“ENTRE MUJERES INSURGENTES Y REVOLUCIONARIAS”
FACULTAD DE CIENCIAS POLITICAS Y SOCIALES
UNAM
Jueves 29 de abril. Mujeres insurgentes
- Josefina Hernández Téllez. La educación femenina en 1810
- Layla Sánchez Kuri. Presencia femenina en la Independencia.
- Elvira Hernández Carballido. Leona Vicario, la corresponsal de los insurgentes.
- Rosalinda Sandoval Orihuela. Los taconazos de Doña Josefa
Moderador: Vicente Castellanos Cerda
Inaugura: Maestro Arturo Guillemoud Rodríguez Vázquez
Salón 12 Edificio de Posgrado (“F), 18:00 horas, FCPyS
Viernes 30 de abril. Mujeres revolucionarias
- Rosa María Valles Ruiz. Periodista y feminista: Hermila Galindo
- Elsa Lever M. El Universal y las mujeres periodistas
- Gloria Hernández Jiménez. Mujeres, revolución y fotografía
- Francisca Robles. Los corridos y la presencia femenina
Moderadora: Noemí Luna García
Inaugura: Maestro Arturo Guillemoud Rodríguez Vázquez
Sala Lucio Mendieta, Edificio de Posgrado (“F), 18:00 horas, FCPyS
Cortometraje con "Fuerza y corazón de mujer hidalguense"
Por Elvira Hernández Carballido
Doctora en Ciencias Políticas y Sociales con orientación en Comunicación. Profesora investigadora de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, fue jurado en el reciente Premio Nacional de Periodismo.
Desde una mirada masculina, la del director Rafael Rodríguez; con una producción llena de sororidad única –donde participaron por igual hombres y mujeres creativos-, y una idea original auténtica y comprometida como la de Érika Rodríguez Hernández, el 24 de noviembre se presentó un cortometraje donde descubrimos una mirada analítica respaldada en una equidad de género, que descubre y advierte que el ser hombre y el ser mujer no siempre encontrará en le cine falsas imágenes, proyecciones de mitos y temores masculinos versus perversiones femeninas. Hace suponer que se puede mirar sin inhibiciones los cautiverios y las relaciones de género, que la mirada puede ser autónoma ya sea de un hombre o de una mujer, quebrando o cuestionado roles de género.
Ramiro, Felipe, Lupita y Carmen. El padre, el hijo, la hija y la madre son personajes cautivos en una casa y cautivos en una sociedad conservadora, cautivos en un estado enraizado en valores tradicionales que los obligará a romper con el pasado y enfrentar un futuro incierto pero esperanzador.
Los cuatro personajes tienen ataduras de género, pero desde su experiencia de vida intentan o empezarán a romperlas, tal vez nada más aflojarlas, pero ya no se someterán a ellas.
Ramiro fue enseñado por nuestra sociedad patriarcal (que incluye a su mamá, a su papá, a toda la familia, a las instituciones, a la iglesia, a los medios) a sentirse el único responsable de la estabilidad económica familiar. Aprendió que las mujeres dependen siempre del hombre. Tuvo muchos ejemplos para creer que la casa es el único espacio femenino y que las tareas domésticas son cosas de las “viejas”, no de su hijo varón, macho, hombre. Por eso no acepta los cambios, por eso no tolera ser ahora un hombre protegido por las mujeres, por eso ahora cree que las cosas están fuera de control pero las mismas condiciones de vida parecen convencerlo de que los cambio son necesarios y que las mujeres son su ejemplo e inspiración y que solamente junto con ellas puede sacar adelante a su familia
Carmen es una mujer que responde a las necesidades inmediatas de su sobrevivencia. Sin su esposo, sin su proveedor tradicional, sin su protector impuesto por la sociedad patriarcal debe empezar a tomar decisiones por sí misma, trabajar por ella y por sus hijos. Estuvo cautiva por tradición en un solo rol, de madre-esposa, ahora aprendió el significado de la autonomía, de la independencia para vivir, del gobierno sobre sí misma, de la posibilidad de escoger, y la posibilidad de decidir. No se le impone jamás a Ramiro, ni lo enfrenta, ni llora desconsolada, sus acciones serán más que ilustrativas para demostrar que las mujeres trabajadoras, decididas y con iniciativa, se construyen a sí mismas por necesidad y por orgullo.
Lupita representa una nueva generación, rechaza la obligación de cumplir con el deber ser femenino de su grupo de adscripción, concretado en vidas estereotipadas, sin opciones. Ella tiene aspiraciones, será bailarina. Ella lucha por sí misma, su gesto demuestra que estudia porque quiere ser alguien, no cree que su destino sea casarse.
