No obstante de considerarme de izquierda, de informarme y seguir de cerca (o participar activamente en ) movimientos sociales, de estar al tanto de políticas públicas, de ser parte de redes, confesaré que hace un año sentía apatía por el proceso electoral. Suponía que, pese a toda la información ventilada, sus deslealtades, corrupciones, asesinatos y atracos, el PRI, iba a tomar el poder. Creí que México no despertaría del letargo; que un sector grande de las y los jóvenes, desde donde yo los veía, no tenían su mirada puesta en la política. Un poco por falta de interés (la flojera infinita que aqueja a quienes creen tener la eternidad) y otro tanto por desencanto.

Pero el 11 se armó la trifulca, cuando EPN visitó la Universidad Iberoamericana. No fue insultado, simplemente descrito: asesino, ratero, corrupto. Y quién se imaginara que esos niños nice protestaran, y estuvieran conscientes de la realidad social y política del país. Ante las acusaciones de acarreo por parte de AMLO, 131 estudiantes se acreditaron como alumnos y no acarreados. De ahí que uno, dos, tres... nos fuéramos adhiriendo a la causa, a la voz juvenil, para echar en cara lo que a pesar de ser tan obvio, se ha callado en los medios de comunicación (como ha ocurrido siempre).

Primavera mexicana. Despertar de los jóvenes. Primero, el asombro, y enseguida la acción. Me sacudí la apatía y me fui con todo. Asambleas interescolares, asambleas por Facultad, asambleas por salón. Largas charlas de café entre amigas y amigos. Sueños y disertaciones filosóficas sobre el despertar de la conciencia. Ya a nadie le daba oso parecer aburrido si se hablaba de política. Mucha actividad en las redes virtuales, socialización de información por las calles, participación ciudadana. Jóvenes todas y todos (cronología aparte). En un embeleso que a la vez debía estar preparado para lo peor.

A lo largo de las campañas, salimos a las calles a marchar en contra de la imposición y para exigir democracia en la información. Qué belleza las calles llenas de jóvenes de diversas universidades. Atrás quedaban las infantiles y arcaicas diferencias entre burros y pumas, panteras o linces. Chicos de La Salle, La Ibero, la UACM, la UPN... Hormonas conjuntas en la rabia y el desparpajo de juventud, la intrepidez de los letreros y las consignas.

Lo que me entristeció mucho es que se utilizaban frases como "Peña, puto", "Peña la tiene pequeña" "Puta de cabaret", y muchos otras que tienen que ver con la mamá de Peña Nieto, y creo que ni al caso con la señora. Entiendo la rabia, porque yo también estoy que ardo, todavía, pero no podemos ir a buscar la revolución si seguimos con el machismo del año del caldo. No se puede ser progresista y misógino o misógina a la vez. Mucha gente no cree necesaria la visibilización de la violencia contra las mujeres "Violentados estamos todos", dicen, y sí, pero dentro de la opresión, a las mujeres nos oprimen más. Como ya se ha dicho muchas veces, a un hombre no lo matan por ser hombre. A una mujer, sí la matan por ser mujer y no actuar conforme a los cánones establecidos.

Recuerdo que en una marcha en repudio a los feminicidios, la consigna era "Que lo vengan a ver, que lo vengan a ver: éste no es presidente, es asesino, macho, burgués". Pero creo que a los señores que marchan les incomoda que macho sea un insulto, y burgués, ni se diga. "Esos términos están fuera de moda. ¿Burguesía? Ja, ja", escuché decir a una chica de 22 años. Y yo con mis pancartas, criticando al patriarcado, condenando los feminicidios, mientras miles de colectivos se la pasaban gritando insultos misóginos. "No vine por mis tortas; vine por mis huevos". Perdón, pero yo no tengo huevos, tengo ovarios, pero eso, en el estricto sentido fisiológico, no tiene que ver con mis posturas políticas. Y si voy, es con la piel, con el cerebro.

"Puta de cabaret". Vamos por partes, como diría Jack. A finales de mayo del año pasado miles de mujeres (y algunos hombres solidarios) hicimos la Marcha de las Putas, para exigir respeto a nuestro cuerpo, a nuestras decisiones y nuestra integridad. ¿Por qué? Sencillo: puta es toda aquella mujer que no entra en el arquetipo de madre sumisa y esposa abnegada, de casa, pura e intachable. Puta es quien decide no casarse, o casarse varias veces; quien trabaja, quien se supera. Quien elige estar con un hombre o una mujer (o varios) y sabe decir "No". Quien elige el placer. Quien se acuesta con quien quiere, por dinero o por placer.

Otra acepción de puta o puto, es "maldito". Cuando se pierden las llaves, a veces una piensa ¿dónde está las putas llaves?, pero en la mayoría de los casos, y en la idiosincrasia mexicana, puta se piensa como sexoservidora; puto, como homosexual.

Por otro lado, el cabaret. ¿Estamos hablando de lugares donde hay explotación sexual y trata de blancas, o hablamos de sitios de esparcimiento, de teatro, espectáculo musical o de qué? Pensar que se ofende con eso u ofenderse, es tener poca conciencia y cultura. ¿Cómo se puede exigir paz si se violenta con el verbo? Bonitas se ven todas aquellas que gritan "Chingas a tu puta madre"...

No han sido uno, ni dos, ni cinco marchas donde se muestran las carencias de entendimiento acerca de nuestro lenguaje. ¿Será que algún día podamos insultar sin hacer referencia a condiciones femeninas, impuestas, claro está por el patriarcado? Hablando de marchas, en la última lésbica a la que fui, al frente, iban las fundadoras, activistas, feministas de hueso colorado, y hasta atrás, muchas chavas de no más de 20 años, con sus compañeritos (pese a que se había pedido que no fueran hombres) a gritar, "chichis pa'la banda" y a gritar a las compañeras "mamacita"... Si las activistas las escucharan, se infartaban.

Hasta dónde llega la ignorancia de las causas. Hasta dónde el lenguaje traiciona nuestros campos semiológicos. Dicen que todo, en un principio, era verbo, y luego se materializó. Y si seguimos verborreando misoginia, misoginia se materializará.