|
'¿Sí salieron los zapatos?' 76 Aniversario del Salón Los Ángeles
Tweet
Por Guadalupe López García
Periodista con Maestría en Estudios de la Mujer por la UAM y especialización en Estudios de la Mujer por el PIEM de El Colegio de México, se ha desempeñado como guionista y productora de radio; colaboradora, editora y coordinadora editorial en diversos medios como el IMER y la SEP, La Jornada, El Día, Uno más uno, Fem y Notimex. Trabajó en el Centro Integral de Apoyo a la Mujer "Esperanza Brito de Martí" en el DF y fue coordinadora de la Unidad Delegacional de Iztacalco del Inmujeres-DF. Ha recibido reconocimientos a su labor periodística y en defensa de los derechos de las mujeres por parte de la AMMPE, Conmujer, Cimac y la delegacion Iztacalco del DF.
La columnista celebra el 76 aniversario del Salón Los Ángeles narrando momentos memorables de alegría y baile que generaciones han vivido en él.
Ángeles, arcángeles, serafines y querubines iban llegando poco a poco: en taxi, auto particular, metro o en micro; enseñando la zapatilla y el zapato de charol, la corte celestial se disponía a celebrar el 76 aniversario del salón Los Ángeles, no en el cielo sino en la colonia Guerrero.
Fiesta de gala, y así lucieron las y los festejados; con más lustre al charol y más encaje al vestido, se prepararon para el ritual de cada martes y domingo, ahora en viernes. Más mesas, más sillas, más bailadoras/es, más música, más pisotones y más roces de cuerpos se fundieron esa noche para hacer honor a las divinidades del baile.
La historia del salón se recuerda y revive en cada aniversario: de cuando se fundó -en 1937- en la época de gloria de los salones de baile en la Ciudad de México, de las películas filmadas y de los artistas de fama internacional que se han presentado ahí, así como de sus visitantes famosos y de sus moradores definidos como "galería del pasado" con atuendos "de colores estridentes, calzado llamativo, sombreros con plumas de faisán y cadenas que casi alcanzan el piso". [*]
Quizá los pachucos y las rumberas son las figuras más conocidas de ese recinto sagrado para mover el bote, pero no lo es todo; ni el pasado en el presente ni el tiempo detenido ni la nostalgia o añoranza ni la gloria extinguida ni para pasar el rato, Los Ángeles es mucho más: para -como lo dijo Froylán López Narváez en el 75 aniversario- vivir la vida.
Mi amigo Norberto comentó que ese salón de baile se debería convertir en patrimonio de la humanidad. No sería una cuestión simbólica, ya que las autoridades tendrían la obligación de cuidarlo y darle más apoyo como una alternativa cultural y recreativa para todos, incluyendo chavos y chavas.
No me pareció una idea absurda, pues ahora que el Gobierno del Distrito Federal está tratando de darle una imagen distinta a Tepito, asolado por el narcotráfico y venta ilegal de mercancías -desafortunadamente la principal fuente de ingresos de sus pobladores- debería voltear a Los Ángeles.
El año pasado, Miguel Nieto, heredero del salón, propuso la creación de un corredor cultural turístico entre la Colonia Guerrero, Tepito y el Centro Histórico, donde Los Ángeles sea un espacio que fomente la integración social y que funcione como el motor de un modelo de desarrollo urbano y económico. Igualmente, sería una forma de salvar el negocio que depende de una familia y no de un modelo empresarial capitalista que fomenta el monopolio, los cuales han dejado más miseria que progreso para la población en general.
La cabeza de ese lugar es Armida Applebaum. Su esposo, Miguel Nieto Hernández, había heredado el salón de su padre, Miguel Nieto Alcántara. Al morir su pareja, la joven Armida se tuvo que hacer cargo del salón y ahora apoya a su hijo, también de nombre Miguel, uno de los cuatro que tuvo (dos mujeres y dos hombres).
