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*SIP: 2008 registra trece periodistas muertos en la región
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Informe sobre Periodistas en México
Periódicos y Expresión |
CICLO DE CONFERENCIAS
“ENTRE MUJERES INSURGENTES Y REVOLUCIONARIAS”
FACULTAD DE CIENCIAS POLITICAS Y SOCIALES
UNAM
Jueves 29 de abril. Mujeres insurgentes
- Josefina Hernández Téllez. La educación femenina en 1810
- Layla Sánchez Kuri. Presencia femenina en la Independencia.
- Elvira Hernández Carballido. Leona Vicario, la corresponsal de los insurgentes.
- Rosalinda Sandoval Orihuela. Los taconazos de Doña Josefa
Moderador: Vicente Castellanos Cerda
Inaugura: Maestro Arturo Guillemoud Rodríguez Vázquez
Salón 12 Edificio de Posgrado (“F), 18:00 horas, FCPyS
Viernes 30 de abril. Mujeres revolucionarias
- Rosa María Valles Ruiz. Periodista y feminista: Hermila Galindo
- Elsa Lever M. El Universal y las mujeres periodistas
- Gloria Hernández Jiménez. Mujeres, revolución y fotografía
- Francisca Robles. Los corridos y la presencia femenina
Moderadora: Noemí Luna García
Inaugura: Maestro Arturo Guillemoud Rodríguez Vázquez
Sala Lucio Mendieta, Edificio de Posgrado (“F), 18:00 horas, FCPyS
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 Por Elsa Lever M. Periodista, feminista y académicaInicio MujeresNet como un proyecto personal que espero se expanda y logre consolidarse como un espacio de información con perspectiva de género pensado para hombres y mujeres periodistas, estudiantes, feministas, investigadoras(es), especialistas, organizaciones y activistas de todo el mundo a favor de los derechos de las mujeres y grupos vulnerados, así como para cualquier persona interesada en participar en el intercambio de información al respecto. Desde la Ciudad de México, está abierto al compromiso por la defensa y reivindicación de los derechos humanos, de mujeres y hombres, para generar una nueva cultura donde no quepan más la subordinación, la opresión, la discriminación, la segregación ni la exclusión, ya sea por sexo, edad, raza, etnia, nacionalidad, religión, posición económica o ideología. Las y los invito a ser parte.
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Por Elsa Lever M.Periodista con Maestría en Comunicación por la FCPyS de la UNAM, diplomada en Género por el PUEG de la UNAM, y en Feminismo por el CEIICH de la UNAM. Parte 1: Nudos más relevantes que tiene planteados la investigación sobre género. Parte 2: Tres colectivos de mujeres aún en minoría: profesoras universitarias, mujeres en la esfera política y mujeres empresarias. Parte 3: Cuatro entrevistas a mujeres con poder, como personificación de posiciones sociales e indicadores de cambio en la condición social femenina.La autora destaca al género como basamento de un movimiento social. Habla sobre la importancia de historiar las luchas y las formas de resistencia a la dominación masculina para crear un pasado histórico común y no se sigan tomando las conquistas de poder como terrenos “cedidos”, sino como victorias que con tanto esfuerzo han obtenido las mujeres y resolver con ello el problema de la invisibilidad. Romper con aquello de que las mujeres son sólo lo que los hombres las dejan ser.
El silenciamiento es fruto de las relaciones de poder que se establecen entre grupos sociales dominantes y subdominantes, dice. Y entre los grupos silenciados se encuentran las mujeres. Por ello la necesidad de deconstruir, demoler piedra por piedra esa “razón” abstracta y universal donde se han construido las ficciones llamadas Hombre y Mujer.
