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Frases Feministas
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La calle: territorio en disputa






Por Guadalupe López García
Periodista con Maestría en Estudios de la Mujer por la UAM y especialización en Estudios de la Mujer por el PIEM de El Colegio de México, se ha desempeñado como guionista y productora de radio; colaboradora, editora y coordinadora editorial en diversos medios como el IMER y la SEP, La Jornada, El Día, Uno más uno, Fem y Notimex. Trabajó en el Centro Integral de Apoyo a la Mujer "Esperanza Brito de Martí" en el DF y fue coordinadora de la Unidad Delegacional de Iztacalco del Inmujeres-DF. Ha recibido reconocimientos a su labor periodística y en defensa de los derechos de las mujeres por parte de la AMMPE, Conmujer, Cimac y la delegacion Iztacalco del DF.


Guadalupe López García reflexiona sobre la calle como espacio de los hombres y de las mujeres, pero éstas como objetos y no como sujetas. La columnista sostiene que el acoso es un mecanismo para mantener a las mujeres encerradas, ya que 'la calle es de ellos'. y considera que el empoderamiento de la mujer también se da con la reapropiación de la calle.

Callejera: puta; callejero: que le gusta la calle. Aventurera: puta; aventurero: viajero, le gusta la aventura. Mundana: puta; mundano: hombre de mundo. Pata de perro: persona callejera [1] (concepto solo en masculino). Hombre público: "el que tiene presencia e influjo en la vida social"; [2] mujer pública: perdida o prostituta. [3]

Desde esta perspectiva, en la calle los hombres son sujetos y las mujeres, objetos. Así nos educaron; así aprendimos. Los juegos de los niños (y mixtos) son en la calle; los de las niñas, en la casa. El ámbito privado (la familia, la maternidad, el trabajo doméstico) se delimita en la casa; el público (la política, la ciencia, la recreación, la cultura) en la calle, en la comunidad.

Adentro somos dueñas y señoras, como le dijo Domingo Soler a Sara García en la película con igual título (1948). "No soy la señora de la casa", expresó el entonces candidato a la presidencia de la república, Enrique Peña Nieto, cuando le preguntaron sobre el precio del kilo de tortillas (2011). Afuera somos intrusas... indeseadas.

En tiempos violentos, la calle se ha vuelto peligrosa para los hombres; para las mujeres siempre lo ha sido. Esto no significa que la casa sea un lugar seguro, pues las estadísticas sobre violencia familiar demuestran lo contrario. En el exterior, el acoso sexual es la principal violencia que vivimos.

De baja intensidad se conoce como piropos, flores, halagos o cumplidos. El otro extremo se llama violación y feminicidio. Cuando tenía unos 16 años iba a ser violada. Aún recuerdo esas manos que manosearon mis senos y rodearon mi cuello. Gritar y no parar de gritar hizo que el desgraciado me botara del carro.

El acoso funciona también como mecanismo para mantenernos encerradas: "No te vistas provocativamente", "No andes en la calle de noche", "No vayas sola", "Mejor ni salgas". Ni al baño podemos ir solas. No son recomendaciones sino advertencias... amenazas. El mensaje: la calle es de ellos.

Los hombres, en grupo o solos, escupen y se rascan los testículos en público; hablan a gritos: " ¿Qué onda güey?", " ¡No mames, güey!", " ¡Vete a la verga, pinche pendejo!". Nos tortean y manosean. Los exhibicionistas muestran su pene. De eso tampoco me salvé.

Todos los días, unos vecinos que venden artículos usados en la esquina de mi casa juegan dominó en una mesa con paraguas playero. Beben refrescos y cervezas durante toda la tarde. Escenas similares se presentan a mi paso: hombres bebiendo, gritando, jugando baraja, fumando mariguana, corriendo en patineta o nada más sentados, mirando...

Hace unos años, el tema de las miradas lascivas causó gran enojo en los diputados federales, indicando que era un exceso considerarlas como violencia sexual contra las mujeres en la legislación respectiva.

