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Amigo abortero
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Por Adiel Martínez Hernández
Maestro en Comunicación y Antropología por la Universidad Nacional Autónoma de México. Docente e investigador de temas de semiótica, género y masculinidad, e identidades y cambios culturales.
Adiel Martínez reconoce que a partir de la legislación en 2007, las condiciones de salud reproductiva de las mujeres han mejorado, pese a los procesos burocráticos que les impiden ejercer su derecho a abortar de forma gratuita y acudan a clínicas privadas.
La directora de esta publicación digital, Elsa Lever, nos ha preguntado a quienes participamos en MujeresNet qué es lo que nos gusta hacer. Para responder a su pregunta y cumplir con la colaboración de este mes hablaré de una actividad que he realizado en varias ocasiones. Dicha actividad consiste en ayudar a mis amigas a abortar cuando me lo solicitan, además de difundir información que derrumbe los mitos sobre el aborto.
Como se podrá constatar en artículos anteriores, estoy totalmente a favor del aborto voluntario y decidido por las mujeres. Sin importar las causas del embarazo, si una mujer ha tomado la decisión de interrumpir el proceso de gestación, considero que es un derecho el poder ser apoyada médica, social y psicológicamente.
Antes del establecimiento de la Interrupción Legal del Embarazo en el Distrito Federal se tenía la costumbre de recurrir a métodos abortivos poco eficaces, sobre todo en las clases populares. La condición económica de las mujeres les hacía imposible recurrir a procedimientos quirúrgicos en hospitales donde clandestinamente o de manera disfrazada se practicaba dicha operación. En aquella época la tasa de mortalidad por abortos mal practicados era mucho más elevada que ahora.
Recuerdo que entre las mismas mujeres se recomendaban la ingesta en grandes cantidades de infusiones hechas con comino, orégano, epazote o el famoso "té de zorrillo". Yo escuchaba la receta de conversaciones que tenían mis hermanas las mayores con mi madre. Para cuando era adolescente y mis amigas salían embarazadas de sus parejas les pasaba el dato. Ninguna de ellas logró abortar con dicho método, sólo se provocaron diarreas insoportables. A pesar del fracaso, me agradecían el consejo y el apoyo que les brindaba.
Estando en la universidad y con la llegada del Internet me enteré de la existencia del misoprostol, un medicamento que se conseguía en ciertas farmacias sin receta pues su uso médico es para el tratamiento de la úlcera duodenal. A partir de un texto de un médico cubano que circulaba en la red se explicaba que su utilización como método abortivo era de lo más eficaz si se empleaba antes de las ocho semanas de gestación. Así, hice divulgación del nuevo hallazgo entre mis amigas y varias de ellas acudieron a mí cuando por circunstancias de su vida sexual resultaron embarazadas, pero era imposible continuar con el proceso.
El efecto secundario del uso de misoprostol era un sangrado abundante que a muchas de mis amigas asustó a pesar de la advertencia que les hice a partir del reporte del médico cubano. Esto hizo que algunas de ellas prefirieran no optar por aplicarse la dosis. Las que sí lo hicieron, aguantaron valientemente el malestar y a la fecha sé que no se arrepienten.
Hace ocho años se decretó que la interrupción del embarazo antes de las doce semanas era legal en el Distrito Federal, esto mejoró en mucho las condiciones de salud reproductiva de las mujeres. En las clínicas del sistema de salud del D.F. y en las clínicas particulares el procedimiento se puede realizar de dos maneras: por medicamento y por extracción quirúrgica.
Cabe mencionar que los procesos burocráticos de las clínicas del gobierno del Distrito Federal hace que las mujeres se vean orilladas a acudir a las clínicas particulares, pero los costos de éstas son inaccesibles para algunas de ellas obligándolas a adquirir una deuda o a verse en la necesidad de recurrir a los métodos clandestinos.
En este periodo he acompañado a dos amigas que afortunadamente resolvieron su situación el mismo día de consulta mediante el tratamiento por medicamento. En estos días estaré acompañando a una amiga más que acude a mí por esa fama que me he hecho de amigo abortero, la cual me gusta, lo admito.