Ahí estaba desnuda, ultrajada, violada, torturada, ahí estaba María sin vida, fue encontrada dos días después de que salió de su casa, sólo iba a la tienda y ya no regresó. Su pequeño cuerpo femenino fue terreno de las más viles bajezas. Al igual que esa niña miles de mujeres han sido torturadas y muertas a manos de sus verdugos, en hechos cada vez más violentos.

Laura tiene apenas 12 años y ya es madre, su padre penetró su cuerpo aún sin florecer. Sandra tiene las huellas del maltrato físico de su marido; Luz sufre las secuelas de una violación. En algunos estados del país existe el matrimonio forzado y la venta de mujeres a cambio de dinero o mezcal. En países del Medio Oriente condenan a las mujeres que se atreven a descubrir su rostro, a vivir su sexualidad, a transgredir las leyes creadas por el sistema patriarcal.

El cuerpo femenino ha sido satanizado, descalificado, discriminado y explotado. A lo largo de la historia la mayor parte de las mujeres han sufrido algún tipo de violencia sexual, incluso dentro de la supuesta seguridad que debe de ofrecer el matrimonio. "Exaltadas por su maternidad se les despreciaba por el proceso que las convertiría en madres; definidas y limitadas por su sexo, se les castigaba a través de su sexualidad mediante una amplia gama de técnicas diseñadas para que los hombres pudieran controlar su uso y destrucción de los cuerpos femeninos". [1]

En la Edad Media se inventó el cinturón de castidad, algunas mujeres eran obligadas a usarlo, con el fin de evitar "las infidelidades o deslices sexuales", sobre todo cuando al marido se iba a la guerra, de viaje o se ausentaba por algún tiempo. Existían dos llaves: una la tenía el marido y otra se quedaba un sacerdote con ella. Si al año no regresaba el esposo, a los cuatro años el sacerdote lo podía abrir.

Una forma de violencia hacia las mujeres y que todavía se practica en países de África y Medio Oriente es la ablación o mutilación genital femenina que consiste en la extirpación total o parcial de los genitales externos de las niñas, quienes padecerán durante toda su vida problemas de salud irreversibles.

Según datos de la Unicef, 70 millones de niñas y mujeres han sido sometidas a la circuncisión genital femenina en África y el Yemen. Además, las cifras están aumentando en Europa, Australia, Canadá y los Estados Unidos, principalmente entre los inmigrantes procedentes de África y Asia Sudoccidental. [2]

La ablación femenina se practica por diversas razones: a fin de controlar o mitigar la sexualidad femenina; como rito de iniciación de las niñas a la edad adulta o en aras de la integración social y el mantenimiento de la cohesión social; porque se cree que los genitales femeninos son sucios y antiestéticos; se piensa también que aumenta la fertilidad y hace el parto más seguro y debido a la creencia errónea de que es un precepto religioso. [3]

"Los cuerpos de las mujeres han sido sujetos de violencia, pero no de una violencia caprichosa, sino de una violencia simbólica por la que se ejerce el poder. El poder masculino se impone al cuerpo femenino cuando lo maltrata, lo viola, lo usa sexualmente para reafirmarse como el fuerte, el controlador macho y autosuficiente". [4]

A la mujer (con su cuerpo femenino) la religión, la familia patriarcal, el mito, la filosofía y la ciencia la han definido de acuerdo a sus necesidades que han variado en el transcurso de la historia y se ha luchado por cambiar la percepción que se tenía: "la religión o el mito la sujeta inventando la culpa, la filosofía la considera inferior y llega a discutir si tiene alma o no; la ley no le reconoce figura jurídica y le impone un tutor, la literatura no sabe si vestirla de ángel o demonio para otorgarle la máscara de persona, la ciencia... define su estado de inferioridad biológica". [5]

La religión, las leyes y la sociedad satanizan al cuerpo de la mujer como "oscuro objeto pervertidor de la moral; así se justifican muchas violaciones en las que culpabilizan a la mujer por provocar el ataque". [6]

Buda decía que el "cuerpo de la mujer es inmundo, y no es ningún recipiente para la ley", Lutero argumentaba que "una mujer nunca es verdaderamente su dueña. Dios creo a la mujer para que perteneciera al hombre, para que tuviera hijos y los criara". En el devenir histórico se le ha catalogado como dependiente o dependiendo del hombre. Historia que a fuerza de lucha y tesón ha ido cambiando poco a poco, sin embargo, se tienen que seguir peleando para apropiarse de su cuerpo y ser para una, no "ser para otro".

En los países en conflicto el cuerpo de las mujeres y niñas es territorio de violencia sexual generalizada y sistemática. Es un botín de guerra; las violan, las esclavizan, las prostituyen, las asesinan con el fin de generar terror, destruir la unión familiar y social, desplazar a la población y humillar al enemigo.

La mujer no tiene decisión sobre su cuerpo, el Estado, la iglesia y la familia se apropian de su capacidad reproductiva, "cualquier tentativa de autodeterminación o negación de la maternidad atenta contra las fibras más íntimas de la estructura social". [7]

Las mujeres tienen pleno derecho a ejercer y gozar su sexualidad, de decidir con plena libertad el número de hijos que deseen o a no tenerlos si así lo quieren, a usar o no anticonceptivos; a que nadie las lastime, las maltrate, las torture o las viole. Apropiarse de su ser, de su sexualidad, de su individualidad, de conocer, gozar, vivir y decidir sobre su cuerpo femenino.

Notas:

[1] Rosalind Miles, La mujer en la historia del mundo, pág. 113
[2] http://www.unicef.org/spanish/protection/index_genitalmutilation.html (consultado el 13 de enero 2014)
[3] http://www.unicef.org/spanish/protection/index_genitalmutilation.html
[4] Calle Rivaz, Ivana, "Nuestros cuerpos: la primera conquista", Católicas por el Derecho a Decidir en, http://www.ciudadaniasexual.org/publicaciones/Doc_Nuestros_cuerpos.pdf (consultado el 13 de enero 2014)
[5] Franca Basaglia, Una voz, reflexiones sobre la mujer, pág. 21
[6] Calle Rivaz, op. cit.
[7] Calle Rivaz, ibídem.