Conocí a Mariana en un camión con destino a Oaxaca. Nos dirigíamos a un encuentro de Mujeres Poetas, el cual se realiza en la zona mixteca. Al principio, intercambiamos palabras, con escasez. Con el paso de las horas, la cercanía y la complicidad que caracteriza este tipo de espacios, fuimos conociéndonos y reconociéndonos. Supe que era su primera vez en este país, al cual miraba, y sigue mirando, con asombro.

Me encantó descubrir con ella sabores y pueblos, atardeceres y tierras, bebidas y textiles, porque, si bien amo a México, ignoraba la mitad de su esplendor cultural, de primera mano. Como dos púberes que recién se asoman a la vida, compartimos el arrobo. La curiosidad.

Su poesía me pareció formidable por dos razones: es breve y reveladora. Su primer libro, Ínfimo infinito me dejó, en más de una ocasión, boquiabierta y arquicejada. Desde entonces no me canso de citarla. Incluso, en una pared de mi habitación tengo pintado un verso suyo: "Y en noches alunadas los árboles tejen versos. Pero al amanecer desaparecen..."

Mariana tiene el don de la palabra y puede crear belleza a partir de un nopal, una piedra o una calle.

Un nopal salvaje trepa
la base de la pirámide
y sus espinas retienen
leyendas ancianas.
Sólo la ignorancia quita
piedra a la piedra.

Y es que a tal grado se ha quedado maravillada con México que empezó a escribirle poemas. Tres viajes le bastaron para colmarse de estallidos de colores, de leyendas, comidas y amistades. A veces me sorprendo de su insaciable curiosidad. Y tan disciplinada y obsesa es, que logró un poemario dedicado expresamente a este país, mí país.

Una espina de maguey, lo mismo cura que escribe sobre una penca. Marca la piel y sirve de aguja para coser. Espina de maguey, que se tuesta con el sol, que crea surcos y abre paso al río. Me ha proporcionado esa fracción de segundo en que se deja de respirar. Leer cada poema es como beber agua de un cántaro o como escuchar la risa infantil. Y es que Mariana es una niña con cuerpo de mujer. Y con esa inocencia captó un mundo, hasta hace tres años desconocido, lo asimiló y ahora nos muestra el prodigio de su fe en el realismo mágico mexicano hecho letras.

Esto me llena de orgullo, incrementa mi admiración hacia su trabajo y me hace recordar momentos y tierras que hemos pisado, a veces juntas, o por separado. Aún recuerdo, camino a Tepoztlán, cuando me contó sus impresiones sobre nuestra festividad de Día de Muertos. "En Argentina no se habla de la muerte. Y acá la celebran, la muestran. Hasta se la comen". Y gracias a su apertura, su curiosidad y su observación, logró sintetizar el contraste de dos mundos en el poema 1 de noviembre:

Lloramos.
Ustedes festejan.
Me convidan
para compartir el pan de los muertos.
Lo parto,
mastico,
pero trago
antes que la muerte se dé cuenta
que yo también
estoy ahí.

Quisiera destacar que uno de los íconos mexicanos que más la ha enganchado ha sido La Catrina . Al caminar por los mercados, las miramos y es imposible no convidarnos risitas de complicidad. Sus ojos se siguen dilatando ante su belleza pintoresca. Y hablamos sobre cempasuchiles, sobre Mictlán o copal, pero no usamos las palabras, sino apenas ese silencio que se rompe con alguna broma, muy al estilo mexicano, qué risa que da, y qué dolor que la flaquita venga. Y de esa ambigua festividad nace su poesía:

Niña, enamórate,
vive,
pero recuerda siempre:
te espero al final del camino.

Espina de maguey es un recorrido, no sólo sobre paisajes mexicanos, sino que toca, además, la esencia del sincretismo, el alma de los pueblos, la luz en una montaña, la mística de las pirámides, los cenotes, la mitología prehispánica. En fin.

He encontrado en la poesía de Mariana Vacs una voz fuerte y al mismo tiempo muy sutil . Sencilla en palabras, pero sofisticada en imágenes. Hace algunas horas, entre charla y charla, me leyó algunos poemas. Y le dije: "Creo que a veces no eres consciente de la profundidad de tus palabras (y aquí me delataré con la hora en que edité estas líneas).

"Por eso es un verdadero placer estar aquí, en mi alma máter, compartiéndole a Mariana el espacio, el paisaje y que a mí me formó. (Ayer tomó café chiapaneco de la explanada). Al mismo tiempo, y sin restarle importancia, agradecida por ustedes, que aquí nos acompañan a darle la bienvenida a un poemario tan fino y tan mexicano, y segura estoy que lo disfrutarán. Una obra de arte que no puede quedarse sin espectadoras o espectadores.

"Sólo me resta decir: que viva el maguey, larga vida a Mariana, y que las diosas le permitan más viajes, que resulten igual de productivos, por el bien de nuestras almas".

Vacs, Mariana (2012): Espina de maguey, Rosario, Argentina: El mono Armado.