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México
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Foto: Facebook.com

Por Nayeli Stanfield
Cantante y compositora. Estudiante de biología en la UAM y alumna en la Escuela de Música del Rock a la Palabra. Desde pequeña se ha orillado hacia el camino artístico, buscando una salida alternativa a lo comercial con la música y las letras. Ahora es partidaria de la poesía y el arte en resistencia.
A propósito de la conmemoración de la Independencia de México, la autora expresa su sentir sobre el contexto político y social que se vive, nada grato para celebrarla.
Este es un país
donde la ausencia duele, mata.
La ausencia de justicia, de noción,
de igualdad, de vida, ausencia de paz.
Y la dignidad sangrante
ya está en camino de extinguirse,
se resbala cada día entre coladeras
despidiéndose con pesar de las pieles que habitaba.
Las calles mueren, repletas de humo y granaderos
repletas de masas inhumanas,
de sangre.
Felicidades, país
por cumplir otro año más de independencia
y un año más en la barranca
donde hace tiempo caímos,
resbalamos sin darnos cuenta
y ahí seguimos como fieles adeptos
de un fantasmal nombre que nada entendemos:
este es un país donde nada se entiende ya.
Nos reprimen, nos insultan, nos esconden las verdades
y vivimos muy tranquilos en este incierto caminar de cicatrices.
Yo me asombro de algunos
que a media noche despertaron,
y aún estando atrapados en la piel de un conejo enfermo,
mascota de un mago perverso,
tratan de subir por sus cabellos resbaladizos
para poder enfrentar al misterioso brujo,
verlo directo a los ojos.
Pero también me asombro
de esas almas que a pesar de que están
peligrosamente incrustadas
oprimidas
malheridas
tapadas hasta el cuello con un velo de panes y circos
y problemas tan obvios,
no despiertan.
Yo me asombro
porque duele, como nunca antes me había dolido
y mis pies yacen enterrados
en arenas movedizas
que lentamente quieren cubrir mi cuerpo,
me quieren asfixiar,
nos quieren tomar a la brava,
asirnos a un sistema de redes, telarañas
sepultarnos en la piel de este conejo
para después morir sin tumba ni un centavo
y olvidarnos del mago manipulador.
Este lugar lleno de sombras ya no me aguanta,
yo tampoco lo aguanto.
Ni a él ni a la indiferencia,
ni a los cuerpos policiacos
ni a los cuerpos políticos
ni a los cuerpos cadáveres abandonados
ni a los cuerpos infames que ríen a carcajadas,
burlas incesantes de arriba hacia abajo
y luchas incesantes de abajo hacia arriba.
Aquí la lucha siempre ha existido,
rostros que lloran de suplicio
y las montañas se contagian de sus lágrimas,
rostros que han sabido escabullirse
entre penas y edificios
entre laberintos infinitos de burócratas
entre impuestos y reformas
entre leyes y ridículas normas,
represiones, injusticia.
Ya no hallo palabras en el mapa
que describan cómo están acribillando
nuestras almas.
¿Qué hace falta, cariño?
¿Qué hace falta, mi tierra?
No me encuentro y no te encuentro tampoco
por más que te busco
y por más que me invento a mí misma.
Me dueles hasta los huesos, me cortas.
Duelen tus ojos sangrantes
tus piernas abiertas
tus lágrimas rotas.
Me duele el abandono en las miradas
y el coraje insoportable, la impotencia.
El crepúsculo ensangrentado del cielo
es un reflejo de nosotros.
¿Qué hace falta, país, para que despiertes?
Este letargo te está costando
la vida.