Como es bien sabido, el 11 de octubre es el Día Internacional de la Niña, fecha que, al igual que el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, no fue denominada así para que recibamos felicitaciones, sino para poner sobre la mesa las reivindicaciones por nuestros derechos. Pues bien, esta vez no hablaré de manera particular de los derechos humanos de las niñas, sino de la necesidad de rescatar y honrar a las niñas que fuimos. Comparto esta reflexión desde el corazón, porque este ha sido uno de los caminos que he seguido para sanar desde lo más profundo de mi ser. Agradezco a mis terapeutas, Silvia, Gina, Gloria y Gaby por haber provocado en mí este proceso; y más aun, por haberme acompañado.

¿Qué opinión tienes de ti misma? ¿En qué momento de la vida construiste el concepto sobre ti misma? ¿Eres compasiva contigo? Cuando sientes miedo, ¿es la mujer adulta o la niña interior la que tiembla?

Apenas hace algunos meses, por fin me di cuenta de que era necesario y justo rescatar a la niña que fui. ¿Dónde se fue esa niña? Esa niña sigue ahí, en mi ser. Fue triste descubrir que la tenía abandonada. ¿Cómo pude olvidarme de ella? Ahora sé que cada vez que siento miedo, ira, rechazo, injusticia, desolación, se trata de algo no resuelto en mi niñez. No quiero recurrir a un pseudo psicoanálisis, me refiero a que el patriarcado va construyendo desde temprana edad la tristeza para las mujeres.

He tenido la fortuna de escuchar las experiencias de muchas mujeres. He oído cómo desde niñas han tenido que encargarse del trabajo doméstico; incluso, a muchas se les ha robado su infancia, ya que se les impusieron grandes responsabilidades por ser niñas y por ser las hermanas mayores. Algunas guardan ilusiones en su corazón, anhelan un abrazo, un juguete nuevo, unos zapatos relucientes. Y ya que he hablado de los zapatos, alguna vez escuché que una mujer recordaba con mucha tristeza que tuvo que ir descalza a la escuela: su familia era muy pobre, pero un día pudieron comprarle unos zapatos; ella decidió quitárselos para brincar sobre la tierra y que no se dañaran, pero cuando terminó de jugar, se dio cuenta de que alguien se los había llevado y nunca más supo de ellos.

Y qué decir de la violencia sexual, de la hipersexualización. Y tampoco podemos dejar fuera al abandono, a crecer dentro de un ambiente de violencia psicológica, en el que te obligan a callarte, a convencerte de que "no sirves para nada".

Cada una de mis terapeutas me enseñaron a llorar para desahogarme; me han enseñado a escuchar a mi cuerpo, porque cada dolor es reflejo de algo más profundo. Mis terapeutas me han acompañado en el camino del perdón, en el que me he perdonado y en el que he perdonado a mi mamá y a mi papá. Comprendí que no soy responsable del pasado, que aprendí a vivir con los recursos que tuve a mi alcance; he hecho lo que he podido y eso me tranquiliza y libera.

Ahora, cada vez que tengo miedo, tristeza, que me siento sola, imaginariamente voy a un lugar secreto, hermoso. Hay una casa, ahí me encuentro con mi niña interior. Cada vez que nos encontramos, la abrazo, la consuelo, la beso y le digo que la mujer que hoy soy, la protegerá incondicionalmente; después de todo, ella es la humana que más amo, a la que nunca dejaré, a la que ya no olvidaré. Ella es hermosa y me necesita.

Rescatar y honrar a nuestra niña interior sana a las mujeres que hoy somos. Además, aprender a amar a esa niña que fuimos nos ayudará a dar herramientas de verdadero empoderamiento a nuestras niñas, a las hermosas niñas que están a nuestro alrededor: nuestras hijas, sobrinas, hermanas, nietas, alumnas, etcétera. No olvidemos la deuda histórica que tenemos con las niñas, por ser las invisibles entre la invisibles. Lo que he dicho no pretende pasar por alto los factores estructurales. Aquí hay responsabilidades que el Estado mexicano no ha cumplido con las niñas. Hablamos de un desamor y maltrato sistemático hacia las niñas, por parte de personas conocidas y desconocidas. Sin embargo, también nosotras mismas podemos aportar algo para nuestra sanación.

Que nuestras niñas interiores no sean nunca más invisibles. Que cada vez que honremos a nuestras niñas interiores honremos a nuestras ancestras, que cada acto de sanación individual sea un acto de sanación colectiva. Que así sea, a todas, por todas y para todas las mujeres y las niñas.