Para aportar nuevos elementos en la discusión teórica y política del tema, intenté mirar lascivamente a un hombre en la calle. Todo sea por el bien de la ciencia, la humanidad y las políticas públicas con perspectiva de género, justifiqué. Al primero que se me atraviese, pensé.

Mi incipiente metodología de observación participante en un estudio de campo se derrumbó. No pude. En una conferencia sobre cuerpo y ciudadanía hablé de ese experimento. Una joven comentó que ella ha mirado lascivamente a los hombres, pero reconoció que no lo ha hecho en la calle ni sola.

El tema de la movilidad y del derecho a la ciudad, enlazado con el de seguridad ciudadana, se ha posicionado en la agenda de las mujeres. Entre las acciones afirmativas instrumentadas están la separación de mujeres en el transporte colectivo y los espacios libres de violencia para las mujeres. [4] Además, grupos de mujeres llevan a cabo campañas contra el acoso callejero.

En 2008, el Instituto de las Mujeres del DF (Inmujeres-DF), en coordinación con las 16 delegaciones, lanzó su programa de zonas libres. Al 2013 se habían recuperado cien espacios públicos. [5] En la web del instituto aparece la propaganda utilizada; sin embargo, no indica cuáles son las zonas ni en qué consiste el programa, [6] el cual sigue vigente pero sin mayor impacto.

Antes de entregar este texto, visité dos espacios que en 2009 habían sido declarados zonas libres de violencia [7]. Uno fue el paso a desnivel sobre la calzada de Tlalpan y San Antonio Abad. Como no encontré tal referencia, recorrí siete túneles entre Lorenzo Boturini y la estación del metro Chabacano.

Tres habían sido rescatados por comerciantes con el apoyo de la delegación Cuauhtémoc, entre el 2011 y 2012. El que da a la calle de Gutiérrez Nájera tiene una galería, sala de lectura y cafetería. El de Juan de Dios Peza lo habitan personas en situación de calle. Una de sus salidas tiene una reja. El que está junto a Antonio Solís tiene locales que surten de mercancía a los vagoneros. Un policía de la zona dijo que los corredores se cierran a las ocho de la noche.

El otro espacio fue el de la explanada del Centro Social Tezontle, en Sur 159 y Oriente 120, colonia Cuchilla Ramos Millán. No identifiqué nada y los policías de la zona no sabían de qué programa hablaba. Más adelante, en una explanada con dos escuelas y un centro cultural hay un espacio libre de violencia promovido por el Laboratorio de Artes y Trabajo Alternativo (LATA), con el apoyo de la delegación Iztacalco.

Uno de sus integrantes, David Velasco, indica que hace un par de años rescataron parte de esa plaza. Este grupo realiza actividades para jóvenes con el fin de mantener viva la zona. Aseguró que se puede transitar sin tener problemas, pero una comerciante dijo que sigue habiendo mucha drogadicción y grupos de jóvenes que piden dinero a los estudiantes.

¿Cuándo fue que la calle dejó de pertenecernos? ¿Por qué nos la arrebataron? Los procesos de empoderamiento de las mujeres y de autonomía, y para atravesar las barreras de los ámbitos privados y públicos, pasan por reapropiarnos de la calle. No como espacio de transición, de paso o de trabajo, sino como un lugar para vivirlo sin miedo y para sentirlo nuestro, dice esta aventurera y mundana columna.

Notas:
[1] Definición del Diccionario de la Lengua española. http://www.rae.es/ . Consulta 7 de abril de 2015.
[2] Idem.
[3] Idem.
[4] ONU Mujeres maneja un programa. Disponible en: http://www.unwomen.org/es/what-we-do/ending-violence-against-women/creating-safe-public-spaces
[5] http://www.paginaciudadana.com/recuperacion-de-espacios-libres-de-violencia-para-las-mujeres/
[6] http://www.inmujeres.df.gob.mx/wb/inmujeres/campana_zona_libre_de_violencia_para_las_mujeres
[7] La Jornada, 1 de diciembre de 2009. "Crean dos zonas libres de violencia hacia las mujeres". Bertha Teresa Ramírez, p. 33.






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