En esta parte también plantea el porqué de acercarse a las mujeres con poder, y dice que, siendo un sistema de dominación masculina el que existe en la sociedad, y por tanto se trata de un poder masculino, las escasas mujeres que se acercan a él, que participan de algún modo en él, resulta un objeto de estudio relevante, pues se convierten en una especie de élite. Habría que preguntarse por el extraño fenómeno de que existan mujeres con poder, interrogarse si realmente lo tienen e indagar por cuáles caminos han llegado a formar parte de poder y por qué se consideran élite.
A través de su investigación ha podido detectar que las mujeres requieren de superpluses en cantidad y calidad diferencial respecto a los que deben reunir los hombres, convirtiendo estos superpluses en un factor de discriminación para las propias mujeres de élite, así como para el resto de mujeres.
De esta manera, las mujeres tienen que prescindir, sacrificar, matrimonio e hijos para llegar a los primeros puestos; requieren de rendimientos excepcionales y diferenciales en la actividad profesional que realizan ya que siempre están en el punto de mira de la observación social; y una fortaleza personal y psíquica enorme, a diferencia de las medianías masculinas. Cuando la autora habla de élites discriminadas se refiere a la minoría de mujeres con poder que, por los requerimientos ya mencionados, están aisladas del resto de mujeres, son élite, y además son discriminadas por la masa masculina. Es decir, no son cien por ciento ni de un lado ni del otro.
Estas élites discriminadas son donde el cambio social se ha mostrado con mayor fuerza, pues se nota el cambio del modelo tradicional femenino (esfera privada) al nuevo modelo (esfera pública), como imagen ya dominante de la mujer, que se impondrá por la fuerza de los hechos, aunque actualmente sólo sea real para una minoría de mujeres.
Una explicación a la discriminación de la que son objeto las mujeres la da la autora a través del término excedente de valoración masculina, que dota a los hombres automáticamente de autoridad y que las mujeres contrarrestan con un excedente de valor social.
Para la autora hay, en estas relaciones de dominación, la inevitable aculturación. Es decir, el modelo cultural femenino tradicional se sumará al modelo cultural masculino tradicional, uno se contamina del otro, el dominante absorbe rasgos del dominado. Y aunque ya se pueden ver padres “maternales”, padres “paternales”, hombres que hacen tareas domésticas mientras las esposas trabajan, el modelo masculino tradicional aún sigue muy entero.
Habla, con datos y cifras, de las profesoras universitarias, las mujeres en la política y mujeres empresarias, en España. En general, se reconoce un progreso de las mujeres sobre su condición tradicional, pero con otras formas de discriminación. Respecto a la primeras, estas mujeres requieren superpluses en esfuerzo personal y en antecedentes familiares, es decir, provenir de familias adineradas, con logros escolares y profesionales arriba de la media, etc.
Si el proceso, dice la autora, dependiera sólo de la cantidad de mujeres preparadas y del factor tiempo, las mujeres deberían haber alcanzado más poder académico, pues son ellas las mejores alumnas, las más dedicadas, etc.
Ahora bien, la utilización de la universidad no sólo como ámbito de docencia e investigación, sino, en muchos casos, como mero ejercicio de poder académico o como un trampolín para saltar a otro ámbito de poder. Hace que los procesos de selección de profesorado estén repletos de tensiones e influencias extra-académicas. En este contexto, explica, las mujeres son candidatas muy débiles a la Academia, pues dado que son minoría en los círculos de poder, tienen menos influencias que las respalden, y si las tienen, son de parte de su padre, esposo, etc. Incluso una discriminación oculta se da desde el establecimiento (por parte del poder masculino) de dos formas de investigar: los hombres son cuantitivistas, los datos estadísticos, lo comprobable, y las mujeres sólo pueden hacer estudios cualitativos, igual de subjetivos que ellas.
Respecto a las segundas, las mujeres en la esfera política, la autora dice que estas mujeres son: 1. una aristocracia femenina de los círculos masculinos del poder, que son quienes permiten su inclusión, por ende, entran en conflicto con la igualdad y solidaridad entre mujeres. 2. una élite dominada, de ahí que su independencia de criterio y actuación sea muy limitada. 3. una élite discriminada, porque exigiéndoseles un nivel altísimo de cualificación profesional, de extracción social y, en general, superpluses de todo tipo, sin embargo no ocupan los puestos políticos más altos.
