MAYO 2016

Mejor juntas, que difuntas

Adiel Martínez Hernández reflexiona sobre lo que significa el movimiento #24A: un ejemplo de sororidad, un mensaje a todas las mujeres de que no están solas y del hartazgo de las violencias machistas; el incentivo hacia la denuncia para hacer conciencia de las consecuencias de la violencia de género, y la reeducación desde la perspectiva de género y los derechos humanos que, opina el autor, tendrán efectos positivos en las relaciones humanas.

El pasado domingo 24 de abril se realizó la Marcha Nacional contra las Violencias Machistas convocada en las redes sociales por diversas organizaciones de mujeres que buscan alertar sobre el alarmante número de feminicidios ocurridos en distintos estados de la república, además de denunciar las diversas manifestaciones de la violencia de género. La intención es hacer un llamado a las autoridades para la implementación de medidas que garanticen la vida de las mujeres, además de hacer entender a la sociedad en general que el machismo mata y que hay que pararlo.

Por desgracia, durante el proceso de convocatoria y durante la realización del mitin, varias mujeres fueron víctimas mortales de la violencia que azota al país. Otras más siguieron desapareciendo en circunstancias extrañas que hacen suponer la presencia de redes del crimen organizado para la trata de personas. Y el resto, siguió tolerando la cotidianidad del machismo en la publicidad, en el transporte público, en el trabajo y en la misma dinámica familiar.

De ahí la necesidad de las mujeres de movilizarse, pues es urgente tomar conciencia de lo arraigado que tenemos el machismo en la cultura mexicana. Sus componentes discursivos los tenemos tan internalizados, que damos poca importancia a los estragos que están causando en la sociedad, sobre todo en el sector femenino. Con este acto político las mujeres nos están demostrando que ya no están dispuestas a tolerar la violencia sistemática a la que han sido sometidas durante años.

La violencia es una manifestación de la conducta humana que difícilmente se podrá erradicar ya que sus causas son múltiples. Considero que el principal fundamento de la conducta violenta radica en la tendencia inconsciente hacia la muerte. Nuestra pulsión autodestructiva ha encontrado, gracias a la cultura, diversas maneras de manifestarse, la violencia de género es una de ellas. Al significar como vulnerable e inferior a la población femenina, el machismo convierte a las mujeres en víctimas idóneas para ejercer sobre ellas los distintos actos violentos.

Por ello, sorprende el ejercicio de desprenderse de esa asignación de víctimas, de seres pasivos que resignan su destino. La insumisión se manifiesta de forma organizada con la consigna: "Si tocan a una, respondemos todas". Qué mejor ejemplo de sororidad para que las mujeres sepan que no están de ninguna manera solas. En la Marcha se hicieron presentes distintas organizaciones que han trabajado arduamente en la defensa de los derechos femeninos, más allá del trabajo realizado por las dependencias públicas como el Inmujeres.

El segundo ejercicio que se aprecia con agrado es el de incentivar la cultura de la denuncia. Solicitar a las mujeres víctimas de violencia de género que alcen la voz, que pidan ayuda si están padeciendo violencia, a su vez, que denuncien y ayuden a quien esté sufriendo por el machismo. Como mencioné en el artículo pasado, avergüenza la respuesta calumniante de los hombres al ser denunciados; su tendencia a refugiarse en los argumentos esencialistas del machismo que culpabilizan a la víctima. La denuncia constante hará tomar conciencia de lo negativo y perjudicial de la violencia de género para las relaciones entre las personas.

El tercer ejercicio que celebro es el de la reeducación que están promoviendo las mujeres para que todos nos liberemos de las creencias machistas que asumimos como valores culturales. Reposicionar el cuerpo femenino y sus potencialidades reproductivas, reproductoras y afectivas hace que tanto hombres como mujeres tomen conciencia de lo contraproducente que resulta cosificar a las personas. La equidad se alcanza cuando reaprendemos que las mujeres son sujetos integrales, dueñas de sus cuerpos. Y como lo mencionan en una de sus consignas, el no violentarlas no parte del hecho de que pueden ser la madre, la hermana o la hija del agresor sino por el simple hecho de que son personas con derecho a la vida.

La continua ejecución de estas actividades: la des-victimización, la cultura de la denuncia, junto con la reeducación desde la perspectiva de género y los derechos humanos tendrán un efecto positivo en las relaciones entre mujeres y hombres. El más esperado es la reducción de la violencia de género en el plano físico y sexual. La organización de las mujeres para la realización de la manifestación del #A24 ya nos está demostrando que sí pueden estar juntas, en sororidad.