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Feminismo para hombres




Foto: Brenda Ayala/MujeresNet


Por Gabriela Revueltas Valle
Jefa de departamento del Instituto Federal Electoral(IFE)

La autora se cuestiona sobre los beneficios que del feminismo obtienen los hombres, resaltando una serie de datos y cifras que reflejan la desigualdad que existe en la ocupación de cargos.

¿Los hombres obtienen beneficios del feminismo? ¿Cuáles son éstos? ¿Quiénes se han encargado de sostener el prejuicio sobre la postura? ¿El feminismo puede ser parte de nuestras relaciones cotidianas? Primero, quiero advertir, a estas alturas hay tantos feminismos como grupos de mujeres hablando, por lo cual me referiré, a una idea sencilla y básica que nos permite entender: tanto mujeres como hombres adquirimos una identidad apegada y reforzada en nuestros contextos sociales y de esa manera estamos en un proyecto no sólo doméstico, en él vivimos la reproducción directa a valores, normas y pautas de comportamiento arbitrarias ceñidas a la identidad femenina o masculina con la cual vivimos nuestras vidas.

Esta arbitrariedad sobre las identidades de género construidas, también forma parte, reproduce y refuerza la violencia estructural y los círculos de violencia en todas las dinámicas actuales, creo que no hay espacio humano exento de violencia. Ahora bien, estamos a tiempo de preguntarnos: ¿el feminismo es sólo para las mujeres? Respondamos sin temor: no, el feminismo también les va muy bien a los hombres.

Desde la consabida perspectiva crítica, esta identidad de mujeres y hombres puede ser susceptible de cambiar, podemos aprender otros comportamientos y preferencias de placer sexual sin comprometer la identidad y, probablemente relajar diversas pautas de organización en el trabajo, tanto público como privado. Ahí, el talento de todas las personas tendrá mayor potencial.

Entonces, pensemos acerca de dos preguntas: ¿Cuál es el significado del rol que juegan los hombres en nuestra sociedad? Mejor dicho: ¿cómo se está manifestando el rol masculino en nuestro contexto?

La distribución del trabajo: con los datos del INEGI durante 2012 en nuestro país, tenemos que, de la población económicamente activa, los hombres son el 61.7%. No es que las mujeres no trabajen, la cifra demuestra que las mujeres tenemos menos oportunidades en los trabajos formales. Y sin embargo, el desgaste laboral es cruel, ya que los hombres de nuestra sociedad viven menos, 71 años edad promedio, mientras que las mujeres alcanzamos los 77, en promedio. Ojo, de las mujeres mayores de 14 años que trabajan 61.8% lo hacen sin remuneración y 26.3% de los hombres a esa edad trabajan sin remuneración ¿Qué ocurre? El trabajo se sigue distribuyendo por sexo así como el dinero. Con la edad, e independientemente de las ocupaciones, los hombres ingresan al mercado laboral formal e informal en mayor medida pero viven menos, es decir, la acumulación de su trabajo no siempre será disfrutada por ellos mismos.

En los tres sectores económicos encontramos que son ocupados principalmente por hombres y, el único sector que tiene la mayor parte de mujeres son los servicios de educación, salud, asistencia social y preparación de alimentos. Este patrón poco ha variado en los últimos treinta años. Es decir el trabajo mantiene y refuerza la arbitrariedad en las identidades de género, demuestra lo poco solidaria y sororal que es nuestra sociedad porque el número de hogares monoparentales con jefas de hogar, según los datos de 2010, es de 25%. Del 64.3% de hogares que son familias "nucleares" tenemos que el 77.7% declaran tener jefe y 22.3% jefas. Cuando se declara quién es el jefe, existe una relación en función de los ingresos familiares y de la imagen o el contenido simbólico de este rol asociado al sexo, porque lo cierto es que existen familias que sobreviven con una jefa. Es importante, también el dato que arroja la encuesta de percepción sobre la importancia del trabajo de mujeres y hombres: 60% de las mujeres piensan que hombres y mujeres deben de ganar igual en su trabajo.