Respecto a las terceras, las mujeres empresarias, se destaca que también se exigen los superpluses ya mencionados. Asimismo, que el empresariado femenino no sólo es menos que el de los hombres en cantidad sino en “tamaño”, es decir, las empresas femeninas son más bien “negocios”; sus actividades están muy relacionadas con las áreas tradicionales femeninas, como sector servicios, moda, belleza, hotelería, educación, etc.
Las mujeres empresarias, al igual que las otras, muestran la herencia o relaciones familiares como forma de allegarse el poder. Con estudios superiores, son mujeres que provienen de un ambiente familiar con tradición empresarial; o padres empresarios, o maridos con empresas o en puestos de dirección y mando. Asimismo, con características que facilitan la herencia empresarial: hijas únicas, viudas, divorciadas.
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Por Elsa Lever M.Periodista con Maestría en Comunicación por la FCPyS de la UNAM, diplomada en Género por el PUEG de la UNAM, y en Feminismo por el CEIICH de la UNAM.
Empoderarse es entrar a lo que Drucilla Cornell llama esfera imaginaria, e imaginar que el mundo y una misma pueden ser de otra manera, que pueden ser diferentes y pensar, crear y recrear alternativas; empoderar es crear poderes no dominantes a través de la transformación de relaciones sociales; de la construcción de un nuevo paradigma, de lo que Marcela Lagarde llama una ruptura epistemológica con el orden que existe, a nivel social y subjetivo, a través del espacio imaginario. Pero, ¿cómo romper con ese orden hegemónico masculino que no permite el cambio cultural necesario y urgente ya? ¿Cómo pueden las mujeres empoderarse? ¿Cómo concretar el salto de la esfera imaginaria a la real? ¿Cómo pasar de Idea a Mundo, cómo ejercer la voluntad, esa que para Hegel está entre el poder y el querer? En primera instancia se debe comprender que el empoderamiento de las mujeres es un proceso en tanto que abarca áreas que paulatinamente acrecientan el poder de cambiar estructuras y van acompañadas de conjuntos de estrategias, acciones positivas encaminadas a una convivencia de géneros empoderada hasta convertir este empoderamiento en forma de vida, en forma de ser y hacer.
Más específicamente, empoderar a las mujeres es un trabajo individual y colectivo que permite a éstas potencializarse para el control sobre bienes materiales, recursos intelectuales o ideológicos que les permitan realizar su misión como individuas y como colectivo. Asimismo, se entiende por bienes materiales a los inmuebles, dinero y acceso a relaciones; los recursos intelectuales incluyen conocimiento, información e ideas; y los ideológicos se refieren a la capacidad de generar, propagar, sostener e institucionalizar conjuntos específicos de creencias, valores, actitudes y comportamientos; es decir, influir sobre la manera en que la gente percibe y vive dentro de contextos sociales y políticos. Es decir, el empoderamiento es el proceso de construir las condiciones para que las individuas, grupos o comunidades asuman el control sobre sus vidas para trastocar pautas culturales.
Fortalecer o empoderar hace referencia a permitir a la gente tomar el mando de su propia vida. En el caso de las mujeres, el empoderamiento hace hincapié en la importancia de aumentar su poder y de tomar control sobre las decisiones y problemáticas que determinan su vida. Este poder está directamente relacionado con la categoría de género, con la equidad e igualdad de la mujer y del hombre en cuanto al acceso a los recursos y ventajas.
Nacida ante normas hegemónicas de género, esta categoría permite ver, analizar y buscar solución a las limitaciones socialmente construidas sobre las capacidades de las mujeres, ligándolas al espacio doméstico y a actividades reproductivas.
