coyunturas y siempre son urgentes y, sin embargo, obligan a actuar de manera reactiva, de tal forma que termina siendo de nuevo el sistema quien impone nuestros ritmos y temáticas ante sus acciones. En broma hemos dicho que parecería que el activismo es "estar activa" en cualquier cosa y creemos que no tendría por qué ser así. Ahora, nuestras acciones obedecen a objetivos concretos que ya no son reacción, sino propuesta y sólo en momentos muy concretos nos sumamos, o deslindamos visiblemente, de acciones amplias feministas, lésbicas o de otros movimientos sociales.

2.- Dejamos la manta con el logo en casa. Cuando ocurre que son eventos en donde las organizaciones portan orgullosas sus mantas, a veces algunas de 3, 5 o más metros, con el logo y nombre de su organización -cual concurso de falos-. Nosotras sabemos que no necesitamos demostrar que estuvimos ahí. Estamos, hacemos lo que nos corresponde desde nuestro análisis político y es todo. No buscamos un puesto político, ni representatividad en un congreso, ni tenemos que justificar ante el partido o la organización qué hicimos o a quién representamos, ni peleamos por el micrófono, así que no es necesario. Sabemos quiénes somos.

3.- No participamos en eventos de autoconsumo. Es decir, en fechas significativas, como el 25 de noviembre, por poner un ejemplo, en donde la gente va a encontrarse con sus amigues y a gritar sus consignas en espacios que, finalmente, son de afinidades, nosotras nos vamos a un mercadito o afuera de un metro por la noche a poner tendederos con ropa que lleva escritas consignas respecto del feminicidio, siguiendo con los ejemplos, y al amanecer vemos a la gente sorprendida comentando sobre el tendedero, deteniéndose a leer lo que escribimos, contando un caso que les ha pasado o del cual saben. O, hacemos un ritual donde han asesinado a otra mujer en nuestras calles y charlamos con la gente que pregunta y nos comprometemos a traer más información o a dar un taller la siguiente vez o aquello que las mujeres de la zona sugieran, explicamos por qué nos importa esa fecha, por qué lo hacemos ese día y sobre la organización local autónoma como posibilidad concreta, tan concreta y real que esa charla con la señora que vende periódicos es resultado de esa organización y entonces puede sumarse la señora que vende tamales o la marchanta que va pasando y platicamos todas juntas muy sabroso y hacemos intercambios de opiniones y de saberes y nos invitan para otra vez.

4.- No nos interesa ser multitud, nos importa más que estas cuantas tengan un espacio propio y de confianza, quien se integra tendrá que saber que lo que hacemos no es un camino de popularidad. En 2010, Mel se sumó a nosotras; Alma, hace tres años; Gloria hace uno.

5.- Así, pasamos en estos últimos años a un lesbofeminismo de lo concreto y lo callejero. Hacemos acciones feministas en la calle, poco mediáticas pero significativas para nosotras y, esperamos, para aquellas con las que construimos interlocución directa, visual o simbólica. Feminismo Callejero.

En lo concreto, seguimos haciendo talleres-círculos de trabajo cada 15 días, a veces son sólo para responder a necesidades nuestras y de nuestros procesos de vida: Amor, apego, desapego, genealogías feministas, escritura, salud, uso de plantas medicinales y teoría política. A veces, son para saber más sobre situaciones nacionales o internacionales que nos preocupan y cómo participar en ello. A veces, son actividades lúdicas. Frecuentemente se abren a otras lesbianas, ocasionalmente a toda mujer que quiera asistir, otras son sólo íntimas.

Ha habido periodos en los que nos hemos dedicado muchas sesiones a hacer comida y apapacharnos. En ocasiones yo me enojaba porque sentía que nos desactivábamos, hasta que me hicieron ver que el dedicarnos a querernos por una temporada también es político, muy político. Hemos hecho gorditas y pasteles, comido pizza o nos hemos dado masajes colectivos unas a otras, lo que alguien llamó, sexo colectivo seguro. En lo concreto, también, acompañamos a compañeras que llegan por diversos medios en situaciones de violencia, En ocasiones, a irse del lugar de violencia; en otras ocasiones, a buscar formas de justicia (que no narraré aquí).

Hemos vivido también violencia dentro; traiciones; alguna que se acercó diciéndose lesbiana sin serlo, pero le sirvió para obtener becas y ciertos beneficios; quien ha dicho ser de las nuestras involucrándose en partidos políticos a nuestro nombre; quian ha hablado mentiras porque no la quisimos en nuestro espacio -justo por sus formas-; quien ha pedido financiamientos a partir de actividades que nosotras hemos gestado... En esos casos nos ha tocado acompañarnos entre nosotras, hacia dentro, llorarnos, cuidarnos, hacer nuestras formas de justicia, recomponernos y recordarnos que esas palabras o esas acciones les pertenecen a las personas que han hecho daño. No son nuestras, no nos pertenecen, que se queden con quien las ha generado. Nosotras seguimos creyendo que tenernos, unas a otras, es importante.

