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Frases Feministas
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Una nalgada a tiempo





Por Guadalupe López García
Periodista con Maestría en Estudios de la Mujer por la UAM y especialización en Estudios de la Mujer por el PIEM de El Colegio de México, se ha desempeñado como guionista y productora de radio; colaboradora, editora y coordinadora editorial en diversos medios como el IMER y la SEP, La Jornada, El Día, Uno más uno, Fem y Notimex. Trabajó en el Centro Integral de Apoyo a la Mujer "Esperanza Brito de Martí" en el DF y fue coordinadora de la Unidad Delegacional de Iztacalco del Inmujeres-DF. Ha recibido reconocimientos a su labor periodística y en defensa de los derechos de las mujeres por parte de la AMMPE, Conmujer, Cimac y la delegacion Iztacalco del DF.


Guadalupe López García habla sobre el uso de la nalgada para educar a niños y niñas. Con diversos testimonios, entre ellos algunos habitantes de la casa-hogar 'La gran familia', que aseguran es la 'mejor técnica para hacer hombres y mujeres de bien', la columnista se cuestiona si esta práctica lejos de corregir o educar, es una forma de venganza, de provocar miedo, culpa, dolor y humillación para dominar, que arruinaría el presente de los infantes.

A Salvador

¿En serio, se necesita nada más una, una sola nalgada para educar, disciplinar y poner límites? ¿Quiénes la recibieron a tiempo? ¿Fue por reprobar, pegarle a alguien, rezongar, faltar al respeto, portarse mal? ¿Debe ser suave, fuerte o un golpe con furia, mucha furia? ¿De qué depende: de la calificación, del nivel del berrinche o del coraje de quien la aplica? ¿Se compusieron, de qué? ¿Hay niños y niñas buenos y malos?

Avalada por la escuela, las religiones, las tradiciones, la cultura, la comunidad, la sociedad, la familia, y por pedagogos/as, maestras/os, pediatras o terapeutas, la nalgada a tiempo -antes que cualquier otra explicación- es considerada la mejor técnica educativa para hacer y ser hombres (y mujeres) de bien.

"Yo sí le di sus nalgadas a mis hijos y véalos: son bien trabajadores; no que ahora hay buenos para nada, conchudos", me dijo una señora en la carnicería a la que voy. Me acordé del berrinche marca diablo que mi hijo hizo en la calle cuando tenía unos cuatro años. Esperando a que se le pasara, unos mecánicos miraban y comentaban: "A mí no me hacen eso", "Yo ya le hubiera dado (pegado) pa'que aprenda". Casi a rastras, mejor me lo llevé. A los cinco minutos de haber llegado a casa, el ataque había desaparecido.

Si la nalgada a tiempo se utiliza como método principal de crianza, me imagino que se necesitará una por las travesuras, otra por los berrinches o... por todo lo que nos moleste o nos saque de nuestras casillas. Para los niños, ese castigo es para que aguanten, para que sean machos, para ser hombrecitos; para las niñas, para que se porten bien, para que obedezcan.

Se supone que a tiempo significa que la nalgada debe darse inmediatamente después de las malas conductas. No falla porque genera una reacción intuitiva; además, duele; el miedo paraliza. Si no resulta, santo remedio: hay que darle otra; quizá más fuerte que la primera. Ya cuando las posaderas se ponen rojas o se ven las marcas de los dedos, se requiere otro procedimiento: usar no sólo la mano sino lo que se tenga a la mano.

Pese a que se maneja con insistencia la eficacia de la nalgada a tiempo, ésta se deja de aplicar, pero no cuando ya entendieron sino cuando crecen y cuando están en condiciones de ponerse al tú por tú: " ¡A ver, pégame!", retan quienes la recibieron.

Además de los progenitores, quienes la emplean son tíos/as, hermanos/as mayores, abuelas/os, cuidadores/as o maestras/os, con el permiso de los primeros. Si los casos son críticos, se valen de las instituciones o de otros medios. Varias niñas/os, jóvenes y adultas/os que vivían en la casa-hogar "La gran familia", en Zamora, Michoacán, fueron llevados a ese infierno para que aprendieran. Una niña comentó que su mamá la había dejado ahí porque era muy rebelde [1].

Revisando el tema por internet [2], la mayoría de las opiniones apoya ese correctivo. Quienes fueron educados de esa forma, también reconocen su eficacia: "me ayudó a ser mejor", se me quitaron las malas mañas, me enderecé, le agradezco a mis padres, ya no lo volví a hacer. Incluso, hay testimonios de quienes vivieron en el albergue-prisión, propiedad de Rosa Verduzco, que le agradecen por haberlos/as llevado al buen camino.