Para feministas como Marta Lamas, Teresita de Barbieri y Orlandina de Oliveira, se entiende por género a la construcción social de la diferencia sexual y como un conjunto complejo de relaciones y procesos, valores y creencias, normas y prácticas, acerca de la manera como se comportan hombres y mujeres, y Scott por su parte concibe a la categoría de género “como un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en la diferencia que distingue a los sexos y como una forma primaria de relaciones significantes de poder”.
Poder es por lo general una palabra que provoca miedo, repugnancia, incluso envidia. Pero esto sucede porque se tiene la representación social de la hegemonía, la dominación, la idea del mal. Es, dice Amelia Valcárcel, castigo y destino, “es el poder corruptor del poder, ignorando que no poseer poder corrompe igualmente, a veces más de prisa”.
Y entre las concepciones de poder, la maldad está representada en el discurso propio y clásico del poder, por la mujer. “La mujer nunca obra bien –dice Valcárcel-: ora obra para un destino inconsciente, no obra como sujeto y, en consecuencia, no obra bien, ora obra como sujeto y, por lo tanto, no obra para su esencialidad, es decir, obra mal”. Y esta maldad de la mujer es aún mayor cuando se reúne con el poder y entonces hay mujeres fatales, violentas, o poderosas pero esposadas, poderosas con la disculpa en los labios. Porque del poder las mujeres son excluidas por el principio de sujeción que las ata a su marido. Para Michele Riot-Sarcey la libertad la independencia, privilegios masculinos, condiciones de acceso al poder, son también obstáculos que impiden a las mujeres el derecho a disfrutarlo.
Pero poder, por ejemplo para Russell, era el concepto central de la ciencia social de la misma manera que energía lo es en la ciencia física. El poder es un hecho, parte del ser, no del deber ser; es naturaleza. Si es intrínseco ¿por qué rechazarlo, huirle, temerle? ¿Por qué negar que se desea el poder, ese poder de hacer que nuestro mundo sea diferente? Cada movimiento de cambio social es ético sin dejar de ser poderoso, afirma Amelia Valcárcel.
Precisamente en este miedo incluso a nombrarlo, le han puesto al poder otros nombres. La autoestima es, siguiendo a Valcárcel, el sustituto del poder para la salud individual. “El poder es difícil, pero podemos afirmar que toda ética, toda sociedad bien organizada, debe proveer a sus miembros de una dosis adecuada de autoestima”.
Sin embargo tampoco hay por qué temerle al término empoderar, que sólo es otra forma de explicar que las mujeres se han apropiado, apoderado de sí mismas.
Esperanza Tuñón, Alejandro Meza y Edith Kauffer Michel mencionan que el concepto de empoderamiento de las mujeres surge en la praxis desde el movimiento de mujeres en todo el mundo y, particularmente, de la postura de las feministas del tercer mundo que explican cómo la práctica política ha incorporado las diferencias de género en la organización del poder y en el imaginario social.
Asimismo, para Schuler el concepto de empoderamiento está enraizado en las teorías de Freire, quien habla de la transformación de la conciencia, y Gramsci enfatizó la importancia de los mecanismos de participación de las instituciones y la sociedad en busca de un sistema igualitario, así como la noción de hegemonía ideológica.
Foucault es uno de los principales teóricos del poder, quien planteó que éste opera en todos los estratos de la sociedad, desde los planos interpersonales hasta el nivel estatal, pero que todas las relaciones que involucran a otros implican dinámicas donde se ejerce el poder.
Para Anna Arent poder es potencialidad y lo vincula al deseo de poder hacer. Ella diferencia cuidadosamente poder y dominación, ya que equipara la dominación con violencia: la violencia puede destruir el poder; es absolutamente incapaz de crearlo.
