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Frases Feministas
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Al paso de los días




Foto: Brenda Ayala/MujeresNet


Por Aura Sabina
Lic. en Ciencias de la Comunicación (FCPyS), es poeta y colabora en varias revistas independientes.

La autora nos comparte su experiencia al leer este libro de Francesca Gargallo que, sin duda, logra cuestionarnos nuestra existencia sin tecnología y la importancia de las relaciones humanas en momentos trágicos.

Viajar, para mí, es una actividad regocijante, independientemente de su causa: vacaciones, investigación, trabajo o simple casualidad. ¿Quién no ha amanecido un día cualquiera en cualquier pueblo aledaño a la ciudad, porque le ganó la emoción, la nostalgia? Disfruto mucho desde el momento en que estoy armando la maleta, busco el vuelo más barato, corro al aeropuerto o la central de autobuses, compro cigarros, elijo un libro...

Cuando una persona sale de casa por unos días, lo hace con la convicción de que es temporal, unos días fuera de la rutina, conocer gente nueva, paisajes, comidas, culturas. Una va dispuesta a admirar o simplemente observar otras formas de organización de trabajo, de distribución de actividades, de costumbres...

Pero ¿qué pasaría si ese viaje, perfectamente programado, se extendiese? Y además, no se prolongara en el mismo sitio al que se visitó, sino en un país lejano, árido, sin más provisiones que para un día. ¿Qué harían ustedes si ese avión francés que los llevará a París, para, finalmente, volver a casa, fuera secuestrado? Y lo peor de todo: no hay manera de comunicarse con nadie porque ha habido una tormenta electromagnética, en la cual todos los medios electrónicos se han averiado. Nada, no hay manera de ponerse a salvo.

Desde las primeras páginas, Francesca Gargallo nos pone en aprietos. Pero no solo eso, logra delinear a los personajes: Irene, una mujer inteligentísima, con un bagaje cultural enorme, viajera incesante, solidaria, tan dialéctica como amazónica, con una hija que la acompaña a todos lados, siempre cuestionadora del mundo, del cine, los libros, los hombres, el tío Vuc, antiguo amigo de Irene, por quien alguna vez estuvo flechado; un vuelo lleno de hombres y mujeres, más o menos burgueses, de toda clase de oficios y con todo tipo de provisiones.

¿Cómo alguien puede condenar lo que en otros tiempos hizo? En Al paso de los días no solo se muestra la historia lineal de estos pasajeros a la deriva, sino sus antecedentes, sus recuerdos, sus contradicciones. Alguna maestra flaca, una mujer que va de vacaciones a las Malvinas, un actor, un escritor censurado... Y cómo poco a poco van desnudando su alma, en cuanto la precariedad aprieta. Lo felices que pueden ser con un pedazo de queso, con el hallazgo de una poza de agua, el terror de la noche en una duna, lo épico que es subir un cerro sin la hidratación adecuada. A través de pequeños detalles se nos va revelando lo más bello y generosos de la naturaleza, humana y vegetal.

Las descripciones que logra Francesca fueron capaces de llevarme a la pausa, al silencio, a volver a leerlo. Y otra vez. Y desde más atrás. Porque lo que finalmente logra con este libro es ponernos espejos por todos lados. En algún momento nos hará ruido, nos hará pensar en nuestra propia subjetividad, en cómo nos desenvolvemos en el mundo, en lo que cargamos y en que... siempre está bien llevar un paquete de galletas saladas en la bolsa.

De lo que esa nueva tribu no tiene conciencia es que gracias a esa tormenta, que no se sabe qué ni quién lo provocó (bueno, al final del libro se sabe, pero les toca a ustedes leerlo), medio mundo puede verlos. Y se enteran de su cotidiano andar y morir perdidos en Mongolia. Por supuesto, este avistamiento causa revuelo político. ¿Se imaginan lo que pasaría en el mundo si a partir de ahora nos quedáramos sin teléfono, si internet, sin radio ni televisión y que solo tuviéramos acceso a una imagen real de unos caminantes perdidos?

Nos muestra el lado perverso de la ciencia y el progreso, y nos abre los ojos a otros modos de producción y crecimiento. Nos muestra, sobre todo, que no hay absolutos. Que todo debiera convivir sanamente. O quizá simplemente se aniquilan unos a otros; y no siempre gana la ley del más fuerte.

Además de la tormenta y los pasajeros en trance, nos ofrece recovecos de las relaciones amorosas que se establecen o no entre amigos, y lo que sucede cuando hay un reencuentro. Pone en duda el amor eterno, y romántico, hace alianzas entre un chico y una chica por otra chica. Es una oda a la amistad y al amor, pero no el prefabricado, sino el real, el que es capaz de regalar la última gota de agua posible.

¿Hasta dónde decimos la verdad cuando decimos: daría la vida por ti?






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