Felipe promete ser ese nuevo hombre, que integra sin culpa, ni preocupación, ni cuestionamientos roles considerados masculinos y femeninos en su identidad infantil, ingenua pero de gran sabiduría cotidiana. Puede ponerse un delantal y preparar las mejores quesadillas de la región. Es solidario con su hermana, por eso le sirve el desayuno pues sabe que ella tiene mucha tarea. Es comprensivo con su mamá, por eso acepta ser el responsable de la cena los viernes que ella trabaja durante más tiempo. Felipe es la muestra de que la construcción de género es absolutamente cultural.
Pero, ¿por qué presentarnos este cortometraje con una historia tan sencilla, sin final feliz y diálogos ilustrativos de ese machismo latente en nuestra sociedad, con miradas llenas de sororidad auténtica y con actitudes en pos de una equidad entre hombres y mujeres?
La respuesta la tiene sin duda alguien de fuerza y corazón de mujer hidalguense. Por eso, agradezco profundamente a Érika Rodríguez Hernández su ejemplo y su constancia, su convicción de que se puede construir una sociedad con equidad de género, su optimismo en transformar las actitudes machistas en acciones solidarias, su tenacidad en ir de comunidad en comunidad a demostrar que la construcción de género es cultural y por lo tanto transformable. Su mirada construyó estas imágenes que el director captó también convencido en los cambios que favorezcan las relaciones entre hombres y mujeres. Su idea original estuvo latente en cada toma y en casa secuencia donde el objetivo ha sido mostrar las relaciones sociales entre hombres y mujeres construidas por una sociedad machista así como la construcción cultural de lo femenino y lo masculino que puede transformarse en pos de una equidad.
El cortometraje que hoy presenciamos es auténticamente feminista porque muestra a mujeres que descubren sus valores y los tratan de llevar a cabo, mujeres que se atreven a decir lo que les parece bien y por qué, y tratan de hacerlo y señalan lo que les parece malo, que dicen en voz alta lo que piensan. Muestra la posibilidad de convertirse en otro modo de ser humano y libre. Mujeres que tratan de saber quiénes son y que empiezan a existir junto con hombres que también descubren lo que pueden ser junto con ella, a su lado, sin que caminen detrás de ellos, sin que las ignoren.
La sencilla historia narrada con llaneza y compromiso insiste en una propuesta: existe construcción cultural que se distingue de la definición biológica entre hombres y mujeres. El género no alude solamente a las mujeres o a los hombres sino que se refiere a la relación entre ellos, una relación primaria significante de poder. Ha sido la cultura de género en cada sociedad la que ha constituido esos sistemas binarios que oponen el hombre a la mujer, lo masculino a lo femenino, generalmente en términos jerárquicos. Pero que esta situación puede erradicarse por el contexto, la coyuntura, las necesidades, las decisiones, la seguridad en sí misma y en sí mismo. Ramiro lo demuestra con esa llamada telefónica, Carmen lo demuestra al no dejar su trabajo, Lupita lo demuestra al decidir seguir en la danza. Felipe lo demuestra al ser solidario con su madre y su hermana.
Doctora en Ciencias Políticas y Sociales con orientación en Comunicación. Profesora investigadora de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, fue jurado en el reciente Premio Nacional de Periodismo.
Desde una mirada masculina, la del director Rafael Rodríguez; con una producción llena de sororidad única –donde participaron por igual hombres y mujeres creativos-, y una idea original auténtica y comprometida como la de Érika Rodríguez Hernández, el 24 de noviembre se presentó un cortometraje donde descubrimos una mirada analítica respaldada en una equidad de género, que descubre y advierte que el ser hombre y el ser mujer no siempre encontrará en le cine falsas imágenes, proyecciones de mitos y temores masculinos versus perversiones femeninas. Hace suponer que se puede mirar sin inhibiciones los cautiverios y las relaciones de género, que la mirada puede ser autónoma ya sea de un hombre o de una mujer, quebrando o cuestionado roles de género.
Ramiro, Felipe, Lupita y Carmen. El padre, el hijo, la hija y la madre son personajes cautivos en una casa y cautivos en una sociedad conservadora, cautivos en un estado enraizado en valores tradicionales que los obligará a romper con el pasado y enfrentar un futuro incierto pero esperanzador.
Los cuatro personajes tienen ataduras de género, pero desde su experiencia de vida intentan o empezarán a romperlas, tal vez nada más aflojarlas, pero ya no se someterán a ellas.
