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El peor enemigo de una mujer es otra mujer





Por Guadalupe López García
Periodista con Maestría en Estudios de la Mujer por la UAM y especialización en Estudios de la Mujer por el PIEM de El Colegio de México, se ha desempeñado como guionista y productora de radio; colaboradora, editora y coordinadora editorial en diversos medios como el IMER y la SEP, La Jornada, El Día, Uno más uno, Fem y Notimex. Trabajó en el Centro Integral de Apoyo a la Mujer "Esperanza Brito de Martí" en el DF y fue coordinadora de la Unidad Delegacional de Iztacalco del Inmujeres-DF. Ha recibido reconocimientos a su labor periodística y en defensa de los derechos de las mujeres por parte de la AMMPE, Conmujer, Cimac y la delegacion Iztacalco del DF.


* De tanto que he escuchado frases antiamistad entre mujeres, dice la columnista, ya no lo dudo, lo afirmo: sí, el "peor enemigo" de una mujer es otra mujer, pero sólo aquella que las repite una y otra vez, y que las respalda con su supuesta 'experiencia'

A mis hermanas, en especial a Irma;
a mis amigas de toda la vida.

Es cierto. Lo digo por experiencia propia. Cuando una mujer tiene poder, es peor que un hombre. Si tienes éxito, ellas son las que atacan, te bloquean y te critican más. Yo prefiero trabajar con hombres que con mujeres. Mujeres juntas ni difuntas. Entre mujeres podemos despedazarnos, pero jamás nos haremos daño. Nunca te fíes de una mujer.

No nos gusta que otras triunfen o sean felices; nos corroe la envidia, nos retorcemos del coraje ver que unas suban y que quienes están "arriba", en lugar de dar la mano a las de "abajo", les dan una patada; o después de haber sido "amigas" durante muchos años se "traicionan" por dinero o poder. No digo "por un hombre" (que también podría ser una mujer), pues ya sería una telenovela, ¿o no?

Siguiendo esa lógica, las mujeres no podemos ser amigas, ni siquiera de los hombres. Vaya, ni siquiera entre feministas nos podemos tener confianza; aunque muchas creen que por el solo hecho de ser feminista nos purificaremos de todo mal y por lo tanto tendríamos que ser "buena onda" con todos los seres vivos.

No sé cómo le hacemos para destilar tanto odio, envidia y maldad. Más cuando vemos los pleitos de unas contra otras, de una contra todas o de todas contra una. O nos hacemos víctimas o simplemente nos hacemos; pero muy pocas admitimos un poco de responsabilidad en cada bronca. Las malas son las otras, yo no.

Aunque esto es más complicado que la simple amistad, sirve para justificar todo lo anterior; y muchas, "desencantadas", vuelven a repetir nuevamente la consigna: ¡aguas con las mujeres!

De tanto que he escuchado esas frases, ya no lo dudo, lo afirmo: sí, el "peor enemigo" de una mujer es otra mujer, pero sólo aquella que las repite una y otra vez, y que las respalda con su supuesta "experiencia". Pensándolo bien, yo pudiera ser la principal enemiga de esas mujeres, pero creo que les daría la razón.

En realidad, ni todas las mujeres ni todos los hombres podemos ser amigas y amigos. Sería una falsedad; se negaría el conflicto, inherente a nuestras vidas, o la diversidad de ideas o conocimientos. No hay seres humanos totalmente buenos y totalmente malos; es parte de la condición humana y de otras cuestiones más allá del sexo, la preferencia sexual, la profesión, la cultura o el feminismo.

No me quiero meter en terrenos filosóficos sobre el amor, el odio, el bien, el mal, ni en otras cuestiones terrenales, abstractas o subjetivas por ignorancia pura; lo que más o menos dice "mi experiencia feminista" es que yo sí tengo muchas amigas y me llevo bien con muchas mujeres de todos los saberes, ideas y experiencias.

Tengo amigas, feministas o no, de mi familia y de otros lados: de mis trabajos, mis escuelas o de donde vivo. Me escuchan, las escucho, bailamos juntas, reímos juntas, platicamos -no chismeamos- juntas, lloramos juntas, nos abrazamos, nos queremos, nos peleamos, la "cortamos", nos dejamos de hablar pero luego nos volvemos a juntar; igual como en el recreo.

Hay otras mujeres que me caen mal, unas más o menos, a otras no las "trago"; pero estoy consciente de que yo también caigo mal y también he herido con palabras o con hechos a mujeres que tal vez se consideraban amigas mías. Lo he lamentado, pero en algunos casos no, simplemente porque la amistad también puede terminar.

A muchas amigas ya no veo pero otras siguen presentes en mi vida y yo he estado en algún momento en la suya. En cuanto a los hombres tengo pocos amigos, pero quisiera tener más. La cuestión es que en todo momento hay amigas y amigos. Entonces, ¿por qué dar más peso a la enemistad que a la amistad entre mujeres?

En todo caso, ¿por qué se habla poco de la amistad entre hombres? De hecho, ellos no pueden tener muestras de cariño, ni en público ni en privado, pues se pensaría que son homosexuales, no amigos que se quieren mucho. Un ejemplo patente fue cuando en abril pasado, Alfonso Sabater, de la Federación Mexicana de Futbol, calificó de "mal ejemplo" un beso simulado entre los jugadores del equipo América, Christian Benítez y Matías Vuoso.

Ricardo Peláez, directivo del club, indicó que eso no tuvo nada de malo, pues ambos jugadores son grandes amigos. Como se ve, la amistad de hombres y de mujeres es diferente, pero también es calificada diferente por la construcción de género, no por el simple hecho de ser mujer u hombre.

Desde hace tiempo, la teoría feminista ha hablado de la amistad entre mujeres y entre hombres, pues más que una simple relación humana, a final de cuentas estamos hablando de relaciones de poder no sólo entre los sexos, sino entre las mismas mujeres y los mismos hombres.

Si hablamos de enemigos o enemigas de las mujeres o de los hombres, podemos decir que son la ignorancia y la falta de reflexión antes de pronunciar una frase como las mencionadas anteriormente. No son simples refranes o frases coloquiales, son el reflejo de una sociedad machista y sexista. Se puede ver tan sólo cuando se habla de la mujer como "enemigo".

Existen las propuestas del affidamento y sororidad como alianzas y pactos políticos entre mujeres para pelear por nuestros derechos y erradicar la violencia y la discriminación, asuntos en los que nada tiene que ver si me cae bien o mal una mujer; pero también se requiere de otras fórmulas para la vida cotidiana. El aporte de esta columna selectiva en sus amistades es una muy sencilla: dejar de repetir ese dicho popular.

Es una iniciativa afirmativa basada en la propia experiencia de quienes sí confían en las mujeres, de quienes sí pueden trabajar con mujeres -pese a las broncas comunes en cualquier espacio laboral- de quienes sí reconocen el esfuerzo de cada una y de quienes escuchan opiniones y críticas de sus amigas sin que las consideren una agresión.

Es una propuesta política, filosófica y humanista que tal vez cueste trabajo porque en las relaciones humanas siempre habrá conflictos, pero no por ello se tiene que justificar una mentira y tratar de convertirla en verdad.









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