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Catita trajo al mundo a casi toda la colonia





Por Claudia C. Soto Rubio
Estudiante de Ciencias de la Comunicación.

La autora nos invita a conocer la labor que una mujer realizaba gracias a sus conocimientos en enfermería: su abuela, quien ha sido muy querida y apoyada por su familia.

Era conocida por la comunidad como Catita, por supuesto, esa era la forma cariñosa de dirigirse a ella. Las mujeres la querían, pues ella ayudó a muchas de ellas en el término de su embarazo.

Durante los años 50 Catalina García, Catita, llegó a vivir a la zona de Mixcoac, donde rápidamente se hizo famosa por sus estudios de enfermería. En esa época mucha gente no tenía los recursos suficientes para ir al médico, además de que era mucho más cómodo y por sus costumbres ser atendidas en casa, en este caso la casa de ella, la de Catita, que siempre estaba llena de gente, pues además de atender partos, tenía vacas y pollos, de los cuales vendía leche y huevo.

Su trabajo principal era atender el nacimiento de un bebé, para lo cual era asistida por dos de sus 12 hijos, los mayores, Antonio y Samuel, quienes se encargaban de calentar agua, llevar sábanas limpias, jeringas hervidas, alimentos, todo lo que se necesitara en ese momento. También se dedicaba a la aplicación de inyecciones y sueros, por lo que su casa siempre tenía un aroma de penicilina. Muchas personas le pagaban con especie cuando no tenían recursos, u otras en abonos.

Cuando se inventó la televisión, era la única persona de los alrededores que pudo adquirir un aparato de estos y decidió rentarla, es decir, le cobraba a la gente por dejarla ver. En aquel entonces, a los señores, programas como El box y Los Intocables; los niños pagaban por ver Cachirulo, normalmente se daban estos eventos los domingos y que también aprovechaba para venderles conchas, refrescos, dulces, etc.

Trabajó en esta profesión alrededor de 50 años, pues la modernidad y su cansancio la alcanzaron, es decir, ya la gente asistía a hospitales y ella envejecía.

Es originaria del barrio de Escandón, donde conoció al que sería su esposo, Antonio, con el que tuvo 12 hijos pero solamente sobrevivieron siete. Durante su juventud realizó algunos estudios de enfermería y pronto trabajaría al lado de un médico donde hizo sus prácticas hasta el día en que se casó. Su esposo le regaló un automóvil, de aquellos grandes y fuertes en el que aprendió a manejar. Su casa estaba muy cerca del Hospital Psiquiátrico La Castañeda, donde cuenta que estaba lleno de huertos frutales y sus hijos se metían a robar la fruta y les tocó ver el maltrato a los enfermos, y en una ocasión ver cómo sacaban de un pozo a un enfermo que había caído y se ahogó. En época de invierno los que trabajaban en este lugar sacaban las cobijas del hospital y se las llevaban a vender a las personas de los alrededores.

Frente a su casa pasaba el río Mixcoac, donde sus hijos se divertían nadando y colgando de los árboles. Le gustaba escuchar pasar el tren que iba a Cuernavaca, las vías estaban como a cuatro cuadras de su casa.

Finalmente sus hijos crecieron, se casaron y el tiempo pasó, su familia aumentó y tiene 19 nietos, 31 bisnietos y una tataranieta. Hoy Catita está al cuidado de sus hijos, pero tiene buena salud y muchas ganas de vivir.









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