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Porque yo aborté y no me arrepiento





Por Raquel Ramírez Salgado
Feminista, con Maestría en Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.

Culpabilizar a las mujeres que abortan, ejerciendo el derecho a decidir sobre su cuerpo, es el resultado del patriarcado misógino, expresa la autora.

El 10 de mayo está a la vuelta de la esquina y justo por la esencialización y cautiverio que se hace de la maternidad a través de la conmemoración del día de las madres, y mediante otras prácticas, claro, resulta urgente cuestionarnos si las mujeres decidimos libremente sobre nuestra maternidad en un contexto lleno de coerciones patriarcales. Pensar en la maternidad nos lleva a reflexionar sobre el derecho humano a abortar.

El 24 de abril de 2007 es una fecha memorable para la lucha por los derechos humanos de las mujeres y las niñas en México, ya que la Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobó una ley que permite a las mujeres interrumpir su embarazo, sin importar las razones que las motivan para esto.

Como era de esperarse, las voces ultra conservadoras, eclesiásticas y políticas, se pronunciaron en contra de la despenalización del aborto en el DF, afirmando que la vida debe ser protegida desde el momento de la concepción, sin embargo, lo que este falaz argumento oculta es que los agentes del patriarcado se organizan con ahínco con tal de que las mujeres no nos apropiemos de nuestros cuerpos y decidamos en libertad si queremos ser madres; cuál es la ganancia material de todo esto: continuar con la producción en serie de esclavas y esclavos que alimenten al sistema que conserva los privilegios de los patriarcas.

Me temo que la mayoría de las personas no se imaginan la importancia que tiene para las mujeres poder decidir sobre sus cuerpos; a veces es más fácil juzgar desde el sillón de la casa, mientras miramos la televisión y le creemos a los mensajeros del patriarcado, pero nada puede ser más elocuente que la experiencia del cuerpo vivido, el testimonio de las verdaderas protagonistas de esta historia. A mí, al igual que a millones de mujeres en el mundo, nadie puede venir a darnos clases de moral patriarcal; nadie que no haya experimentado la violenta expropiación de su cuerpo puede desestimar la decisión, momentánea o irreversible, de quienes no deseamos tener descendencia.

Para mí, que aborté ilegalmente el 22 de noviembre de 2005, la despenalización del aborto es motivo de alegría y de afirmar el compromiso ético de trabajar por los derechos humanos y la ciudadanía de las mujeres y las niñas. ¿Acaso los patriarcas tienen idea de lo que significa estar desprovista de poder para decir a tu pareja que no quieres tener sexo o que no accederás tenerlo sin el uso de algún método anticonceptivo? ¿Será que los patriarcas alguna vez han tenido miedo de ser violados en la calle o en sus casas? Me pregunto si estos hombres pueden mostrar algún tipo de empatía hacia las mujeres y niñas que ven crecer su abdomen mes tras mes y que saben que están condenadas a la maternidad involuntaria. La respuesta es obvia y lamentable: los patriarcas que niegan el derecho humano de las mujeres a decidir sobre su cuerpo son misóginos y están convencidos de que somos merecedoras de la violencia. Pero lo que estos patriarcas no deben olvidar es el posicionamiento político incansable de los movimientos feministas y de mujeres; siempre habrá alguna terca, loca e inconforme que luche por ella y por todas.

Pese a quien le pese, miles de mexicanas han decidido sobre su cuerpo, las cifras son contundentes. La organización Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE) hizo solicitudes de transparencia a la Secretaría de Salud del DF y la dependencia informó que luego del 24 de abril de 2007 y hasta el 31 de marzo de 2013, se han practicado 97 mil 653 abortos en hospitales y clínicas públicos de la capital. Las mujeres que accedieron a la interrupción legal del embarazo (ILE) son tan diversas como lo somos el colectivo de mujeres en general porque, en este contexto, han abortado ciudadanas sin descendencia o con ella, amas de casa, profesionistas, universitarias, católicas, cristianas, oriundas del DF y en menor medida, provenientes de otras entidades. [*]

Yo aborté y no me arrepiento, más bien, me indigno al recordar las condiciones en las que lo hice, siendo víctima de violencia psicológica y sexual, llorando a diario, escondiéndome como una miserable criminal mientras mis entrañas eran succionadas por una máquina y mi cuerpo sentía en cada centímetro ese dolor intenso, terrible y cruel; hasta hoy no entiendo cómo puede aguantar un aborto por succión sin anestesia, acostada en una camilla, con los zapatos puestos, con una pierna desnuda y la otra enfundada en el pantalón. Por eso, insisto, el 24 de abril de 2007 está grabado por siempre en mi corazón feminista.

Pero el compromiso y la lucha no terminan con la despenalización del aborto en el DF, falta más, mucho más, para que ninguna mujer o niña sea violada, humillada o forzada a ser madre; para que se construyan relaciones igualitarias, para tener acceso a los anticonceptivos y que el aborto sea un recurso prevenible, y que en caso de que se llegue a él, sea como ciudadanas y no como delincuentes que merecen ser torturadas.

Ojalá que el 24 de abril de 2007 sea una fecha aún más memorable que el 10 de mayo, invención del patriarcado-capitalismo que repite el mismo ritual año con año: restaurantes llenos de consumidores frenéticos, serenatas, flores y chocolates al por mayor; más tarde, las madresposas ocuparán su tiempo en desenvolver las planchas y licuadoras que les regalaron.

[*] Toda esta información puede consultarse en:
https://www.gire.org.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=504%3Acifras-ile-abril-2012&catid=166%3Ainformacon-relevante&Itemid=1397&lang=es









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