Joanna Rowlands incorpora al concepto de empoderamiento un modelo a partir de las dinámicas de poder de género. Ella habilita las cuatro clases de poder de Lukes: “poder sobre”, que es la habilidad para que una persona o un grupo haga algo en contra de sus deseos, esta es la concepción negativa donde alguien gana y otro pierde. El segundo es un “poder para”, que es el poder implementado para estimular las actividades de otros; “poder con”, que es un poder sumatorio de poderes individuales; y “poder desde dentro”, que es aquel que está en cada persona.
A partir de los argumentos anteriores ella deduce que el empoderamiento puede ser modificado en tres dimensiones: la “dimensión personal”, que consiste en desarrollar el sentido del ser, la confianza y las capacidades individuales; la dimensión de las “relaciones cercanas”, para desarrollar la habilidad para negociar e influenciar la naturaleza de las relaciones del ámbito cotidiano; y, por último, la “dimensión colectiva”, donde se trabaja en conjunto con otros para lograr un mayor impacto y cambios significativos. El empoderamiento, de este modo, tiene que ser más que la simple apertura al acceso para la toma de decisiones, pues debe incluir también procesos que permitan a las mujeres o al grupo tener la capacidad de percibirse a sí mismos como aptos para ocupar los espacios de toma de decisiones y de usar dichos espacios de manera efectiva.
Ana Rubio explica que los valores se transmiten o se asimilan a través de una autoridad, y que “los cambios no son radicales, absolutos”; que la dificultad radica en que “todo acto de emancipación de una autoridad ha de efectuarse en nombre de valores que han sido asimilados a través de la autoridad que se cuestiona”.
Para Lagarde, si alguien decide cambiar algo, no debe hacer todo de golpe. Hay que cuestionarse sobre lo que se quiere cambiar y si corresponde a los estereotipos dominantes, y afirma: “Somos lo que somos porque estamos en un entramado de leyes, de relaciones sociales”.
Como utopía la modernidad tiene la convivencia igualitaria, la convivencia empoderada, una convivencia en libertad, que no excluya. Pero no puede existir una libertad si no está reconocida en el Estado, enfatiza Lagarde, porque éste constituye a todos los individuos e individuas, pues no están aislados ni ajenas a él. Y la lucha política es la construcción social de esta libertad por individuos e individuas que tienen nombre y discurso para construir en el Estado su propia autorrepresentación. En palabras de Valcárcel, “la escuela de la transgresión es particularmente dura… la libertad vivida solitariamente induce a soluciones erráticas”.
Por eso la importancia de la esfera imaginaria de Cornell. “La libertad para crearnos a nosotras mismas –dice- como seres sexuados, como personas con sentimientos y razón, se halla en el corazón del ideal que la esfera imaginaria es. Sin ella no podremos participar en las glorias de la vida. Decir que la esfera imaginaria es un derecho es decir que la libertad de ser nosotras mismas y la participación en la riqueza de la vida no es un deseo arbitrario sino un derecho esencial de la personalidad”.
Atrevámonos entonces a soñar con otra concepción de poder desde la esfera imaginaria, a imaginar una autorrepresentación no regulada por el Estado y transformarlo; atrevámonos a apropiarnos y apoderarnos de la libertad, porque al no nombrarla se corre el riesgo de perderla por no ejercerla. La voluntad es el poder de decir ”yo quiero”, el “yo decido”, una de las formas de la libertad, del imaginario. Y aunque ambos términos, “poder” y “libertad”, si retomamos la visión de Bobbio, parecieran antitéticos, no hay más compatibilidad entre poder y libertad que el empoderamiento con perspectiva de género. Poder de ser, de tener libertad; libertad de ejercer poder.
