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77 años del Salón Los Ángeles: una mirada feminista
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Por Guadalupe López García
Periodista con Maestría en Estudios de la Mujer por la UAM y especialización en Estudios de la Mujer por el PIEM de El Colegio de México, se ha desempeñado como guionista y productora de radio; colaboradora, editora y coordinadora editorial en diversos medios como el IMER y la SEP, La Jornada, El Día, Uno más uno, Fem y Notimex. Trabajó en el Centro Integral de Apoyo a la Mujer "Esperanza Brito de Martí" en el DF y fue coordinadora de la Unidad Delegacional de Iztacalco del Inmujeres-DF. Ha recibido reconocimientos a su labor periodística y en defensa de los derechos de las mujeres por parte de la AMMPE, Conmujer, Cimac y la delegacion Iztacalco del DF.
Guadalupe López García narra su experiencia durante la celebración del 77 aniversario del salón Los Ángeles, y evoca anécdotas relacionadas con el salón, el baile y las relaciones de género.
Cuatro mujeres por cada hombre. Esa fue la proporción encontrada en el baile de aniversario del salón Los Ángeles. No es que me haya puesto a contar, pero así estaba la relación con quienes fui a mover el bote, a sacarle lustro a la pista, a sacudir la polilla, a levantar el polvo.
Después aumentó a cinco-dos y de ese marcador no nos movimos. Con ello no estoy asegurando que había más mujeres que hombres en el festejo de los 77 años del legendario salón. Sin embargo, en las mesas contiguas la correlación era similar.
A un lado, había un hombre (joven) con cuatro mujeres. Una de ellas, Ofelia González, de 78 años, fue con quien platiqué. Era la de más edad y fue quien más bailó. A un costado, había tres mujeres, también con pelo cano; bailaban y platicaban animosamente con su único acompañante.
Atrás estaba otro grupo de generaciones más recientes. Ahí no había tanta diferencia. Por cierto, entre ellas estaba Edith Flores, psicóloga con doctorado, de la Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco (UAM-X), con investigaciones sobre derechos sexuales y reproductivos. Me la había encontrado un día antes cuando fuimos a comprar los boletos.
¡Si, las académicas en género también saben bailar! Igualmente las periodistas feministas, como Carolina Velázquez, de CIMAC Noticias, quien me la encontré cuando tomaba fotos por todo el salón. Ella y su pareja se echaron todas las piezas.
No fueron las únicas sorpresas de la noche. También estaba ahí Froylán López Narváez, periodista, profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y promotor de la música afroantillana, con el lema que muchas/os amamos: "La rumba es cultura".
Dice otra gran amiga periodista y correctora, Amira Candelaria, que ella fue su alumna y que les daba clases de baile. ¿Les cobraba?, le pregunté. "No. Era en las fiestas que hacíamos", me contestó. Había otras personalidades y periodistas tomando fotos, entrevistando y hasta bailando. Ya es común en cada fiesta de aniversario. Sus habitantes de martes y domingos reciben cada año a quienes los visitan de vez en cuando, como yo, aunque ya me siento de la familia.
¿Cómo habría pintado la surrealista Remedios Varo un cuadro del salón Los Ángeles y sus moradores, algunos con más de 50 años de habitarlo? ¿De ese museo viviente, como lo llama uno de sus dueños, Miguel Nieto? ¿De ese templo de la danza con ángeles y querubines llamados rumberas y pachucos?
Quizá fundidos, entre el metal de las trompetas y las plumas de los sombreros. Los zapatos y zapatillas saliendo de las paredes, los acordes atrapados en ese espacio y decenas de remolinos que levanta la duela y hace girar abanicos, sombreros y una que otra cerveza.
Pero, ¿cómo se atraparían las sonrisas de las mujeres? Algunos hombres también ríen al bailar, pero son más serios. Una dama de negro se movía con maestría en los mambos y cha-cha-chás. Quería aprenderme los pasos, pero mi mirada siempre se dirigía a su cara; más bien, a esa sonrisa permanente, a esa media luna que me decía: estoy gozando, estoy viva.
Me acordé de la risa de otra mujer que bailaba -en el festejo del año pasado-, curiosamente, De buen humor, melodía inmortalizada por la orquesta de Glenn Miller. Era sencillamente bella y contagiosa.
Regresando al conteo, tal vez sí eran más mujeres que hombres en la fiesta de Los Ángeles, acontecimiento en el que se recuerda su historia, con una nostalgia que no duele. Al menos en la pista se veía: bailábamos en grupo, o mujer con mujer. No éramos las únicas. En un mambo, una mujer nos preguntó si se podía sumar. Yo, cada vez más, me sentía como de la familia.
Incluso, a principio de año fui con mis amigas Lulú González y Amparo Guillén a tomar clases de danzón con el maestro Gerardo, el señor "Borrego" (así se hacía llamar). Amparo es nivel avanzado; Lulú, principiante, y yo, intermedio. Pero ya no pudimos ir.
Ahí conocimos a otra aprendiz. Yo pensaba que venía con una pareja, pero no. Iba sola. Después de la clase, nos quedamos a bailar y la invitamos a nuestra mesa. Ahí fue cuando conocimos su historia. Tiene 50 años, acababa de enviudar. Su esposo era 10 años mayor que ella y la controlaba mucho. A él no le gustaban las fiestas. Ella vivía en Tlatelolco y pasaba por el salón pero nunca se atrevió a entrar, hasta ese día. Nos dijo, más o menos: "No, yo no me voy a encerrar. Ahora sí voy a disfrutar todo lo que no pude, por eso quiero aprender a bailar".
Me acordé cuando otra periodista feminista, Karina Vergara, comentó que la maestra de su hija había dicho que era una aberración bailar entre dos mujeres. ¡Pero si es muy común! Tampoco es del otro mundo que dos hombres lo hagan juntos. Lo increíble es que los dos sean heterosexuales.
En Los Ángeles también se forman líneas de hombres, pero agarradas y abrazadas, sólo las mujeres. Liliana, la hermana de mi amiga Rocío Villa, sabe llevar a su pareja en turno. Yo no puedo; les tuerzo el brazo o de repente pongo mi mano en el hombro y se me confunden los roles dancísticos.
Le decía a Edith que el único espacio en que acepto que un hombre me domine es en el baile. Pero ahora ya vi que también puede ser una mujer, como Liliana, dice esta surrealista columna de la estadística y de página de sociales que, para su cierre, cita las letras del escritor Carlos Fuentes dedicadas a Los Ángeles: el salón seguirá "mientras el tiempo dure y el alma baile".
Fotos: Guadalupe López García