13 Aniversario 2019 Columnas Edición Marzo'19 Lucía Rivadeneyra 

Mujeres de abanico

Por Lucía Rivadeneyra


Mujeres de agua, de aire, de la urbe, del campo, de fuego y de nubes. Una selección de poemas de la autora que forman parte del libro En cada cicatriz cabe la vida, ganador del Premio Nacional de Poesía “Enriqueta Ochoa”, 1998.



I

Una mujer de mar ama a los náufragos

de sueño. Compadece a las sirenas.

Busca peces alados y les canta.

Exige amor entre las rocas, goza

el riesgo del ahogo y de la sal.

Cuando piensa en la muerte, duerme en balsas.

 

II

La mujer de aire tiene un remolino

entre las faldas. Ráfagas de seda

y lino son sus armas y su escudo.

El viento no la vence, la acaricia,

la excita; la convierte en huracán

de olores y suspiros. No le importa

el peligro, destruye cualquier mástil

y viento en popa, besa

la piel que la consume.

 

III

Una mujer de paso

es en los sueños huella,

tatuaje en el asfalto

y sonido lejano de campanas.

Bajo su almohada esconde

un puño de laurel,

y en el tobillo ostenta una pulsera.

 

IV

Una mujer de levadura es tigre.

Busca hombres atorados en la tierra.

Si los encuentra, intensos,

en una sola herida los devora.

 

V

Una mujer urbana

escurre adrenalina por las calles.

Tiene los labios dulces por el vino.

Bosteza por la tarde

mientras toca sus senos invaluables.

Conoce sus colmenas, sus delirios.

Una mujer urbana

guarda como secreto, su infinito

placer por el desastre.

 

VI

Tierra labrada es la mujer del campo.

Amarra sus deseos con la milpa,

en la cintura los detiene todos.

Balbucea sus sueños,

guarda en el vientre espigas.

Con sus manos quiere cortar el fuego;

con las piernas plagiar el tiempo verde.

El lodo de sus pies tiene memoria.

VII

Una mujer de fuego

sacia su masoquismo en una llaga.

Se deshace en momentos y delirios.

Tiene una brújula en el corazón.

Con su lengua voraz busca la sal

para quedar sedienta.

Es la gallina del deseo

quien corre en su mirada y su esqueleto.

 

VIII

Una mujer de nubes es Marbella.

Alondra sorprendida en la ventana

con sueños de violetas en la lumbre.

Marbella:

Siempre tienes en la canasta frutas

y un ramo de claveles en la herida.

Haces magia con un reloj de arena.

Tu fe mueve montañas,

el parto es tu milagro.

Eres mujer sin escudos, sin anclas.

La casa sin tus prisas y tus gritos

sería una alacena sin hormigas.

La estufa sin tus manos

sólo un montón de fierros.

Marbella:

Estás hecha de sopa y de pinturas

de rezos y caricias

de leche y yerbabuena.

 

 

Estos poemas de la autora forman parte del libro En cada cicatriz cabe la vida (Premio Nacional de Poesía “Enriqueta Ochoa”, 1998. Ediciones Casa Juan Pablos, Instituto Michoacano de Cultura, Instituto Municipal de Cultura de Torreón. México 1999.

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