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Por Elsa Lever M.Periodista, feminista y académicaA pesar de algunos cambios en los últimos 10 años, es inequitativa aún la representación de las mujeres en las noticias, revela el estudio del Proyecto Global de Monitoreo de Medios (GMMP, por sus siglas en inglés) realizado el año pasado, y que es considerado la investigación global más extensa sobre el género en los medios. El GMMP tiene como antecedentes las emisiones de 1995 y 2000, convirtiéndose, junto con el del año pasado, en un gran mapa mundial de la representación de hombres y mujeres en los medios. En este proyecto de observación de los medios, dirigido por la Asociación Mundial para la Comunicación Cristiana (WACC, por sus siglas en inglés), una organización no gubernamental internacional que promueve el cambio social, y avalado por el UNIFEM y la UNESCO, han participado cientos de grupos dedicados a los temas de género y medios en 76 países, que apoyaron el monitoreo de aproximadamente 13 mil noticias en televisión, radio y prensa.
El informe de los resultados de la investigación del GMMP, donde se destaca la desigualdad que permea aún en los medios y las noticias, fue parte de la inauguración de la campaña mundial “¿Quién figura en las noticias?”.
Esta campaña, que lleva por subtítulo “Tres semanas de acción global sobre género y los medios”, comenzó el 16 de febrero y finalizó el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, y pretendió sensibilizar a quienes dirigen los medios, en todo el orbe, para que garanticen que tanto hombres como mujeres “figuren en los medios”.
La convocatoria para la campaña (que se puede consultar junto con el GMMP en la página www.whomakesthenews.org) explica que las noticias son la fuente clave de información para el público en general, y que éstas influyen “en la percepción y la comprensión de lo que sucede en el mundo”. De ahí que resulte de suma importancia la mirada con que se seleccionan las noticias y la perspectiva con que se cubren, así como la forma de hacerlo, el tiempo o espacio que se les asigna, incluso el orden en que las noticias se presentan.
De acuerdo con el GMMP 2005, las mujeres, aun cuando constituyen más de la mitad de la población mundial, sólo son parte de porcentajes muy pequeños en cuanto se refiere a presencia y participación en las noticias.
Por ejemplo, en 1995 sólo 17% de mujeres a nivel global tenían voz y daban su punto de vista en las noticias, mientras que en el 2000 ya eran 18%, y para el 2005, 21%. Un cambio, sí, pero muy reducido si se observa el dominio masculino de 79%.
“Los hombres son la mayoría de los sujetos en todos los tópicos noticiosos”, dice el estudio; “la mujer está menos presente en las noticias duras sobre política y gobierno”. Además, la radio es el medio donde menos representación tienen las mujeres (17%), seguida de la prensa (21%) y después de la televisión (22%).
También son los hombres quienes dominan como voceros y expertos, constituyendo 86% y 83%, respectivamente. Es mucho menos probable, indica el monitoreo, que en la cobertura de los medios las mujeres sean consideradas como expertas. Pero cuando de víctimas se trata, resulta que las mujeres doblan en porcentaje a los hombres cuando se les presenta como tales.
Otro de los rubros analizados en el GMMP es la cobertura de las noticias, donde nuevamente las mujeres quedan rezagadas, pues “todavía las noticias son reporteadas y presentadas principalmente por hombres”, y donde también “es más probable que las reporteras cubran noticias suaves”. Hay una clara tendencia a que los hombres cubran los temas duros, es decir, “las noticias que son percibidas como serias”. Las mujeres reportean solamente 32% de las noticias sobre política y gobierno. Además, es notorio que son precisamente las mujeres las que más abordan a las mujeres como sujetos noticiosos.
Por ello es que el objetivo de la campaña “¿Quién figura en las noticias?” es promover la igualdad de los géneros en los medios. Se busca, a través de la campaña, “desafiar” a los líderes y propietarios de los medios masivos, a los editores y periodistas de todo el mundo “para que actúen inmediatamente a fin de asegurar que los medios representen a las mujeres y a los hombres de una forma justa y equilibrada”.
No se trata sólo de darse cuenta de estas diferencias, afirma Teresa Incháustegui en la obra Feminismo en México (PUEG, UNAM, 2002), sino de “analizar en cada sociedad las causas y los mecanismos institucionales y culturales que estructura la desigualdad entre los sexos”.
