Cuando más determinado y concreto es el dolor, más se debate el instinto de la vida, y la idea del suicidio.
Cesare Pavese

El mundo nos ofrece un sinfín de razones para llevar una vida tormentosa o genial. O ambas. Los que hoy vivimos en México, el reclamo justificado (cuando se hace en los términos de la legalidad), y la exigencia de ciertas demandas sociales, políticas, económicas "y culturales", nos coloca de frente a la incertidumbre, el miedo, la contrariedad, otra forma de tormento. "En el pasado, dice Héctor Gamboa en su libro Escritores suicidas (Nueva imagen, 2002), muchos hombres sintieron un profundo pesimismo ante la vida, probablemente por las guerras y las inciertas condiciones de vida; los estoicos griegos y romanos profesaban desprecio a la condición humana, así como resentimiento contra el mundo y contra su propio yo". Actualmente, sucede lo mismo.

Las tormentas personales pueden ser reflejo de esto, pero también, la vida personal; el pasado siembra turbaciones, dudas, odios, etc, que se concretiza en un modus vivendi. Muchos optan por la creación (llámese literatura, música, danza...) la educación, las luchas sociales, etc., otros por el suicidio, no sin antes dejar un gran legado. Charlotte Perkins Gilman, Alfonsina Storni y Virginia Woolf, optaron por éste; George Sand y Marguerite Duras, por una vida llevada al límite. Esto, claro está, sin dañar la calidad literaria de sus obras, antes bien, colocándolas en el plano de la genialidad.

1. Charlotte Perkins Gilman

De esta autora es la frase "El cloroformo antes que el cáncer". Activista social y feminista; en estos dos puntos concentró la totalidad de su obra: ensayo, novela, poesía. Joaquín Torán, afirma en "El papel amarillo, Charlotte Perkins Gilman: Locura es nombre de mujer" consultado en www.fabulantes.com : "Criticó siempre el sometimiento de la esposa al marido y el rol que la sociedad destinaba a la mujer. Pudo hacerlo gracias a la energía de su carácter y a su fortaleza de espíritu, porque Charlotte Perkins Gilman no fue, para su época, una mujer al uso." Su tormento, la enfermedad. En 1932 se le diagnosticó cáncer de pecho y en 1935 cuando éste se hizo incurable, decidió partir.

 2. Alfonsina Storni

Fue diagnosticada con cáncer de mama y se realizó un estudio de quirología, cuyo diagnóstico no fue acertado. Esto la deprimió, provocándole un cambio radical en su carácter y llevándola a descartar los tratamientos médicos para combatirlo. El 25 de octubre de 1938 se suicidó en Mar del Plata arrojándose de la escollera del Club Argentino de Mujeres.

Manuel Gálvez en su libro Entre la novela y la historia (Librería Hachette S.A., Buenos Aires, 1962) hace un retrato fiel de la escritura para quien la vida personal, la literatura y la lucha femenina, se convierten en un deseo de igualdad entre hombres y mujeres:

"Alfonsina Storni no pertenecía al tipo de los escritores que fríamente, pegan con arte unas bellas palabras junto a otras bellas palabras. Puede afirmarse que se ha arrancado del alma cada uno de sus poemas. Porque cada uno corresponde a un dolor diverso, o a un matriz del mismo dolor; o a una inquietud casi obsesionante; a una angustia moral. No ha habido en nuestra literatura un alma tan atormentada como ella. Sufría hondamente por cosas que no hacen sufrir a otras mujeres. Por toda esta cantidad de dolor que había en su alma, era, como mujer y como escritora, tan humana. Tenía un sentido trágico de la vida, del cual no creo, dada la tristeza de su final, que se hubiera atenuado con los años. ¡Para ella sí que era la vida una tragedia! Llevaba la tragedia en su corazón apasionado; en su espíritu, que buscaba el equilibrio y la paz sin encontrarlos; en su alma, que ha de haber llegado, más de una vez, a la desesperación".

 3. Virginia Woolf

Tenía 59 años de edad, cuando decidió ahogarse en el río Ouse, cerca de su casa de Sussex. Era el 28 de marzo de 1941, por la mañana. Dejó dos cartas, una para su hermana Vanessa Bell y otra para su marido Leonard Woolf. Leonard, en su autobiografía, escribió sobre la vida atormentada de Virginia. Lo que escribo a continuación es una cita rescatada del libro Escritores suicidas:

"Cuatro veces en su vida atravesó la frontera que separa la demencia. Cuando niña tuvo una depresión; después una crisis muy seria a los 13 años, al morir su padre [se arroja de una ventana] en 1895; otra en 1914 y la cuarta en 1940. Cada una de sus depresiones implicaba dos estados mentales que se llamaban maniaco depresivos. Durante el periodo maníaco se mostraba muy excitada [...]; durante el periodo depresivo, todos sus pensamientos y emociones eran antagónicos respecto de los demás, con profunda melancolía y desesperación".