Quizá, habría que investigar a mayor detalle la composición de las familias y los ingresos por género, sin embargo, lo que deseo señalar es que hay una injusticia estructural en torno a las capacidades de las personas y su sexo: no necesariamente las mujeres pueden encargarse de todo el trabajo doméstico ni los hombres de obtener todo el ingreso económico. En cuanto al trabajo doméstico tenemos que, en 2009, las mujeres dedican 23.6% de su tiempo semanal, mientras que los hombres dedican el 7.3%; aquí la idea de paridad tiene mayor peso simbólico si queremos reflexionar sobre: ingreso, trabajo doméstico y roles de género. Regresemos a la edad promedio de vida, parece que el trabajo doméstico la prolonga.

En los distintos conflictos violentos de diverso origen en el territorio nacional, por supuesto que con la prevalencia de los hechos relacionados al narcotráfico, los datos son de alarma y sabemos muy bien que la mayor parte de las vidas que se han cobrado se distinguen a través de los roles de género. Solo anotaremos, la cantidad de hombres que pudiesen seguir con vida es mayor que el de mujeres, entre diciembre 2006 a septiembre 2012 se registraron 47 mil 515 muertes violentas de las cuales se desconoce la cantidad exacta de mujeres, pero el cálculo es cercano al 3%. Sin embargo, otro dato relevante es sobre la tasa nacional en 2009 de homicidios por cada 100 mil personas el cual registró 3.5 mujeres por 33.7 hombres, de acuerdo con la información del INEGI y el CEAMEG. Mención especial puede tener la trata de personas menores de edad y mujeres que NO excluye la dinámica de las relaciones de género, de ahí nuestra vocación por convencerlos sobre la pertinencia de las demandas del feminismo: ninguna actividad buena o mala de esta sociedad excluye las relaciones de género. Estamos frente a la obligación de reflexionar su construcción, reproducción, refuerzo o alteración orientando el esfuerzo hacia la igualdad. La trata de personas no tiene cuantificaciones verificables, solamente apuntaremos que nuestro país fue identificado como uno de los principales territorios de origen y destino de víctimas.

En la estructura del poder político de nuestro país conocemos bastante bien la composición, la subrayo por el afán de la seducción:

•  Las mujeres integramos poco más del 50% del padrón electoral.

•  Cámara de diputadas/os: de 500 escaños, 187 son diputadas, esto es el 37.6%.

•  Cámara de Senadoras/es: de 128 lugares, de los cuales 44 son ocupados por mujeres, es decir el 33.6%.

•  De los 32 Congresos locales: que son un total de 1134 diputaciones, 310 son escaños ocupados por mujeres, esto es el 27.38%.

•  En los ayuntamientos de todo el país, sólo 7% de las presidencias municipales son ocupadas por mujeres.

•  Actualmente no existe ninguna mujer al frente del gobierno de algún estado de la república mexicana.

•  Faltan datos sobre el poder ejecutivo y el judicial, la intuición de ambos géneros nos permite inferir la composición proporcional por sexo.

¿Demasiada responsabilidad en el poder masculino y masculinizado? En este ámbito, antes que supongamos o no que las mujeres pueden hacerlo mejor o peor, la friega por hacer que el poder político se comparta, para que se distribuya de otra forma es, primero, el derecho que como iguales tenemos para ocupar un cargo, para tomar las decisiones fundamentales y para ofrecer soluciones viables, tangibles en las vidas de las personas.

Es decir, el escenario frente al cual estamos paradas/os, es desigual, injusto, cruel, inhumano para mujeres y hombres, para nuestras familias, amistades profundas y las comunidades en las que trabajamos. El feminismo es una apuesta por la reflexión colectiva sobre las formas de la vida, a cómo nos relacionamos, es una crítica a la construcción de la estructura de las sociedades y por lo tanto, a la construcción del conocimiento. Y sí, tiene amplios beneficios para los hombres.






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