Los medios noticiosos tienen un impacto en nuestras creencias, actitudes y valores, de forma tal, dice el GMMP, “que nuestra idea de quiénes somos, como mujeres y hombres, está moldeada por los mensajes de los medios”. Pero ¿cuál es la tendencia en las noticias, respecto a las mujeres y la desigualdad de género?
La investigación arroja un panorama desolador: es poco probable que las mujeres sean el foco central de una noticia; las noticias tienden más bien a reforzar que a desafiar los estereotipos de género y, en consecuencia, la desigualdad de género no es considerada como de interés noticioso.
Los datos ahí están, y la campaña de sensibilización y “desafío” está en marcha. Falta lo que hará cada país, cada gobierno y cada medio para corregir los desequilibrios existentes. El propósito de todo plan o proyecto con perspectiva de género, explica Daniel Cazés en la obra La perspectiva de género (CIICH, UNAM, Conapo e Inmujeres, 2005), es “construir la equidad, la igualdad y la justicia genéricas”.
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Por Elsa Lever M.Periodista con Maestría en Comunicación por la FCPyS de la UNAM, diplomada en Género por el PUEG de la UNAM, y en Feminismo por el CEIICH de la UNAM. La Mujer Rota son tres historias magistralmente narradas por Simone de Beauvoir, donde también las mujeres lectoras pueden verse reflejadas en las protagonistas de cada una.
"La gente feliz no tiene historia", dice la autora. "En el desconcierto, la tristeza, cuando una se siente quebrantada o desposeída de sí misma, experimenta la necesidad de narrarse. He querido hacer escuchar aquí las voces de tres mujeres que se debaten con palabras en situaciones sin salida", explica De Beauvoir.
La primera historia, "La edad de la discreción", habla de una mujer que de pronto se enfrenta con la vejez; que "se tropieza -dice la autora- con una ineluctable fatalidad, la de la edad". La protagonista se mueve entre la frustración, el miedo, la inseguridad y la impotencia, pues la edad se le hizo presente en el mismo momento que lo pensó, y dice: "Llaman indulgencia, sabiduría, a esta inercia del corazón: es la muerte que se instala en nosotros".
La segunda historia, "Monólogo", está escrita de tal manera que se puede seguir a la protagonista palabra tras palabra, sin pausas, a la misma velocidad que las pronuncia. Exasperante de tan exigente, la vida de esta mujer se desarrolla entre la independencia y la soledad. La protagonista "conjura" por medio del monólogo, explica De Beauvoir, "la soledad a donde la ha arrojado su egoísmo exacerbado".
Y, sin embargo, dentro de su odio e indiferencia se esconde una mujer herida y sensible. "Yo estaba hecha para otro planeta", dice; "me equivoqué de destino".
La tercera historia, "La mujer rota", narra la vida de una mujer que se enfrenta no sólo con la vejez, sino con la infidelidad de su esposo. Es, comenta la autora, "la víctima estupefacta de la vida que ella misma se eligió: una dependencia conyugal que la deja despojada de todo y de su ser mismo cuando el amor le es rehusado".
Simone de Beauvoir narra en esta historia gran parte de la vida de una mujer, aun cuando la narración abarca sólo seis meses. Habla de la infidelidad, crisis existenciales, el trabajo, la vejez, los hijos, el amor, la depresión, la separación, el divorcio y la culpa.
"Nada peor que la rutina", comenta la protagonista; "los choques despiertan". Y las reflexiones no paran: "No se modifica la vida sin modificarse uno mismo". "Me siento solidaria de las mujeres que han asumido su vida y que luchan por lograr sus objetivos", dice De Beauvoir, "pero eso no me impide interesarme por aquellas que de un modo u otro, han fracasado y, en general, por esa parte de fracaso que hay en toda existencia".
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