"I look at you all
See the love there that’s sleeping
While my guitar gently weeps..."

Hace tiempo escribí una columna titulada "Si van a matar a una más" y cité una frase de las Reinas Chulas: Si van a matar a una más, pues ya mejor que nos maten a todas...

El pasado jueves 12 de julio de 2013, Karina Zavala Atlixqueño salió de su casa y no volvió. Fue a la capital de su estado de residencia; a Puebla, Puebla, para inscribirse a la universidad. Karina tenía 18 años.

Todavía el 16 de julio, algunos de nosotros compartimos la foto en Facebook por si alguien la reconocía y podía dar información a su familia sobre su ubicación. Lo único que sabíamos, es que el día de su desaparición, se había encontrado con una persona que conoció a través de esta misma red social.

Lamentablemente, el día 16 fue encontrado su cuerpo sin vida en aquel estado.

Recuerdo el motivo por el que se realizó por primera vez en Toronto, durante abril de 2011, la llamada Marcha de las putas: un policía afirmó ante estudiantes de la universidad local, que "si las mujeres no quieren ser violadas, deben dejar de vestirse como putas".

Hoy mi corazón llora de tristeza, de rabia y de impotencia, porque llevo mucho tiempo leyendo e informándome sobre la violencia hacia las mujeres, los feminicidios, trata de personas y demás conflictos que enfrentamos actualmente como sociedad. Sin embargo reconozco que esta ocasión es especial, pues Karina era sobrina de mi casi hermano, de mi mejor amigo.

Lloro por ella y por la cuenta perdida en Ciudad Juárez y porque en el Estado de México convierten a las víctimas en suicidas. Lloro porque las mujeres no somos mujeres sino números. Y siento cómo la rabia recorre mis venas por quienes son cómplices de la violencia y no hacen su trabajo, permitiendo así, que el problema crezca y quede impune.

Lloro porque soy parte de una gran familia compuesta por grandes mujeres, en la que me enseñaron que es maravilloso pertenecer al género de la sensibilidad y la coquetería, pero miro afuera y sólo alcanzo a ver que ser mujer es un delito que se paga con la muerte.

Lloro por los hombres que nos miran como objetos y que lastiman, que perforan, que hacen que la vida no vuelva a ser la misma. Lloro por la familia de Karina porque no puedo ni imaginar su dolor ni su coraje.

Y sobre todo lloro, porque no sé qué más hacer. Hoy me siento chiquita, desprotegida y me reconozco como una mujer que tiene miedo y que está dejando de creer. Hoy el dolor y este miedo cabrón, están adueñándose de mí.

Mi eterno reconocimiento a las mujeres valientes que no se detienen nunca y que quieren ir más allá, a pesar de todo y de todos. Amigas, hermanas, cuídense. Hoy lloro, ahogando un grito que no sé quién quiera escuchar.