Doctora en Estudios Latinoamericanos (UNAM). Feminista y docente en la FCPyS-UNAM y en el CEU-PART.
Layla Sánchez Kuri reflexiona sobre la vida y obra de esta escritora, en especial de su primera novela 'Frankenstein' que cumple dos siglos, la cual interpreta como un escrito feminista ya que revela la 'peligrosidad' y la 'monstruosidad' que para la sociedad patriarcal representa la mujer libre, empoderada y transgresora.
En sus apellidos tiene la fama: Mary Godwin Wollstonecraft (1797-1851). Aunque es mundialmente conocida como Mary Shelley, por esas cuestiones patrimoniales y de pertenencia que ha designado el patriarcado. Esposa del poeta Percy Shelley; como sucede en el mundo anglosajón, las mujeres casadas renuncian casi a su nombre para adoptar, legalmente, el sello que las convierte en propiedad de. Algo que se da en otras latitudes pero se presenta en formas distintas.
Parafraseando al filósofo José Ortega y Gasset, fue una mujer que por vivir trató con el mundo, en un convulso siglo XIX, dentro de un contexto de cambios y revoluciones.
Liberalismo económico, revolución industrial, avances científicos en la medicina, especialmente en la genética, la teoría evolutiva de Darwin, la estética del romanticismo y la primera ola del feminismo: burgués, liberal y sufragista, envolvieron su espíritu y su realidad.
En este entorno, Mary Shelley se enfrentó a las limitaciones culturales que la sociedad imponía al género femenino. Sin embargo, en ese trato, dialogó y transgredió los cánones.
A pesar de ser hija de una de las más importantes pensadoras del feminismo inglés, la liberal Mary Wollstonecraft, autora de la Vindicación de los Derechos de la Mujer (1792), y del filósofo anarquista William Godwin, quien por cierto, le impidió cumplir su deseo de asistir a la universidad para convertirse en una escritora "profesional" pues no era correcto que una señorita tuviera tan disparatadas pretensiones, Mary hija, sufrió el cautiverio de ser mujer.
Creyente del amor libre, ante la desaprobación de su padre para establecer una relación formal con el poeta Shelley, la pareja decidió huir y vivir su aventura personal. En esa historia se encuentran desafortunados embarazos que terminaron en abortos espontáneos, y la muerte prematura de dos pequeñas que habían sobrevivido pocos años. Su hijo Percy Florence fue el único que tuvo la fortuna de crecer a su lado.
Mary no cesó en su deseo de escribir. Su obra muestra el compromiso de siempre, y su amor por las letras la llevó a la creación de novela, dramaturgia, poesía, filosofía y biografía: Valperga (1823); Perkin Warbeck (1830); El Último Hombre (1826); Lodore (1835) y Falkner (1837). El libro de viajes, Caminatas en Alemania e Italia (1844) y la biografía de Dionysius Ladner para la Cabinet Ciclopaedia (1829-1846).
Pero ninguna de estas obras ha tenido la repercusión de su primera novela: Frankenstein o el moderno Prometeo, pretexto que anima a la reflexión en este espacio.
Muchas han sido las interpretaciones sobre la invención de la Criatura; así llama la autora al monstruo que posteriormente será materializado por el cine y las series de televisión, construyendo el personaje mediáticamente conocido: de grandes dimensiones, con tornillos en la sien y un color como de "piel descompuesta".
Cuenta la historia que la noche del 16 de junio de 1816, en Villa Diodati, Suiza, Mary Shelley se encontraba en compañía de su esposo Percy, al lado del escritor Lord Byron, el médico John William Polidori y su hermanastra Claire Clairmont, también escritora, cuando hicieron una especie de apuesta para ver quién escribía una historia de terror.
Del grupo, sólo Mary con Frankenstein, y Polidori con El Vampiro, cumplieron lo pactado. Pero ha sido la novela de la reconocida escritora, la más admirada y leída.
¿Por qué se piensa a Frankenstein como una novela feminista? Algunos estudios sobre los contenidos filosóficos de la novela, han relacionado al monstruo con la vida de la propia autora. Ante las restricciones femeninas, y comportamientos de Mary Shelley considerados inmorales, el monstruo se equipara a la mujer. Entonces una mujer libre y que toma sus propias decisiones, es monstruosa. La mujer que piensa mucho, tal vez se vuelva loca, y en sus ataques, sea una fiera desbocada.
¿Y en pleno siglo XXI, no pasa lo mismo? Lo fantasmagórico que resulta una mujer libre y empoderada tiene como respuesta la violencia. Los calificativos negativos sobran para señalar la inmoralidad, la indecencia, su falta de cordura y de razón. No falta quien afirme que una mujer así necesita un hombre que la dome, que la ponga en su lugar, que la eduque o hasta que la viole para que se le quite lo histérica.
Entonces, la mujer se convierte en un ser demoniaco al que hay que marginar, invisibilizar, borrar, olvidar y si se puede, eliminar.
Así, lo femenino representa ese otro que da miedo y se convierte en ser peligroso para la sociedad, construida sobre una normatividad regulatoria absolutista.
El análisis realizado en 1975 sobre la novela, por parte de la escritora estadounidense Ursula K. Le Guin, afirma: "El problema que aquí se discute es la cuestión del otro, el ser que es distinto de uno mismo. Ese ser puede diferir de uno mismo en el sexo, en sus ingresos anuales, en su modo de hablar, de vestirse y actuar, en el color de su piel, o en el número de piernas y cabezas que posea. En otras palabras, existe el extraño sexual, así como el extraño social, el extraño cultural, y finalmente, el extraño racial".
Frankenstein, el extraño ser donde se acumulan una serie de "extrañezas". Si la Criatura es sinónimo del concepto mujer, por lo tanto, todo ser femenino asemeja lo monstruoso.
A 200 años de la creación siniestra de Mary Shelley, vale la pena releer su obra, en especial, el moderno Prometeo. Hacerle un homenaje de talla universal, como los que se han preparado para Shakespeare y Cervantes. ¿Acaso una bella creatura, creadora, pensante y menstruante no se lo merece?
Quizá Mary Shelley no haya tenido suerte para la maternidad biológica, pero su maternidad desdoblada ha dado mucho de qué hablar, pensar y proponer a partir de su escritura.
En este 2016, celebremos pues la monstruosidad femenina de Mary Shelley, que al fin y al cabo, puede ser nuestra propia genealogía en la libertad de vivir lo monstruoso/espectral/ fantasmagórico, de ser mujer.