Comprender la vida tormentosa de Virginia es también comprender sus novelas y las controvertidas relaciones con su padre, Leslie Stephen; con su hermana, Vanessa; con su marido, Leonard Woolf; y el tan zarandeado y polémico tópico de su sexualidad, como afirma Irene Chikiar Bauer en su libro Virginia Woolf. La vida por escrito (Taurus, 2013).

4. George Sand

El amor es tormento. Su verdadero nombre fue Amantine Aurore Lucille Dupin. Nació en París el 1 de julio de 1804. Sus orígenes: su madre, Sophie Delaborde, era la hija de un vendedor de pájaros que "muy posiblemente se prostituía entre los soldados napoleónicos"; su padre, Maurice François Dupin de Francueil, "era un aristócrata de altísima cuna, nieto por línea bastarda del rey Augusto II de Polonia". Luis Antonio de Villena, en su texto "George Sand, un escándalo rebelde" publicado el 22 de diciembre de 2004, en El cultural ( http://www.elcultural.es/ ) se refiere a esta escritora situada en lo que suelen llamar los historiadores de la literatura francesa "el segundo Romanticismo" (que se abre ya o entra en el realismo):

"Aurore Dupin (1804-1876) tomó el pseudónimo literario -de resonancias masculinas e inglesas- de George Sand. Frecuentemente vestida de hombre, de una belleza morena y muy latina, se diría que el romántico propósito juvenil de esta mujer era ser una Byron femenina, una dandy (dandy era un término de uso exclusivamente masculino) y alguien, en suma, que quiso -contra los prejuicios de la época, contra la vetustez de las normas- edificar su propia vida. Ser ella. Nada lésbico hay en George Sand; si usó un nombre masculinizante y en su juventud se puso chistera y levita, es porque quiso significar y visualizar que sólo poniéndose en el sitio del hombre -ocupando su puesto- la mujer alcanzaría la culminación de sus derechos y posibilidades, se autorrealizaría. George Sand fue una adelantada, aunque terminó viviendo en el campo y siendo conocida, lejos ya de sus amoríos, como 'La bonne dame de Nohant'.

"[...] Los amores tempestuosos de George Sand y Alfred de Musset cuentan entre los más célebres de las letras francesas. Culminan en Venecia y en un hotel famoso: el Danieli. Enamorada de otro hombre, ella se lo presenta a él, quien no aceptando el trío, sólo puede caer en la desesperación. Esa trama está en el origen de una de las más conocidas y emblemáticas novelas francesas de la época, La confesión de un hijo del siglo (1836) de Musset. Poco después George Sand daría su versión de los hechos en otra novela propia, Ella y él (1841), pero será la voz de Musset la que perdure, incluso cuando una Sand más madura, y lejos de los hechos, dé otra versión más biográfica en su Historia de mi vida (1854)."

4. Marguerite Duras

El libro Marguerite. Intensidad y dolor de una vida (Lumen, 2014) de Sofía G. Buzali, rescata la vida convulsa y literaria de Duras. Hay que leerlo. Biografía novelada en la que la autora aborda su doloroso mundo interior "signado por la pérdida, la soledad y el alcohol, el cual únicamente podrá ser transmutado a través de la creación literaria". Cito:

"Una gente que es alcohólica tiene una vida de grandes pasiones, situaciones que enfrentar, decidir y corregir. Y a mí me llamaba mucho la atención que a pesar de eso, Marguerite seguía creando, ganándose premios y siendo exitosa. Pese a su adicción al alcohol, la escritura nunca la abandonó".

A manera de conclusión

Corresponden a este tipo de mujeres Sylvia Plath, Alejadra Pizarnik, Anaïs Nin, Agatha Christie, entre otras. Más allá de sus decisiones, está su literatura que trasciende hasta nuestros días y las coloca de cuerpo entero, íntegro su legado de vida, luchas, libros, anécdotas, sueños. Tomando una frase de Sofía G. Buzali, diré que "su lectura vale mucho la pena".