Josefina Estrada tiene un estilo definido, atrevido, contundente. Habla siempre de lo que nos conmueve. O, particularmente, me conmueve. Y creo que es una lectura necesaria para toda aquella persona interesada en el lado oscuro del ser humano, no por negativo, sino porque cada quien tiene secretos, manías, heridas que no se muestran.

Piel bandida, apuesta por el reflejo de nuestras cárceles. No hablo solamente de personas en reclusorios, como en el caso de Silvia, personaje principal de "Piel bandida", cuento que da nombre al libro, sino de los celos, la envidia, la pasión irracional.

A lo largo del libro podemos ver marcadas relaciones de poder, por cuestiones de género, de diferencias económicas. Nos habla de la seducción que deviene abuso entre personas de distintas edades. Estrada trata las relaciones humanas desde las astillas: cómo y cuánto somos capaces de mentir por vivir un idilio, cómo nos dejamos arrobar por el deseo o cuán miserable puede ser la lealtad.

En nueve cuentos, perfectamente seleccionados, habla de manicomios y de hoteles de mala muerte. Habla de hombres y mujeres, amados, amadas, y de las cicatrices que quedan después de tanto entregarse, para que, como todo, terminase. Muestra el juego erótico en un universo infantil, el humor involuntario de la tragedia. Habla desde mujeres desprotegidas, cabronas, inocentes, heridas... Siempre desde las mujeres.

Otro acierto, imprescindible mencionarlo: Josefina Estrada, conocedora a profundidad de la obra del poeta Rubén Bonifaz Nuño, nos regala sus versos en los epígrafes. Por si aún quedaba duda de la mancuerna ineludible entre poesía y narrativa. Y, si bien, Josefina no es poeta, derrocha sensibilidad cuando que capta imágenes: "Miro tus mejillas arreboladas y el guinda de tus labios. Eres una niña que ha corrido demasiado y, sudorosa, viene a refugiarse a mi pecho". O: "sé que la gente se cubre con hules y periódicos mientras me cubres con tu mirada: cálido cobijo".

En la portada se aprecia la espalda y nalgas de una mujer, quien es tomada por la cintura por las manos de otra mujer. Fue realizada por el pintor Rafael Hernández.Desde que una toca el libro sabe que se le moverán fibras sensibles, sensuales, dolorosas.

Si bien su perspectiva no es feminista, Piel bandida nos habla con la naturalidad que acompaña a la buena literatura, de violencia, de uso de drogas, de relaciones lesbianas, de bigamia, traiciones. Incluso, se adentra en el deseo de poseer a alguien, de arrebatarle a alguien a otra persona, por el simple deseo de saber que se puede llegar a ese punto en una relación.

Piel bandida, es, pues, como las cerezas recién cortadas: dulce amargo que se debe comer despacio, pero sin pausa. ¿Quién no ha deseado una piel bandida?

Estrada, Josefina. Piel bandida, Ediciones Cal y Arena, 2014.