En fin, lesbofeminismo callejero y de lo concreto. Feminismo de encuentro en la calle con la otra y del abrazo necesario en el momento necesario.

¿Qué es Lunas, Lesbianas Feministas?

Muchas veces lo decimos, todos nuestros labios lo han enunciado en algún momento, pero escribiendo este relato le doy para mí, un sentido más profundo:

Lunas tiene una doble naturaleza: es isla y es refugio, isla-refugio. Cada 15 días, o cada semana o durante un campamento o durante un fin de semana o realizando una acción callejera... En esos lapsos construimos un lugar que es sólo nuestro.
En este lugar nos encontramos, a partir de tres elementos en común:

1.- Las historias de vida que compartimos aquellas que tenemos una vulva como característica anatomo-fisiológica en común.

2.- También, compartimos aquello que tienen nuestras historias similares de opresión sistémica sobre nuestras cuerpas como realidad histórica-material.

3.- Sobre todas las cosas, compartimos la desobediencia y diferentes estrategias para desobedecer, desafiar y golpear al heteropatriarcado escrito en las historias de nuestras cuerpas y de nuestras realidades históricas-materiales. Si los dos puntos anteriores nos hacen coincidentes, el desafío a la heterosexualidad obligatoria nos hermana.

Las diferencias entre nosotras son explícitas, podemos ser trabajadora doméstica, pintora o tener un doctorado. Podemos tener 19 o 55 años o sentidos del humor muy distintos. La magia es cuando, con las diferencias explícitas y buscando hacer algo con ellas, estando juntas -tan distintas y tan cercanas- construimos este refugio.

Un lugar, unas horas de realidad autónoma, autogestiva y autodeterminada.

Sin la mirada-tutoría masculina, sólo con nuestres niñes cuando están pequeños y necesitamos llevarlos.

Sin alcohol ni drogas.

Sin tener que pagar por estar en un sitio.

Sin permiso de nadie.

Así, esta isla robada al tiempo-espacio nos permite el estar entre nosotras, interlocutar entre nosotras, proponer entre nosotras.

Cuando Lunas es refugio, nos lamemos las heridas, nos inventamos estrategias, hacemos teoría, compartimos recetas de cocina y de remedios con hierbas o nos enseñamos a conducir auto unas a otras, rayamos una pared o debatimos y luego, fortalecidas, podemos ir al mundo a patear un poquito al patriarcado, sabiendo que siempre habrá a donde volver cuando parece que de nuestras bocas salen sapos o alrededor dicen que estamos locas porque no nos halaga ser cosificadas o porque rompemos los estereotipos de todo lo que "deberíamos ser".

Algunas lunas están puntualmente en cada cita, alguna llega siempre una hora antes, otras llegan dos horas tarde, unas llegan cada dos meses y otras cada dos años. Otras mandan comida o ropa cuando saben que alguna está en problemas. No hay lista de asistencia, las puertas siempre quedan abiertas.

Lunas es, también, bastión que existe y resiste porque lo necesitamos como estrategia indispensable en esta guerra declarada en donde a las que tenemos esta cuerpa, los que se dicen feminismos, pero son refritos neoliberales, nos están con-venciendo de que la opresión es placer; en donde las opresiones imbricadas todos los días nos esclavizan a través de nuestro trabajo en el afecto y cuidados; el sistema económico nos explota en el trabajo de la producción capitalista y en donde nos torturan y asesinan para el sádico placer patriarcal.

Lunas, Lesbianas Feministas es refugio. Lugar en donde sanarnos, reconocernos, querernos, descansar, recuperarnos, tomar fuerza y, luego, tomar nuestra rabia y nuestro amor y salir con todo ello al mundo a tratar de construir más refugios y otros pueblos y otros mundos, en donde no necesitemos ya trincheras-refugio.

Esta es, finalmente, nuestra la isla de Lesbos soñada y, es que, no podemos esperar a que sea algún día. Audre Lorde, dijo: "La vida es muy corta y lo que tenemos que hacer se debe hacer en el ahora". No es justo estar esperando a que la utopía llegue algún día. Por ello, con los recursos y modos que sabemos y que tenemos, hemos hecho de este lugar que se construye a base de presencia colectiva, nuestra isla separatista-lesbofeminista. Así es, es ahora, es nuestra y... Es hermosa.