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Las feministas, ¿estamos enojadas?
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Por Raquel Ramírez Salgado
Feminista, con Maestría en Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
Primera Parte
Y debo comenzar diciendo que cuando hablo del enojo que sentimos las feministas no me refiero a este absurdo patriarcal de la "feminazi", sino a ese sentimiento legítimo que tenemos al presenciar y experimentar injusticias.
¿Por qué sentimos enojo las feministas? Porque la vida de las mujeres y las niñas no vale nada para el Estado mexicano y porque, a pesar de los esfuerzos de distintos agentes sociales, por cada avance logrado, el patriarcado responde cruelmente y retrocedemos. Todo eso es digno de enojo, pero resulta bastante predecible, por lo que ahora abordaré un enojo oculto, un enojo que por momentos resulta tabú.
Las feministas, ¿estamos enojadas entre nosotras? Sí, las feministas sentimos enojo porque incluso entre nosotras existen relaciones asimétricas, relaciones traspasadas por la desigualdad de clase, por la diferencia etaria y por la falaz seducción patriarcal que nos lleva a pensar que oprimiendo y maltratando a otras obtendremos poder, prestigio y placer.
Todo esto quedó de manifiesto durante el reciente Encuentro Nacional Feminista, ya que, paralelamente, un nutrido grupo de feministas jóvenes organizaron su propio encuentro, con el fin de discutir y reflexionar sobre las particulares problemáticas que las mujeres jóvenes enfrentan. Pero además, se habló de la falta de reconocimiento por parte de muchas feministas "históricas" a las feministas jóvenes. Definitivamente, entiendo a las jóvenes cuando muestran su inconformidad ante lo anterior, sobre todo si evoco esta imagen en la que una joven, con voz entrecortada, reclamaba que las "vacas sagradas" del feminismo "ya no se codean con las mortales"; no pasó mucho tiempo para que, justamente, una "vaca sagrada" respondiera que las vacas sagradas no existen y que eso de las relaciones de poder entre feministas no sucede. A pesar de que respeto y he leído durante años a esta maestra feminista, discrepo tajantemente con ella: las relaciones de poder asimétrico entre las feministas sí existen, están presentes en varios campos, como el de la academia, el activismo y la política, donde, y hay que decirlo, portadoras de rico capital social y cultural ejercen maltrato contra otras mujeres.
Sin embargo, hay que matizar varios aspectos:
Jamás hay que dejar de agradecer y reconocer todas las aportaciones y herencia que han construido nuestras maestras feministas, ya que, si para nosotras (las actuales) es difícil transitar por los caminos y espacios patriarcales, imaginemos lo difícil que fue para nuestras antecesoras transgredir y construir.
Que las feministas más jóvenes debemos estudiar y reflexionar para establecer debates de alto nivel, y así demostrar y demostrarnos que somos capaces de construir argumentaciones consistentes.
Que no debemos idealizarnos o subestimarnos, sino dimensionarnos como humanas.
Que la discusión por exclusión etaria no quede como una especie de reclamo de la hija a la madre, sino como un diálogo político y ético entre iguales.
Problematizar que pasar sobre las otras no suma a nuestra lucha, sino que profundiza la desigualdad.
¿Y por qué hablar de enojo? Porque yo he experimentado el maltrato ejercido por otras feministas, históricas y jóvenes, académicas, activistas y funcionarias, lo cual es indignante, inaceptable y me llena de enojo, porque no es justo.
Tengo derecho, al igual que todas, de sentirme enojada, y es que en este afán por no desbordarnos podemos reprimir nuestras emociones. No me da la gana inhibir este enojo, porque sé que me permitirá, me dará la pauta para enfrentar a la injusticia, aprender a poner límites y a transformarlo en recursos para ser más fuerte.
Estoy a favor de que las feministas hablemos abiertamente del tema; invito a todas a que estemos en constante revisión ética de nosotras mismas y a que entendamos que, no obstante de la presencia de factores estructurales y de procesos económicos complejos, debemos esforzarnos por ser coherentes, por actuar feministamente en cada momento de nuestra vida. Deseo entonces que el enojo que nos envuelve se transforme en sororidad, creatividad y fuerza para trabajar y tratar de arreglar la tragedia que vive este país.