ABRIL 2012

Homenaje a Teresita de Barbieri

La autora narra cómo ha sido su relación con Teresita de Barbieri, a propósito del homenaje que recientemente recibió.

La conocí en persona, en 2004, cuando me la asignaron como tutora en la maestría. Tenía que preguntarle si aceptaba, si no para informarlo y me asignaran a otra persona. Iba temerosa porque me habían dicho que era muy especial, selectiva, y que era muy estricta.

Recuerdo que la intercepté en la biblioteca del Instituto de Investigaciones Sociales. Alta, fuerte, elegante, la maestra Martha Teresita de Barbieri García estaba sentada leyendo un libro. Le mostré el oficio y le comenté sobre mi proyecto de investigación. Me miró con amabilidad y me preguntó si era socióloga. Tragué saliva y le dije que no, que la licenciatura la había hecho en periodismo y la maestría en curso era en comunicación. Sorprendida, su siguiente pregunta fue si había egresado de la facultad de ciencias políticas, a lo que también contesté con un no... Y aceptó, firmó el oficio y fui muy feliz, y varias personas me preguntaron entre incrédulas y celosas: "¿te aceptó?".

Estuve bajo su asesoría los dos años de la maestría. Unas veces individualmente, otras con más estudiantes que asistíamos a su seminario, sobre todo dos: José Manuel y Andrea. Sí, era estricta, ¿pero cómo no serlo cuando buscas que una investigación se haga bien? ¿Cómo no serlo cuando de rigor científico se trata, cuando se requiere de un nivel de posgrado de excelencia?

Siempre amable, dando de su tiempo, siempre dispuesta a explicar una vez más, llena de energía y de ganas de debatir, he sido testiga desde entonces de su enorme amor a la vida y al conocimiento.

Y con las mismas ganas que ella, comenzamos José Manuel, Andrea y yo, una hermosa y nutritiva convivencia que nos llevó a acercarnos mucho más.

Teresita nos abrió las puertas de su casa, y compartimos el pan y la sal con ella. Y en medio de comidas poco comunes y deliciosos vinos tintos, hemos brindado por el año que termina y por el que comienza.

Mi vida comenzó a ser otra desde aquel día que aceptó tutorarme. Es una de las mujeres más congruentes que conozco; que no confunde la amistad que ofrece con la obligación de la otra parte de entregar cuentas y resultados; que no confunde el afecto con la ética de decir la verdad, le pese a quien le pese.

Una vez me invitó a comer a un restaurante francés. Otra ocasión desayunamos en la Casa Lamm. Incluso un cumpleaños me regaló mariachis. Sé de boca de otras personas, que no ceja en su compromiso de echar la mano. Es generosa y noble. Sabiduría que no alcanzan algunos individuos.

Visitarla en su cubículo resulta muy agradable, rodeada de sus libros y fotografías familiares. Las paredes sólo son pretexto para mostrar bellos adornos, la mayoría obsequios en sus viajes o de amistades entrañables, con su respectiva historia cada uno. También destaca su calendario en la pared, lleno casi siempre de actividades y citas.

Cuando la conocí, fumaba. Y eso, más una todavía reciente neumonía, la ha atado al tanque de oxígeno desde hace unos años. Pero ni su enfermedad o la de su esposo, Nelson, la doblegan, aún.

Por eso el homenaje que le acaban de rendir el 8 de marzo de 2012 en el Instituto de Investigaciones Económicas (UNAM) ha llegado en buen tiempo y con total justicia. Familia, autoridades, exalumnado, compañeros y compañeras de trabajo; amistades de toda la vida, o más recientes; y mucho joven estudiantado estuvieron presentes. ¡Cuánta gente en sus 74 años de vida!

Quienes hablaron en la mesa, como Mary Goldsmith y Sara Lovera (a través de Cristina Renaud porque en ese momento estaba recibiendo el Premio Hermila Galindo) resaltaron su forma de pensar, de hacer, de concebir las ideas. De su lucha profesional desde que llegó a México, de Uruguay, donde nació un 2 de octubre. Unas fotos proyectadas en las pantallas permitieron ver parte de su faceta privada, su infancia y adolescencia, como pareja, madre, abuela; esa parte de vida que sólo conocemos quienes nos hemos acercado más.

Seguidora fiel de Max Weber, bastó escucharla para constatar que no olvida a quienes les debe lo que hizo y lo que hace, lo que es y lo que no es. Su larga lista de agradecimientos, su risa, su voz adelgazada y pausada pero siempre amable, dejó muy claro el excelente ser que es.

Teresita estudió la Maestría en Sociología en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), de Santiago de Chile. Su trabajo intelectual y sus aportaciones a la ciencia las podemos encontrar en su especializada producción bibliográfica, de obligada consulta cuando de feminismo y género se trata. Y por eso, porque su faceta académica es ampliamente conocida, he querido hablar de ella desde esta experiencia más personal.

Hay mucho que agradecerle a Teresita: por venir a nuestro país y quedarse en él. Por recibirme y quedarse en mi vida. Por su generosidad intelectual, material, afectiva y espiritual. Por existir. Todo mi cariño y admiración.