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El empoderamiento: una necesidad para salvar la vida. El caso de Paloma frente a la CNDH
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Foto: Brenda Ayala/MujeresNet

Por María Esther Espinosa Calderón y María del Socorro Martínez Cervantes
Periodista, ha colaborado en diversos medios, entre ellos el Uno más Uno, Mira, El Universal, Etcétera, 'Triple Jornada' del periódico La Jornada, y en la revista Fem. / Estudió la licenciatura en Ciencias de la Comunicación en la FCPyS de la UNAM. Se ha especializado en el cuidado editorial y la difusión cultural, y trabaja como colaboradora independiente para varias casas editoriales.
María Esther Espinosa y Socorro Martínez escriben sobre el caso de Paloma, trabajadora de la CNDH que, ante la noticia de su padecimiento de cáncer, la dejó sin seguro médico; sin embargo Paloma, 'mujer autosuficiente y segura de sí misma', no se dejó amedrentar por la inequidad de género, la discriminación, exclusión e indiferencia de las instituciones y logró que se le diera atención médica, por lo que las autoras creen necesario el empoderamiento de las mujeres mexicanas para que luchen por sus derechos.
Cuántas mujeres mexicanas se están enfrentando en este momento a las injusticias de un sistema que las maltrata al dejarlas sin servicios médicos y sin la posibilidad de luchar por su trabajo y menos por su vida a causa de una enfermedad. Por fortuna, no es el caso de Paloma, mujer empoderada que gracias a su desarrollo personal y profesional ha tenido las agallas de enfrentarse a la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) para defenderse de la exclusión, discriminación y falta de sensibilidad de la institución dedicada a defender a la sociedad mexicana de este tipo de abusos.
Gran paradoja, ese organismo que lucha por los derechos humanos, dejó desprotegida a una de sus colaboradoras. Paloma laboraba desde 2013 como investigadora adscrita a la Primera Visitaduría de la CNDH cuando fue diagnosticada con tres tipos de cáncer: en matriz, mama y páncreas a mediados de 2014, recurriendo a la incapacidad laboral para enfrentarse a cinco cirugías y a los tratamientos prescritos para luchar contra la enfermedad.
Su contrato laboral terminó el 31 de diciembre y fue notificada de la resolución de no renovárselo, por lo que ella solicitó a la dependencia simplemente la carta cobertura para continuar con el seguro que ella misma pagaba con una tarifa preferencial a través de la institución, pero se la negaron argumentando que no era necesaria. No obstante, los días subsecuentes se convirtieron en un viacrucis por la negativa de la aseguradora a renovarle el seguro médico porque la CNDH la había excluido de la plantilla.
La insensibilidad de los funcionarios al puro estilo de los patrones de explotación de una fábrica, que no sólo despiden al empleado en desgracia, sino que lo miran como un estorbo y con indiferencia hacia su condición, la CNDH no respetó el acuerdo para que continuara su tratamiento, simplemente le dieron la espalda.
Sin embargo, la valentía de Paloma, la llevó a sacar a la luz su caso y a que la institución reculara y le ofreciera su "apoyo" para que continuara con su tratamiento, mismo que había tenido que interrumpir por más de dos semanas.
Para cualquier persona con cáncer la quimioterapia y la radioterapia son una esperanza de vida y no se pueden interrumpir de la noche a la mañana. Además del desgaste físico y emocional que generan la enfermedad y estos tratamientos, ahora se sumaba la incertidumbre para cubrirlos, pues ya se sabe que son onerosos y casi imposible de solventar en un hospital privado cuando se carece de trabajo y aun con él, sin el respaldo de un seguro de gastos médicos.
La CNDH indirecta e innecesariamente también la perjudicó al poner en riesgo la eficacia del tratamiento por no poder continuar con el protocolo médico establecido, pues justo tres días antes de vencer el plazo para aplicar la última quimio y ante la presión de los medios de comunicación que publicaron el caso de Paloma, la CNDH le entregó la famosa carta de cobertura. Demasiado tarde porque la aseguradora ya no se la respetó y tuvo que pagar el doble por ella.
Finalmente la dependencia le notificó que continuaría su tratamiento con los mismos doctores y en el mismo hospital donde lo estaba recibiendo y ahora lo cubriría la propia CNDH, además de reincorporarla a la institución en un área distinta y con la mitad del salario. Cosa que no es motivo de celebración después de tanta indiferencia.
Paloma es una mujer empoderada que ha sabido luchar, que ha ocupado puestos de dirección, que ha estado al mando en varios medios donde ha desarrollado su trabajo profesional. Es una mujer autosuficiente y segura de sí misma que ha sido capaz de no dejarse amedrentar por la inequidad de género, la discriminación, exclusión e indiferencia de las instituciones que proclaman la igualdad de trato y derechos para mujeres y hombres, pero que son incapaces de desprenderse de la cultura machista contra la que debemos luchar todas las mujeres de este país, empoderándonos no sólo por defender salarios equitativos y derechos laborales, sino contra la violencia e incluso para defender nuestra vida. ¿Cuántas mujeres han perdido la batalla por no encarar esta lucha de trato desigual?
Cómo olvidar la protección que el Estado le brindó al exsecretario de Educación Pública, Alonso Lujambio cuando con notorio deterioro físico y en silla de ruedas tomó protesta como senador plurinominal del PAN escasos días antes de su muerte, en cuyo acto los legisladores y legisladoras le manifestaron su solidaridad y apoyo para continuar con su batalla contra el cáncer y confiaron en su capacidad para asumir las responsabilidades del cargo a pesar de su estado de salud, seguramente para garantizarle una pensión económica para su familia.
Habría que preguntarse cuántos casos semejantes al de Paloma sucumben ante la injusticia, trato desigual, discriminación e indiferencia de las instituciones mexicanas hacia la sociedad que no goza de los privilegios de los políticos ni se sabe defender.