Curiosamente, todos esos relatos no refieren una inocente nalgadita o una reprimenda con gritos y groserías; hablan de golpizas a mano limpia o con cinturones, zapatos y escobas. Una señora me comentó que su mamá le pegó con un fuete por no querer lavar los trastes. Es lo más doloroso que recuerda de su niñez esa mujer -de unos 70 años-, con quien platiqué en un acto público cuando regañaba duramente a su nieto.

En los debates queda al margen el tema de los derechos humanos, de la violencia social, sexual o familiar, del bullying, de otras problemáticas que viven las y los niños, y de su interés superior -como lo marcan las leyes- y su protección por parte del Estado. Un comentario de internet decía que debido a las leyes, ya no se podía reprender a los/as menores. "Se perdió el respeto", se lamentaba.

Casi, casi, se asegura que el abuso ya no es de los/as adultos/as contra los menores sino de éstos contra los primeros. Una madre, en una plática de orientación, sostuvo: "Ahora los patos ya quieren dispararle a las escopetas". En tiempos recientes, he escuchado con insistencia la clasificación de hijos e hijas tiranos y manipuladores.

Viéndolo de este modo, los infantes se ven como un peligro, como algo que hay que controlar. Son vistos como probables delincuentes. Necesitan ser castigados/as antes de que cometan un delito mayor. No pueden andar por la vida como la gente corrupta: impunemente. Ergo, se requiere la nalgada a tiempo.

En la plática, la terapeuta señalaba que una corriente de la psicología dice que no hay que poner límites a los/as hijas/os ni regañarlos porque se pueden traumar, pero que no estaba de acuerdo, pues, argumentaba: "Una nalgada a tiempo es mejor". Además, coincide con muchos/as: ese recurso no es lo mismo que los golpes o la violencia. Sin embargo, de acuerdo con los testimonios virtuales y orales, lo que parece funcionar no es la nalgada a tiempo, sino el maltrato infantil.

Pero, ¿qué se entiende por corregir, educar, disciplinar, componer, obedecer, buen camino o ser de bien, perder el respeto, rebeldía, portarse mal? Parece que aprender y entender, en este caso, tienen la connotación de escarmiento, y corregir y componerse, el de controlar y someter. Provocar dolor, miedo, culpa, angustia y humillación es la mejor táctica para dominar a los seres humanos, a una sociedad entera.

Mi papá y mamá no nos pegaron, ni a mis hermanas, hermano ni a mí, aunque don Narciso luego nos amenazaba con su cinturón. A mi hijo tampoco lo castigamos corporalmente, aunque reconozco que fui intolerante cuando lo obligaba a mejorar su letra. Por otros motivos, alguna vez pidió que le pegáramos para ver si así entendía.

Me intriga que las y los adultos tenemos conductas similares como las y los niños. Hacemos berrinches -ya nada más nos falta tirarnos al suelo y patalear-, no hacemos caso de lo que nos dicen: "come bien", "has ejercicio", "no tomes", "no fumes", "no pegues", etcétera, y no por ello nos agarran a nalgadas o pedimos que nos den una, ¿verdad?

¿Qué se necesita para aprender a educar sin la nalgada a tiempo?, ¿cómo se puede entender que ésta no es más que una forma de desquitarse (especie de venganza), que es el ejercicio del poder con premeditación, alevosía y ventaja, que es la violencia primigenia de otras más extremas como el abuso, la trata y explotación sexual, que no hay golpes que educan ni insultos que corrijan?

La nalgada a tiempo no va a determinar el futuro de niñas y niños, pero sí les puede arruinar el presente. Además, existen otros factores que influyen en el desarrollo de los seres humanos, como el amor y la comprensión.

Si ya hemos superado distintas formas de torturas, transitar de sociedades totalitarias y autoritarias a otras más democráticas -con sus asegunes, claro- y tenemos otros referentes sociales, culturales y educativos distintos a los de nuestras madres y padres, entonces, ¿por qué justificar y promover esa arcaica costumbre?

Ahora que mi hijo está llegando a la mayoría de edad, espero que comprenda por qué nunca le hicimos caso. Le pido perdón por haberlo maltratado de otra forma y espero que él tampoco le haga caso a quienes declaran que una nalgada a tiempo es mejor, dice la autora de esta redentora columna.

Notas:

[1] Cápsula promocional del programa de Fernanda Tapia, "Triple W" ( 96.9 de FM). Fecha imprecisa (agosto de 2014).
[2] Los comentarios se retomaron de https://www.facebook.com/diaadiapr/posts/179096428867547 (consulta: 24 de agosto de 2014).






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