Ramiro fue enseñado por nuestra sociedad patriarcal (que incluye a su mamá, a su papá, a toda la familia, a las instituciones, a la iglesia, a los medios) a sentirse el único responsable de la estabilidad económica familiar. Aprendió que las mujeres dependen siempre del hombre. Tuvo muchos ejemplos para creer que la casa es el único espacio femenino y que las tareas domésticas son cosas de las “viejas”, no de su hijo varón, macho, hombre. Por eso no acepta los cambios, por eso no tolera ser ahora un hombre protegido por las mujeres, por eso ahora cree que las cosas están fuera de control pero las mismas condiciones de vida parecen convencerlo de que los cambio son necesarios y que las mujeres son su ejemplo e inspiración y que solamente junto con ellas puede sacar adelante a su familia
Carmen es una mujer que responde a las necesidades inmediatas de su sobrevivencia. Sin su esposo, sin su proveedor tradicional, sin su protector impuesto por la sociedad patriarcal debe empezar a tomar decisiones por sí misma, trabajar por ella y por sus hijos. Estuvo cautiva por tradición en un solo rol, de madre-esposa, ahora aprendió el significado de la autonomía, de la independencia para vivir, del gobierno sobre sí misma, de la posibilidad de escoger, y la posibilidad de decidir. No se le impone jamás a Ramiro, ni lo enfrenta, ni llora desconsolada, sus acciones serán más que ilustrativas para demostrar que las mujeres trabajadoras, decididas y con iniciativa, se construyen a sí mismas por necesidad y por orgullo.
Lupita representa una nueva generación, rechaza la obligación de cumplir con el deber ser femenino de su grupo de adscripción, concretado en vidas estereotipadas, sin opciones. Ella tiene aspiraciones, será bailarina. Ella lucha por sí misma, su gesto demuestra que estudia porque quiere ser alguien, no cree que su destino sea casarse.
Felipe promete ser ese nuevo hombre, que integra sin culpa, ni preocupación, ni cuestionamientos roles considerados masculinos y femeninos en su identidad infantil, ingenua pero de gran sabiduría cotidiana. Puede ponerse un delantal y preparar las mejores quesadillas de la región. Es solidario con su hermana, por eso le sirve el desayuno pues sabe que ella tiene mucha tarea. Es comprensivo con su mamá, por eso acepta ser el responsable de la cena los viernes que ella trabaja durante más tiempo. Felipe es la muestra de que la construcción de género es absolutamente cultural.
Pero, ¿por qué presentarnos este cortometraje con una historia tan sencilla, sin final feliz y diálogos ilustrativos de ese machismo latente en nuestra sociedad, con miradas llenas de sororidad auténtica y con actitudes en pos de una equidad entre hombres y mujeres?
La respuesta la tiene sin duda alguien de fuerza y corazón de mujer hidalguense. Por eso, agradezco profundamente a Érika Rodríguez Hernández su ejemplo y su constancia, su convicción de que se puede construir una sociedad con equidad de género, su optimismo en transformar las actitudes machistas en acciones solidarias, su tenacidad en ir de comunidad en comunidad a demostrar que la construcción de género es cultural y por lo tanto transformable. Su mirada construyó estas imágenes que el director captó también convencido en los cambios que favorezcan las relaciones entre hombres y mujeres. Su idea original estuvo latente en cada toma y en casa secuencia donde el objetivo ha sido mostrar las relaciones sociales entre hombres y mujeres construidas por una sociedad machista así como la construcción cultural de lo femenino y lo masculino que puede transformarse en pos de una equidad.
El cortometraje que hoy presenciamos es auténticamente feminista porque muestra a mujeres que descubren sus valores y los tratan de llevar a cabo, mujeres que se atreven a decir lo que les parece bien y por qué, y tratan de hacerlo y señalan lo que les parece malo, que dicen en voz alta lo que piensan. Muestra la posibilidad de convertirse en otro modo de ser humano y libre. Mujeres que tratan de saber quiénes son y que empiezan a existir junto con hombres que también descubren lo que pueden ser junto con ella, a su lado, sin que caminen detrás de ellos, sin que las ignoren.
La sencilla historia narrada con llaneza y compromiso insiste en una propuesta: existe construcción cultural que se distingue de la definición biológica entre hombres y mujeres. El género no alude solamente a las mujeres o a los hombres sino que se refiere a la relación entre ellos, una relación primaria significante de poder. Ha sido la cultura de género en cada sociedad la que ha constituido esos sistemas binarios que oponen el hombre a la mujer, lo masculino a lo femenino, generalmente en términos jerárquicos. Pero que esta situación puede erradicarse por el contexto, la coyuntura, las necesidades, las decisiones, la seguridad en sí misma y en sí mismo. Ramiro lo demuestra con esa llamada telefónica, Carmen lo demuestra al no dejar su trabajo, Lupita lo demuestra al decidir seguir en la danza. Felipe lo demuestra al ser solidario con su madre y su hermana.
Etiquetas: Meditaciones de Elvira Hernández Carballido
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