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Frases Feministas
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Águeda Pía Fernández, una mujer en vilo y en lo alto*





Por Lucía Rivadeneyra
Comunicóloga por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Cursó la maestría en Literatura Mexicana, en la Facultad de Filosofía y Letras. Sus libros "Rescoldos", "En cada cicatriz cabe la vida" y "Robo Calificado" fueron merecedores de los Premios Nacionales de Poesía "Elías Nandino" (1987), "Enriqueta Ochoa" (1998) y "Efraín Huerta" (2003), respectivamente. En 2007, publicó la antología personal 'Rumor de tiempos'. Su material poético está incluido en numerosas antologías. La han traducido a diversos idiomas. Catedrática de la UNAM desde 1980, ejerce el periodismo en medios de circulación nacional.

Lucía Rivadeneyra nos narra un poco de la vida y obra de esta escritora a propósito del homenaje por el centenario de su nacimiento.

Nos faltan 43.

Decía Jorge Luis Borges que todo encuentro casual es una cita. Marina Anguiano Fernández y quien esto escribe nos encontramos por casualidad en la presentación de un libro. Nunca sabremos cuándo se concertó la cita en algún lugar del universo. Esa noche mencioné el nombre de su madre. Después cenamos juntas con amigos comunes. Luego, descubrí una serie de intereses en común.

Me sorprenden las coincidencias. Hace unos días llegó a mis manos un sobre amarillo rotulado con mi nombre, en letra palmer. Las dos usamos este tipo de letra desde siempre. Conocí a su hermano Pablo cuando tenía un grupo de jazz, hace más de dos décadas, lo vi un par de veces y alguna vez nos encontramos en un concierto de Paco de Lucía. Mi hijo se llama Pablo y ama el jazz. La nieta de Águeda se llama Lucía.

Por diversos motivos, los ferrocarriles han estado presentes en nuestras vidas, tanto en la de Marina como en la de su madre y en la mía. Mi padre fue médico de ferrocarrileros durante 27 años y hasta la fecha los extraña. Marina me obsequió una revista donde Águeda, su madre concede una entrevista y en ella habla de la cercanía que tuvo con las redes ferroviarias desde su abuelo, es decir, el bisabuelo de Marina. Águeda es nombre de musa y si se duda habrá que preguntarle a Ramón López Velarde. Si yo hubiera tenido otra hija, es muy probable que le hubiera puesto Águeda. En fin... estas dos mujeres llegaron a mi vida.

Águeda Pía Fernández es una mujer de 100 años. Si digo que ella está ahora con nosotros es porque aquí están sus libros; por eso, afirmo que es una centenaria. Dos libros: Una mujer en vilo y En lo alto reflejan la sensibilidad de una mujer, desde la adolescencia hasta la tercera o cuarta o quinta edad, (¿quién lo decide?) lo maravilloso es que su capacidad de asombro, año tras año permaneció intacta.

De la misma manera que la sorprende un viaje en tranvía o la marimba, habla de Frida Kahlo como la amiga a la que visita. Por eso, cuando asevera "fui a su casa y sólo pude ver el cuadro Las dos Fridas", el lector puede pensar que -en 1944- ninguna de las dos se imaginaron que ese cuadro cruzaría océanos, mares y kilómetros y kilómetros y se volvería uno de los más famosos creados por la artista.

Esposa durante varios años de un pintor famoso, Águeda Pía unió su sensibilidad a los lienzos, a pesar de que ella decía "no voy a criticar su técnica de pintura, pues no conozco a fondo su secreto". Sin embargo, gracias a estos libros sí conocemos secretos, pero los de esta mujer que vivió uno de los dolores más grandes que pueda haber en la vida: el exilio.

Ser exiliado, emigrante, desterrado, implica haber sufrido. Desterrar es quitar la tierra, como cuando se trasplanta una yerba, se le quita la anterior, se le sacude para ponerle una nueva. Hay plantas que no lo resisten y mueren, otras florecen a pesar de todo. Así les ocurrió, entre otros muchos, a los exiliados españoles y aunque llegaron a una tierra donde se hablaba español, el idioma era -obviamente- otro. El oído de Fernández lo supo captar.

"La j la han hecho x. Suprimieron la c y la tornaron en s. Y así resulta un silabeo constante de ces por eses. ¡Y qué confusiones se originan!: las verduras cosidas en vez de cocidas; ir a casar osos en vez de ir a cazar osos, etc., pero con todo y estos equívocos, su poquito de sal, otra sal, claro está, distinta a la nuestra le echaron al español, Porque no me digan que no es gráfica la expresión 'el pobre está amolado' por 'el pobre está fastidiado', yo veo al pobre individuo amolado con una piedra monolítica que lo aplasta, sin esperanzas de sacudirse nunca tal peso de encima. Y el 'luego, luego' por 'en seguida'; y 'ahoritita' por un 'ahora mismo' que nunca llega. Y 'chongo' por nuestro 'moño', y 'chipote' por 'coscorrón'. Y 'chamaco' a la altura de la palabra niño, es de mucha calidad y originalidad que la 'canalla' de los catalanes". Y, seguramente, Águeda Pía lo pensó aunque no lo escribió, el 'gilipollas' por nuestro clásico 'pendejo', que en España significa algo así como escuincle o chavito.

¿Qué haríamos sin memoria? No seríamos. De la misma manera que una persona con Alzheimer poco a poco está fuera de este mundo, la memoria también se va raspando. No obstante al aprehenderla con la pluma, se deja testimonio. Una mujer en vilo de Águeda Pía Fernández es la recuperación de varias décadas de vida. Ofrece un panorama de España y Francia, países con mar, ricos, pero adoloridos. Y también habla de México, el nuevo mundo, su nuevo mundo.

Águeda Pía creció entre las bellas artes, los víveres de la Guerra Civil Española, los viajes, la nula información respecto al sexo, su naturalización como mexicana, la ruptura amorosa e incluso la cárcel... Sobre ésta escribe una frase muy vigente: "Las cárceles son para los pobres. Los verdaderos ladrones, asesinos, estafadores, malvivientes, circulan libremente por todos los caminos".

Estos libros dan un testimonio de una mujer, como muchas lo estamos cotidianamente, de manera literal, en vilo. La diferencia estriba en que no todas se atreven a escribirlo, menos aún a publicarlo. A pesar de tantas vivencias, no siempre gratas, Fernández tuvo como aliada a la palabra.

Como puede advertirse en ambos libros, las coincidencias no existen, son destino y en las cartas o en la borra del café y en el humo, el agua o la arena, Águeda Pía Fernández, Marina y Pablo teníamos que coincidir. Por eso estoy aquí con alegría porque celebramos un testimonio, un testimonio de mujer que hubiera cumplido 100 años, que está cumpliendo 100 años.

* Texto leído durante el Homenaje a Águeda Pía Fernández en el centenario de su nacimiento. Ateneo Español, noviembre 2014.

Fernández, Águeda Pía Una mujer en vilo. (1999). Ediciones El ermitaño. México. 225 pp. y En lo alto. (2001). Ediciones El ermitaño. México. 89 pp.






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