Armida nunca había trabajado y no conocía el negocio, quizá le ayudó lo que me dijo en una plática informal: "bailé desde que nací". Para ella, el baile "es un ejercicio sano, física y mentalmente, ayuda mucho; la gente llega aquí cansada, fastidiada y se va distinta" de este espacio en donde "hay mucho respeto para las damas".
"Empecé mi vida cuando me quedé sola", recuerda Armida quien siempre se le ve en el salón, checando la entrada y platicando con las y los bailadores asiduos, quienes -dijo- lo defienden mucho porque "se sienten los dueños". No es para menos, son los ángeles que habitan el salón.
Nory fue llevada por sus padres a la pista de baile cuando tenía 14 años. Con René forma "la pareja del estilo elegante" y ambos representan al salón en exhibiciones y otras actividades. En abril se celebra el baile de los pachucos y a ella le tocó ser reina en el 2012. Su hijo siguió sus pasos -literalmente hablando- y, con su novia, da clases de baile.
Miguel Ángel Cisneros, de 68 años, viene al salón desde hace 50. Le ganó a doña Armida, pues é bailó "antes de nacer". Casado tres veces y con varias parejas de baile, asegura que su estado civil es "bailarín". Acostumbrados a las entrevistas, las y los bailadores hablan con mucha soltura, igual que cuando ejecutan un rock and roll. Por eso Miguel Ángel me soltó cuando le pregunté qué pasaría si Los Ángeles desapareciera: "¡No manche, me muero!"
Don Miguel Ángel es director de la Compañía Nacional "Su majestad el danzón", ha sido maestro de baile y ha ganado concursos a nivel nacional. Ahora baila con su hija y también con sus amigas. Ya no es tanto como antes de que solo los hombres sacaban a las mujeres a bailar, pero le han llegado a decir: " ¡Maestro, hágame el favor de bailar con mi esposa!"
Otro maestro de baile fino de salón (danzón, rumba, chachachá, swing y otros) es Gerardo Hernández Bárcenas, "El Borrego". En Los Ángeles conoció a su esposa, su pareja de baile, y da clases en este espacio que forma parte de su vida, como él lo dijo.
A Gloria Serrano González, de 40 años, le pregunté el significado que Los Ángeles tiene para ella: "vida, vida en abundancia", alcanzó a decir al momento de comenzar la música y agarrar la mano de su pareja.
Todo esto fue en el marco del 75 aniversario del salón; en este año solo platiqué un poco con una de mis vecinas de mesa, una mujer con el pelo completamente blanco quien esperaba a 10 amigas. Me dijo que desde los 15 años venía a Los Ángeles, le gustaba bailar mucho; incluso, recuerda que había estado en la inauguración del popular salón California, ubicado en la colonia Portales.
Me gustó la noche de baile de este 2 de agosto y me maravilló ver a muchas mujeres bailar en grupo y moviendo el abanico (para la otra me llevaré uno). No, aquí el tiempo no se detiene, está siempre en movimiento con esos pasos medidos y acompasados que se deslizan por la pista de duela, suavecita como mantequilla.
En esa noche acudieron muchas/os coladas/os de otros lares, pero las clases sociales las marcaban los pasos y los estilos. Decía Silvia Pinal en un diálogo en la película Una gallega baila mambo, con Joaquín Pardavé y Niní Marshall: "Es que ahora le ha dado a la gente de sociedad por venir aquí".
Mis acompañantes y yo salimos a la medianoche. Nadie llevaba carro y ya no había metro. Total, "lo bailado ¿quién me lo quita?", pensó la autora de esta columna de salón de baile, al recordar el lema que Los Ángeles utilizó para este año.
Tomé muchas fotos. Nadie reclamaba, pues también están acostumbradas/os a ello. Solo un bailador con traje de pachuco, blanco con azul rey, fue el único que me pidió cuentas: "¿Sí salieron los zapatos?".[*] Tomado de: http://www.youtube.com/watch?v=ODHD0etPHBI