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Mujer de a pie en una ciudad "blindada"...





Foto: Brenda Ayala / MujeresNet


Por Josefina Hernández Téllez
Periodista, investigadora en estudios de género, profesora de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH)y la UNAM, y responsable del grupo de investigación de Género y Comunicación de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación (AMIC).

La autora nos comparte su experiencia sobre el robo de casa-habitación del cual fue víctima junto con su familia, caso que aumenta nuestra desconfianza por aquellos que nos prometen un Distrito Federal 'blindado'.

El 23 de agosto es un día especial, muy especial, para mí. Es la fecha en que fui madre por primera vez, el momento más feliz de cada año porque Raquel ilumina mis noches y refresca mis días, convirtiéndolos en un auténtico reto. El del año pasado fue signado por un momento triste. Fue viernes. Llegué a las 8:30 de la noche a mi casa. Mi hijo estaba sentado en la sala jugando con uno de nuestros gatos. Teníamos un mes y 20 días de habernos mudado a este nuevo espacio. Apenas entré me abrazó y me dijo que nuestro departamento le gustaba, que era muy tranquilo y silencioso.

Estábamos pensando qué hacer por el cumpleaños de Raquel cuando llegó, la abrazamos, le cantamos y Carlos la cargó dándole vueltas como en carrusel. Le pedimos decidir dónde ir a cenar porque estábamos dispuestos hasta ir a bailar porque teníamos mucho gusto de festejar los primeros cumpleaños en una nueva etapa.

Una vez establecido el plan fui a buscar el dinero reservado para tal ocasión. Me sorprendió no encontrarlo. Les pregunté si lo habían tomado o cambiado de lugar. Ambos lo negaron. Me ayudaron a buscarlo. De pronto me percaté de que el estuche de mi lap top estaba en el pasillo. Molesta les pedí que cuando tomaran mis cosas por lo menos dejaran las cosas en su lugar. Sorprendidos me dijeron que ninguno la había usado. Enseguida miramos con detenimiento y Raquel vio que su lap top tampoco estaba. Busqué la mini lap top, no la encontré. Carlos, por fortuna, se había llevado su lap y la traía en su mochila. Si no hubiera sido por el dinero quizá no nos hubiéramos dado cuenta. En la cocina el cortinero estaba en el piso y la ventana abierta.

Respiré profundo. Salimos a buscar a la portera y a la vecina administradora. Nadie vio nada, nadie oyó nada. Convinieron el cambio de la cerradura de la entrada principal y lamentaron la "bienvenida" al edificio. Como ya no había más qué hacer y tampoco íbamos a echar a perder, todavía más, el momento especial de Raquel les propuse ir a cenar, aunque pagáramos con crédito.

Si bien la alegría se empañó un poco tratamos de festejar la vida llena de vida y una exquisita cena. En algún momento decidí enviarle un mensaje a mi amiga Pilar, quien me había advertido ser precavida ante el cambio de domicilio porque en los últimos meses se había incrementado el robo a casa-habitación como reflejo de la eterna crisis -más-menos- en la que vivimos desde los ochenta, aún y cuando por esos días Miguel Mancera había declarado que el Distrito Federal estaba "blindado".

Pilar, solidaria, enseguida me marcó para preguntarme cómo estábamos. Le dije que un poco sorprendidos por la mala experiencia pero festejando pese a todo. Me preguntó si iba a levantar denuncia y le dije que no le veía mucho sentido y no iba a pasar nada. Nada convencida me pidió hacerlo, porque por esto precisamente hay cifras "alegres" que ocultan la gravedad en la que vivimos y nos hemos acostumbrado a vivir. Incluso se ofreció a acompañarme. Le agradecí y le prometí hacerlo una vez terminada la cena.

Así lo hicimos, la parada fue la delegación Benito Juárez. Sorpresa!: la delegación atiende por cuadrantes y por mi dirección era otra la oficina en que atenderían mi denuncia. Nos trasladamos hacia allá. Por supuesto, no me esperaban ¿verdad? Así que tomamos asiento y esperamos se desocupara alguno de los licenciados para atendernos.

El periplo terminó a las 3 de la mañana y debía ratificar mi denuncia a los ocho días, un lunes 2 de septiembre, razón por la que tuve que solicitar un día económico al sindicato porque se trataba de un caso personal. El primero en cinco años de laborar en la Universidad de Hidalgo.

El lunes 26 de ese mes, acudieron los peritos a verificar el lugar del asalto. La inspección fue ocular. No tomaron huellas ni fotografías. El siguiente lunes, el de la ratificación, me pidieron facturas de las lap top por si acaso llegaban a recuperar cosas robadas y las encontraban. Desafortunadamente nuestra cultura no es guardar estos documentos, pero mi percepción es que tampoco serviría de mucho, no he sabido de nadie que recupere nada.

La jornada me llevó entre traslado, espera y atención cinco horas aproximadamente. El resultado a la fecha es haber perdido un poco la confianza en quienes nos rodean y mucha en quienes nos "protegen", pero también es la convicción de que debemos denunciar una y otra vez y las que sean necesarias porque si no usamos estos mecanismos, nuestros gobernantes nos hablan de una seguridad inexistente para las y los ciudadanos de a pie como yo.







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